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Gobernando en redes

Con 1.589 insultos, Milei lidera el ranking de violencia verbal entre figuras públicas

El discurso agresivo dejó de ser marginal: el presidente argentino encarna una forma de comunicación política donde el insulto y la provocación son herramientas de poder.

Un informe elaborado por la consultora Ad Hoc reveló que el presidente Javier Milei publicó y compartió 1.589 insultos en redes sociales entre enero de 2023 y junio de 2025, lo que lo posiciona como el principal provocador no anónimo en la conversación digital argentina. La cifra lo ubica en el primer lugar entre usuarios públicos con identidad reconocida, superando a dirigentes, empresarios y periodistas.

El estudio, que analiza el fenómeno de la violencia discursiva en redes, distingue tres roles dentro de lo que denomina la «cadena de la infelicidad»: los trolls, que insultan desde el anonimato; los provocadores, que son figuras públicas que emiten agresiones de manera directa; y los amplificadores, que viralizan estos mensajes. Según el informe, Milei lidera el segundo grupo, utilizando sus cuentas verificadas para atacar de manera sistemática a sus opositores y críticos.

A pesar de no ser una cuenta anónima, el presidente aparece en el noveno lugar del ranking general, por debajo de usuarios troll, pero como el único dirigente nacional entre los diez primeros puestos. Los investigadores destacan que su estilo confrontativo responde a una estrategia deliberada que “busca polarizar, generar impacto mediático y dominar la agenda pública”.

Javier Correa, director de la consultora, explicó que el presidente “es el usuario no troll que más insultos publica en la Argentina”, y que esto refleja una forma de comunicación digital que prioriza la provocación como forma de liderazgo.

El informe también revela que el nivel de insultos en redes sociales argentinas se duplicó en los últimos dos años y medio, alcanzando un promedio de 1,3 millones de expresiones violentas por mes. El fenómeno creció junto al ascenso político de Milei, quien, según los expertos, instaló un lenguaje agresivo como marca registrada de su discurso político.

El uso sostenido de descalificaciones en sus publicaciones ha generado preocupación entre analistas, quienes advierten que la naturalización de la violencia verbal desde los espacios institucionales puede deteriorar aún más el debate público y alimentar la polarización social.

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