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Murió Carlos Robacio

Fue el comandante del BIM 5 durante la guerra de Malvinas. Estuvo a cargo del batallón que siguió luchando, aún después de que la Argentina se rindiera.

Junto a ex sodados de todo el país, Robacio visitó el BIM5 en año 2005, en ocasión de la conmemoración del 2 de Abril.

(Bahía Blanca, mayo 31 de 2011) –  El contraalmirante IM (Veterano Guerra de Malvinas, RE) Carlos Hugo Robacio falleció en la noche del domingo pasado, en el Hospital Español de nuestra ciudad.

Con el grado de capitán de fragata comandó a 800 soldados del BIM 5 y a 200 del Ejército Argentino durante los combates desarrollados en el Monte Tumbledown, Sapper Hill y Monte William. Allí se enfrentaron con los paracaidistas ingleses y con los gurkas. Estos patriotas combatieron hasta agotar la munición, pese a haber llegado la orden de rendición.

Con la muerte de Carlos Robacio desaparece otro de los grandes jefes que tuvo la Argentina en el campo de batalla y del honor, en la Guerra de Malvinas.

En junio del año pasado, en una entrevista, Robacio, expresó que las Malvinas «seguían calando cada vez más en el corazón».

«Todo veterano tiene una obligación: mantener encendida la vela, porque si nosotros no lo hacemos, los políticos nuestros ignoran el problema, y tiene solución».

Según decía, «héroes son los que quedaron allá. Nosotros regresamos, somos felices, pero volvimos por ellos. A nosotros nos mandaron a pelear, a luchar contra un enemigo que sabíamos superior, y el mérito de todos los que estuvieron en Malvinas es exactamente igual».

Robacio luchó en el momento más crítico y feroz del ataque británico.

«A pesar de eso –recordaba– se registró un grado increíblemente ínfimo de bajas: 30 muertos y 105 heridos. Como contrapartida, les provocamos al enemigo el más alto número de muertos: aunque no lo reconocen oficialmente, en la zona donde peleó el BIM 5 los británicos perdieron 359 hombres, ¿de donde saco esa cifra? ellos mismos me la dijeron».

Pese a la inferioridad numérica que presentaban los argentinos, para los estadounidenses –que condecoraron a Robacio años después– Inglaterra no hubiera ganado a no ser por el apoyo de ellos. Muchas vidas se perdieron o se sacrificaron… «Los gurkas jamás se habían enfrentado a demonios tirando», reconocería más tarde, el jefe de operaciones de ese país.

«Yo no soy ni bravo ni valiente ni nada por el estilo. Soy un hombre común. Tengo miedo cuando cruzo la calle. Pero en Malvinas no pude tener miedo. No pude tenerlo porque creo que Dios no me dejó tenerlo, y la preocupación por mis hombres, su entrega, obviamente no me podían permitir el privilegio de tener miedo».

En algunas de sus últimas declaraciones, Robacio contó que en ese entonces se pensaba que si perdían serían fusilados al regresar a nuestro país.

«Eso fue un poco lo que pasó con casi todos los veteranos que tuvieron que sufrir el rechazo social en su propio país. Ese es el dolor que dura, la cicatriz que todavía queda en muchos veteranos. Pero nosotros luchamos porque creemos en la Patria, y la Patria existe. Los pueblos que no luchan por sus cosas desaparecen de la faz de la Tierra».

Hoy a las 10 se realizará una misa de cuerpo presente en las instalaciones del Cementerio Parque de Paz y luego, sus restos serán trasladados nuevamente a Bonacorsi.

Junto al Intendente de Río Grande Jorge Martín, el Almirante Robacio rinde homenaje a sus camaradas caídos en cambate.

Testimonios de guerra

(Declaraciones de Carlos Robacio a “El Tordillo”)

Tenía a mi mando 700 hombres del batallón, y alrededor de 200 efectivos del Ejército, con los que luchamos en el momento más critico y más feróz del ataque británico; pese a ello, se registró un grado increíblemente ínfimo de bajas: 30 muertos y 105 heridos. Como contrapartida, les provocamos al enemigo el más alto número de muertos: aunque no lo reconocen oficialmente, en la zona donde peleó el BIM 5 los británicos perdieron 359 hombres, de donde saco esa cifra? ellos mismos me la dijeron.

“De los 74 días que pasamos en Malvinas, 44 recibimos fuego permanente sin poder responder. Solo los 4 o 5 últimos días fueron de real combate para nosotros… Recuerdo un momento del último día, el 14 de junio, a las 10 y media de la mañana. Era un momento muy crítico. Nos estábamos replegando sobre Sapper Hill, desde Tumbledown y Williams. Veo que el segundo comandante, Daniel Ponce, capitán de fragata, cae, agotado, rendido. El fue un segundo comandante perfecto, un ejemplo. Cuando cae, dos conscriptos van a auxiliarlo. No estaba herido. Estaba agotado, no podía más. Ponce ordena a los conscriptos que lo dejen. Ellos le dicen: “Si hay que morir, morimos los tres”. Lo ayudaron, lo levantaron, lo llevaron y los tres salieron con vida. A esto yo le llamo cohesión.

Todos sabían lo que estaban haciendo. Me conmovió la entrega del subteniente Silva, del Ejército, que se incorporó a mi unidad cuando se replegó el Regimiento 4. Silva era un valiente. Vino y me dijo que lo destine en el lugar donde se iba a luchar más duramente. Fue a Tumbledown. Murió con sus 4 soldados, peleando con la mayor bravura. Allí estaban los escoceses (muy buenos, como los paracaidistas ingleses) y los famosos gurkhas, que eran pura propaganda. Caían como moscas. También recuerdo a un conscripto que desobedeció mis órdenes. En un momento del combate en que los británicos eran rechazados, él corre detrás de ellos, baleándolos sin parar. Yo le ordeno que se detenga. Pero él sigue. El fuego enemigo lo alcanza y cae muerto. Yo mismo lo enterré estaba a 500 metros delante de las posiciones en que debía estar…y rodeado de enemigos muertos. Actos de arrojo así hubo a montones, aunque no por desobedecer mis órdenes.

“Yo no soy ni bravo, ni valiente, ni nada por el estilo. Soy un hombre común. Tengo miedo cuando cruzo la calle. Pero en Malvinas no pude tener miedo. No pude tenerlo porque creo que Dios no me dejó tenerlo, y la preocupación por mis hombres, su entrega, obviamente no me podían permitir el privilegio de tener miedo.”

“Sí sentí amargura. Ha sido la más grande amargura de mi vida, en dos momentos críticos: uno, cuando tuve que ordenar el inicio del repliegue hacia Sapper Hill; y el segundo, terrible, cuando entró mi batallón, desfilando, armas al hombro, entero, a Puerto Argentino. Eso significaba la rendición. Ahí aflojé. Más de uno me habrá visto llorar”.

A las 3 de la madrugada del 14 de junio hicimos uno de los contraataques más intensos contra el enemigo, en Tumbledown, junto con la compañía de Ejército del mayor Jaimet. Ellos son los que chocan con los famosos gurkhas.

Los nuestros eran más o menos 150 hombres. Ellos eran entre 800 y 1.000. allí concentré fuego de la artillería de Ejército (de los grupos tres y cuatro, que me apoyaron indiscriminadamente, con el coronel Balza y el coronel Quevedo). Según me contó luego el general inglés Wilson, de la Quinta Brigada –con quien conversé cuando estuve prisionero- allí sólo quedó un tercio en pié. Los barrimos. Aunque ahora lo niegue, fue así.

Todo un regimiento de ellos chocaba contra 60 u 80 hombres míos, y los bajamos sin asco, y los paramos. Una de las preguntas que me hicieron fue porqué no había contraatacado, si les habíamos quebrado el ataque. Yo tenía a la compañía Mar lista para el contraataque. Pero la realidad es que, cuando podíamos hacerlo, ya no teníamos munición. Por otra parte, había llegado la orden de repliegue. Sobre nuestras posiciones caían mil proyectiles de obuses por hora, además del bombardeo naval, más los aviones y los helicópteros. Era tremendo. Así y todo, podíamos haber contraatacado, de haber tenido un poco de munición. Pero, no hubiera cambiado el curso de la batalla. La suerte estaba echada. Claro: los ingleses no sabían mi situación real. Esperaban el contraataque nuestro. Rezaban, me dijeron, para que no contraatacáramos. Pero…¿Con que?…Cuando les conté que nosotros éramos un batallón, no lo podían creer. También recuerdo que, en el momento de decidir el contraataque, llamo a los oficiales de mi Estado Mayor y les cuento mi plan. Tomo la carta y hago un esbozo de las órdenes. Ellos se miran entre sí. No dicen nada. Cumplen. Pero después del 14 de junio, a mí me había quedado una duda: ¿porqué se miraron entre ellos? Un día se los pregunté. Me dijeron que pensaban que yo estaba loco. Entonces, una vez que pasaron las cosas y terminó, yo seguí preguntando: ¿Y ustedes que hubieran hecho, aún así? “Hubiéramos cumplido la orden. Punto”.”Eso era el BIM 5. Eso es lo que vale. La confianza. Pero quisiera destacar que en Malvinas cada uno luchó con lo que pudo, y con lo que tuvo. Por cada uno de nosotros caían seis o siete de ellos. Ahora ya saben que no les tenemos miedo, que no somos indios y que sus soldados no van a venir de pic-nic.”

(Fuente: La Nueva Provincia/Zona Militar)

(Imágenes exclusivas www.radiofueguina.com)