Bitcoin volvió a estar en todos los titulares en 2025: primero por superar los 120.000 dólares, después por caer por debajo de los 100.000 y seguir corrigiendo desde sus máximos históricos.
Para quien mira desde afuera, parece una montaña rusa interminable de números que suben y bajan. Pero detrás de cada bitcoin que se crea hay algo mucho menos visible: las granjas de minería, enormes salas llenas de computadoras que consumen energía sin parar.
Uno de los lugares que más ruido está haciendo en ese mapa es Paraguay, que gracias a la energía de la represa de Itaipú se convirtió en destino elegido para empresas de minería de Bitcoin, entre ellas HIVE Digital, que acaba de presentar un documental mostrando cómo opera en el país.
En esta nota te contamos qué es minar Bitcoin, por qué consume tanta energía y qué implica que un país vecino aproveche su energía hidroeléctrica para alimentar una de las industrias más polémicas del mundo digital.
Cómo funciona la minería de Bitcoin y por qué necesita tanta energía
Para entender la minería, primero hay que recordar qué es Bitcoin: una moneda digital descentralizada, que funciona sin bancos ni bancos centrales, sobre una red llamada blockchain.
En esa red, cada vez que alguien envía o recibe bitcoins, esa operación queda anotada en un “libro contable” público. Pero alguien tiene que hacer el trabajo de revisar, agrupar y validar esas transacciones para que todo se mantenga en orden y nadie pueda gastar dos veces la misma moneda.
Ahí entran los mineros de Bitcoin:
- Son empresas o personas que conectan computadoras especializadas (llamadas ASICs) a la red.
- Esas máquinas compiten entre sí para resolver un problema matemático muy complejo.
- La primera que lo resuelve gana el derecho a agregar un bloque de transacciones a la blockchain.
- A cambio, recibe una recompensa en bitcoins recién creados más las comisiones que pagan los usuarios.
Cada cierto tiempo, esa recompensa se reduce a la mitad en un evento conocido como halving. El último fue el 20 de abril de 2024, y bajó la recompensa a 3,125 BTC por bloque, lo que vuelve más escasa la nueva emisión de monedas.
En la práctica, minar Bitcoin equivale a participar en un sorteo global de altísima competencia, en el que las probabilidades de obtener la recompensa dependen de la potencia de cómputo y de la energía disponible.

Por qué la minería necesita tanta energía
El problema es que ese “sorteo” no se hace con papelitos, sino con millones de cálculos por segundo. Cuantas más máquinas se suman a la red, más difícil se vuelve el problema y más potencia hay que poner para tener posibilidades.
A escala global, distintos estudios señalan que:
- Entre 2020 y 2021, la minería de Bitcoin consumió del orden de cientos de teravatios-hora de electricidad, comparable al uso de energía de un país mediano.
- En el mismo período, emitió alrededor de 86 millones de toneladas de CO₂ equivalente, en gran parte porque muchas granjas se alimentan con electricidad generada a partir de combustibles fósiles.
Por eso se habla tanto del impacto ambiental de Bitcoin: no es que las criptomonedas “contaminen” por sí mismas, sino que la forma en que se genera la electricidad que usan los mineros puede tener una huella muy pesada sobre el clima, el agua y el territorio.
Frente a esto, la industria minera empezó a moverse hacia países donde la energía es:
- Muy barata, para que el negocio cierre.
- Renovable (hidroeléctrica, eólica, solar, geotérmica), para mejorar su imagen y reducir emisiones.
Ese combo es justamente lo que encuentra en Paraguay.
Cómo se instaló la minería de Bitcoin en Paraguay
Paraguay es un país sin salida al mar cuya economía se apoya fuerte en el campo, pero también en algo menos visible: sus represas hidroeléctricas, entre ellas Itaipú, una de las más grandes del mundo.
Esa abundancia de energía lo puso en una situación particular:
- El país genera más electricidad de la que consume internamente.
- Una parte importante se exporta a Brasil y Argentina.
- Otra parte, con tarifas competitivas, se volvió un imán para industrias muy intensivas en energía.
En solo tres años, Paraguay atrajo más de 60 sitios de minería de criptomonedas, con inversiones superiores a los 1.100 millones de dólares, según estimaciones oficiales citadas por la prensa internacional.
Dentro de ese boom se destaca HIVE Digital:
- Opera centros de datos alimentados con energía hidroeléctrica en Yguazú y otras localidades.
- Planea expandir su campus de Yguazú hasta unos 400 MW de potencia instalada, dedicada a minería de Bitcoin y servicios de datos.
- Presentó un documental donde muestra sus naves llenas de equipos, el uso de energía “verde” y el impacto económico en la región.
Es decir: Paraguay pasó de ser conocido por su producción agropecuaria y sus represas, a aparecer en el mapa global como uno de los polos de minería de Bitcoin más atractivos del mundo, justamente por esa combinación de energía abundante y barata.
Lo que muestra el documental de HIVE (y lo que no)

En el caso de HIVE, la narrativa es clara:
- Usamos energía hidroeléctrica → nuestra minería tiene baja huella de carbono.
- Aprovechamos excedentes de energía que de otro modo se venderían baratísimos o se desaprovecharían.
- Generamos empleo y actividad local en torno a los centros de datos.
Todo eso es cierto en parte: comparada con una granja que quema carbón o gas, una operación alimentada por Itaipú tiene una huella climática mucho menor por kilovatio-hora.
Pero hay aspectos que el documental tiende a dejar en segundo plano:
- Cuántos empleos directos genera realmente una granja de minería (no suelen ser miles de puestos, sino decenas o unos pocos cientos, muchos de alta calificación).
- Qué pasa con el uso alternativo de esa energía: ¿se podría usar para desarrollar otras industrias con más encadenamientos productivos?
- De qué forma se reparten los beneficios económicos entre la empresa, el Estado y la comunidad local.
Ahí es donde entra el debate político y social dentro de Paraguay.
El debate interno: energía barata, empleo y regulación
En los últimos años, el Congreso paraguayo discutió proyectos para regular o incluso prohibir ciertas formas de minería, y el propio Ejecutivo vetó una ley que buscaba reconocerla como actividad industrial. El argumento oficial: alto consumo de energía, poco empleo directo y dudas sobre el aporte real al desarrollo del país.
Además, han surgido problemas como:
- Conexiones clandestinas a la red eléctrica para minar sin pagar tarifas industriales.
- Tensión entre grandes operadores internacionales con contratos formales y mineros más chicos o informales, que quedan en la cuerda floja cuando se intensifican los controles.
El caso paraguayo muestra algo que trasciende a Bitcoin: cada vez que aparece una industria electrointensiva (sea minería cripto, una planta de aluminio o un megaproyecto de IA), el país tiene que decidir:
- Cuánta energía está dispuesto a asignar a ese uso.
- Qué contraprestaciones pide a cambio (empleo, impuestos, infraestructura).
- Cómo se protege frente a los vaivenes del mercado.
Y con Bitcoin, esos vaivenes son extremos: en pocos meses puede pasar de máximos históricos a caídas de 20 o 30% que cambian por completo la rentabilidad de los mineros.
¿Es la minería de Bitcoin con hidroeléctrica una solución “verde”?
Usar energía hidroeléctrica para minar Bitcoin es, sin dudas, mejor que hacerlo con carbón o fuel oil. Pero eso no significa que el impacto ambiental desaparezca.
Los propios estudios que critican el uso de combustibles fósiles también señalan que las grandes represas tienen su propia huella de carbono, de agua y de uso de suelo:
embalses que inundan zonas extensas, cambios en ecosistemas y desplazamiento de comunidades, además de la energía que se usó para construir toda esa infraestructura.
En ese contexto, la pregunta deja de ser solo “¿es renovable la energía que usa la granja de minería?” y pasa a ser:
- ¿Esa energía estaría ociosa o se la está desviando de otros usos posibles?
- ¿La minería de Bitcoin ayuda a financiar la transición energética del país o simplemente aprovecha una ventaja de corto plazo?
- ¿Qué pasa con el agua y el territorio necesarios para mantener esas represas?
No hay una respuesta única. Algunos ven en el modelo paraguayo un ejemplo de cómo monetizar excedentes de energía renovable. Otros advierten que, si los precios de Bitcoin caen fuerte o la regulación cambia, el país podría quedar con infraestructura sobredimensionada y poca diversificación productiva.
Por qué la minería de Bitcoin también impacta en quienes no compran criptomonedas
Si vivís en Argentina (o en cualquier país que mira de cerca lo que pasa en la región), la historia de Paraguay y la minería de Bitcoin no es un tema lejano de nicho cripto, sino un anticipo de debates que podemos ver en casa:
- ¿Cómo usamos la energía barata o abundante que tengamos (hidroeléctrica, eólica, gas, Vaca Muerta, etc.)?
- ¿Qué tipo de inversión queremos atraer: la que deja solo consumo de energía y algunos empleos o la que genera cadenas productivas más largas?
- ¿Qué lugar le damos a industrias nuevas como las granjas de IA, los centros de datos y la minería cripto?
Además, entender mínimamente cómo se produce Bitcoin ayuda a poner en contexto:
- Qué es la criptomoneda y cómo funciona la blockchain.
- Cómo se forma su precio y qué significa que supere o pierda determinados niveles.
Detrás de cada gráfico que muestra el valor de Bitcoin, hay:
- Computadoras encendidas día y noche.
- Decisiones de política energética.
- Comunidades que conviven con esas infraestructuras.
- Minar Bitcoin es el proceso mediante el cual se validan transacciones y se crean nuevas monedas, usando muchísima potencia de cómputo.
- Esa actividad consume grandes cantidades de electricidad, lo que abre un debate mundial sobre su impacto ambiental y el uso de la energía.
- Paraguay se convirtió en un polo de minería de Bitcoin porque tiene abundante energía hidroeléctrica relativamente barata, y empresas como HIVE Digital están montando centros de datos de cientos de megavatios.
- El país enfrenta un dilema: aprovechar esa demanda para atraer inversión o priorizar otros usos de la energía que generen más empleo y desarrollo de largo plazo.
- Para el lector común, más allá de invertir o no en cripto, este caso es un ejemplo concreto de cómo la economía digital ya no es algo abstracto: se traduce en represas, cables, tarifas y decisiones políticas muy tangibles.
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