El equipo inesperado en cuartos es Suecia, cuya trayectoria hasta y en el Mundial es como un curso de superación. A los suecos debe la historia el primer Mundial sin Italia en más de medio siglo, al superarla en la repesca, y a su tesón frente a México una parte de la eliminación de la campeona, Alemania, a la que llevó hasta el purgatorio en su duelo. Los cuartos premian su fe y su sentido de equipo, a pesar de no tener ni el gol, ni el ego de Ibrahimovic.
El perdedor, Suiza, es un equipo mas compacto tácticamente, que progresa de forma asociativa, pero llegados a las áreas, ambas selecciones se igualaban por el bajo nivel de la definición. Suiza tiene a Shaqiri, aunque escorado para aprovechar su velocidad y desborde, y Suecia ya no goza de la pegada del gigante Ibra. El desenlace, pues, lo provocó un autogol, nada extraño.
El octavo entre ambas las enfrentaba, además, a un escenario que no es el que prefieren, aunque ya no era nuevo en este Mundial. En una situación en la que era difícil delimitar la superioridad previamente, Suiza y Suecia debían tomar la iniciativa, apoyadas ambas en el argumento de que el primer gol colocaría a la selección que lo consiguiera en una posición de privilegio táctico, dado su juego. Así fue. Suecia, una selección diseñada para el contraataque, ya había tenido que hacerlo frente a México, con el premio de la clasificación. En San Petersburgo, volvió a encontrarlo.
El choque deparó, pues, ocasiones en una y otra área, más de las que se esperan de ambos conjuntos. Suiza encontró en Zuber a una de sus mejores armas ofensivas, ya fuera para rematar o para situar a Dzemaili en la posición franca de disparo. Falló. Sommer, mientras, daba una excelente respuesta a Berg en un balón bajo, cargado de veneno.
Aprovechar los espacios
Nada pudo hacer, sin embargo, el portero suizo cuando el disparo de Forsberg, uno de los futbolistas de mayor calidad del conjunto nórdico, tocó en Akanji y desvió su trayectoria para alcanzar la red. El central, de frente, estuvo blando ante el balón. Se quedó inmóvil, todo lo contrario de cuando, minutos después, tuvo la ocasión de enmendar el gol en propia puerta con un remate ante el arco sueco. Entonces se llevó las manos a la cabeza. Empezaba a ser consciente del desenlace.
Jan Olof Andersson, el seleccionador sueco, no mandó a sus hombres atrincherarse, sino que les ordenó estirarse para aprovechar los espacios hasta los últimos minutos. De hecho, pudo Suecia ampliar su ventaja en una contra en la prolongación que provocó la expulsión del suizo Lang y otra corrección del VAR. Olsen, que no había tenido unas dificultades excesivas, evitó poco antes la prórroga. A Suecia le corresponde, ahora, disfrutar, aunque como mejor lo hace es sobreviviendo.
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