Casi para nadie es la primera vez con “el Nano”. Una vez adentro del Gran Rex, las palmas no se hacen esperar tanto como el artista. El público está cargadísimo y el teatro, repleto. Entonces, la banda sale a escena. Dos tecladistas (uno, el de siempre: Ricardo Miralles), un guitarrista, un bajista, un baterista y una agraciada violinista comienzan a tocar. Suena Llegó con tres heridas, pero Serrat todavía no sale a escena. Comienza a cantar tras bambalinas. Hasta que, llegado el estribillo, hace su aparición triunfal con su cara, con su gesto, con su forma de caminar y con su pose de siempre. La gente lo aplaude de pie.
Continúa la canción proveniente de su último disco Hijo de la luz y de la sombra, que contiene nuevas versiones de poemas de Miguel Hernández. Y hace 37 años ya de la salida de Miguel Hernández, el primer álbum en el que el catalán supo ponerle música a la obra de este poeta. Siguiendo con las matemáticas, recordemos que este año se cumple el centenario del nacimiento del mismo.
Y por qué no, también es bueno tener en cuenta que Serrat ya cuenta 67 años de vida en su haber. Y con un cáncer a sus espaldas, sigue sólido sobre el escenario. No ha perdido más que un poco de frescura en la voz. Pero sólo eso. Y la audiencia, especialmente las chicas, se lo quieren hacer saber. Terminada la primera parte del show, en la que todos pudimos escuchar temas del viejo y del nuevo disco tributo a Miguel Hernández, Serrat canta Mediterráneo. Y cuando llega a esta parte de la letra: “Ay… si un día para mi mal / viene a buscarme la parca”, las señoras gritan desaforadas: “¡Nooooo!”.
Serrat, no te mueras nunca: Un chico de aproximadamente 14 años agita clamando el bis: “El Nano no se va/ el Nano no se va”. Su madre lo banca, al lado suyo. Y el Nano no se va. El Nano tiene programados todos los bises. Se sabe, de antemano, que va a terminar con Fiesta. Es evidente. Todos lo saben. Son pocos los que están aquí por primera vez. Entonces Serrat vuelve, canchero, a contar historias y mete Hoy puede ser un gran día.
Desde el primer bis, cada vez que se termina un tema es la misma situación. Todo el teatro se pone de pie y aplaude y pide otra. Y le gritan: “¡Genio!”, “¡Groso!”, “¡Te quiero!”. Y se acercan para depositarle al pie del escenario pequeños regalos que el Nano va recogiendo y acomodando para llevarse a casa. Y se va congregando mucha gente en los pasillos de la platea. Tanta, que ya los acomodadores no logran poner orden y se declaran incapaces y se ponen a observar.
Y Serrat vuelve otra vez y canta No hago otra cosa que pensar en ti . Vuelve de nuevo, guitarra en mano, y rasga los acordes de Penélope. Y vuelve otra vez para entonar Cantares. Y no deja de volver hasta que suena Fiesta: “Vamos bajando la cuesta/ que arriba en mi calle/ se acabó la fiesta”. Y ya todo el mundo sabe dónde queda la salida.