En el segmento “Chicos que crecen” del programa “Un Gran Día” que se emite en ((La 97)) Radio Fueguina, la licenciada en Trabajo Social Natalia Sol Cerezo relató los obstáculos en su camino hacia la realización de su sueño.
Natalia contó que “hace dos semanas o tres semanas que soy licenciada, recientemente inaugurando el título”. Sin embargo, su recorrido no fue sencillo y estuvo lejos de ser lineal. «Yo empecé con este deseo y este sueño de estudiar trabajo social desde que tengo 16 o 17 años. Con 17 años me fui a estudiar a Córdoba, a cumplir los 18 allá, estudié en la Universidad Nacional de Córdoba. Realmente fue una experiencia increíble, prácticas hermosas”.
Su historia dio un giro cuando, a los 21 años, le diagnosticaron trombosis: “Me dejó por así decirlo fuera de la cancha, dejé de caminar por un tiempo, estuve mucho tiempo internada. Fue bastante compleja mi situación. Tengo que volver acá a Río Grande, con una mano adelante y otra atrás, resignada a seguir estudiando, y por tener una trombosis ni siquiera en avión podía venir, me pudieron dejar en un colectivo hasta Comodoro y de ahí me tuvieron que traer en auto”.

A pesar de las dificultades, Natalia nunca perdió de vista su objetivo a pesar de que la vida parecía alejarla de su meta. “Ya estaba en el cuarto año de la carrera, me faltaba un año y terminaba con todo, tenía 21 años”.
Pero en ese momento, una oportunidad le cambiaría su historia: “Aparecieron dos personas que me hicieron conocer la UNPA, que la UNPA tiene modalidad semipresencial. Tenés que rendir virtual, pero las prácticas se hacen en Río Grande. Yo ya estaba re resignada a seguir estudiando y ahí empecé de nuevo, en 2016 me inscribí. En 2017 empecé de nuevo y ahí arrancó otra vez la carrera”.
El proceso no fue fácil, ya que “me validaron varias materias, pero no las prácticas, que en realidad fue empezar de cero. Hice dos veces la carrera, a esta altura”, explicó.

La llegada de la pandemia y su embarazo también influyeron en sus tiempos y decisiones. “Viví todo de otra manera, nunca pensé que tuve que posponer, pero sí cuando tenía 21 años y tuve que venir, pensé que no iba a poder seguir estudiando. Pero cuando empecé de cero, ya no importaba, lo importante era que en algún momento lograra ese título”.
Y el momento llegó: “Con 31 años pude terminar, con un sueño que empezó con 17 o 18 años. Montón de cosas de por medio, pero llegamos. Yo creo que la vida fue muy sabia. Estar con mi familia, con mi pareja, con un bebé en ese momento… creo que fue lo más lindo que quizás con 22 o 23 años no lo hubiera vivido igual”.
Hoy, Natalia disfruta cada momento de su logro y valora la enseñanza de sus raíces. “Vine al colegio Don Bosco desde jardín de cuatro hasta que me recibí. Toda mi trayectoria pasó por ese colegio y ahora estoy trabajando ahí también. Quiero devolver todo lo que la escuela me dio”.

Su historia también estuvo marcada por la pérdida de su papá cuando era pequeña, y por el apoyo constante de su familia: “Nunca me dejaron rendirme. Ellos no me permitieron. Soy muy agradecida por eso”.
Natalia trabaja en el equipo de orientación, y destacó que es “una forma de devolver lo que la escuela hizo conmigo, ahora puedo ayudar a otros chicos”.
Su historia es ejemplo de que con esfuerzo, apoyo y determinación, cualquier obstáculo puede superarse.
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