El próximo 14 de diciembre, Chile no solo elegirá a su próximo presidente. También volverá a mirarse al espejo de sus miedos: el crimen organizado y la pérdida de control del Estado, por un lado; el autoritarismo, las dictaduras del siglo XX y el fantasma del “comunismo”, por el otro. Más que una elección entre esperanza y futuro, buena parte de los analistas habla de un país que vota con la nariz tapada.
La segunda vuelta enfrentará a la comunista Jeannette Jara, ex ministra de Trabajo, y al ultraconservador José Antonio Kast, abogado y líder de derecha dura. Los medios describen un escenario “fuertemente polarizado” entre izquierda y derecha, con el crimen y la inmigración como ejes dominantes de la campaña, y con un amplio sector de votantes moderados que no se siente representado por ninguno de los dos proyectos.
Un cruce de extremos que inquieta al centro
De acuerdo con los datos difundidos tras la primera ronda, Jara habría obtenido algo más de un cuarto de los votos, apenas por encima de Kast. Sin embargo, al sumar las demás candidaturas conservadoras, el bloque de derecha supera la mitad del electorado, lo que convierte al ultraconservador en favorito para la definición de diciembre.
La Associated Press (AP) habla de una contienda “polarizante” entre una ex ministra comunista y un dirigente admirador de figuras como Donald Trump, obligado ahora a moderar su tono para captar al centro. En el medio queda un amplio universo de ciudadanos que, según recogen las crónicas, siente que el país llegó a un punto en el que “hay que elegir algo”, aun cuando ninguna de las alternativas convenza del todo.
El miedo a Kast: el peso de Pinochet y la “mano dura”
Varios medios internacionales describen a José Antonio Kast como un dirigente de extrema derecha, ultraconservador en temas de género y derechos civiles, que en el pasado ha expresado simpatía por la dictadura de Augusto Pinochet. The Guardian recuerda su origen familiar —hijo de un oficial alemán que se afincó en Chile tras la Segunda Guerra— y repasa sus declaraciones defendiendo aspectos del legado pinochetista.
El Times of Israel subraya que, de llegar a la presidencia, Kast sería el primer líder claramente alineado con la extrema derecha desde el fin del régimen militar. En sus coberturas aparecen testimonios de chilenos que lo ven como una especie de “Bukele chileno”, dispuesto a aplicar mano dura contra el delito, pero que al mismo tiempo temen un retroceso en derechos humanos y libertades.
El diario español El País habla de “el Chile que busca mano dura” y destaca que el apoyo a ideas autoritarias ha alcanzado niveles récord en las encuestas, especialmente entre jóvenes hombres de sectores populares golpeados por la delincuencia. Para un sector de la sociedad, Kast encarna seguridad; para otro, el riesgo de volver a coquetear con los autoritarismos del pasado.
El miedo a Jara: comunismo, Cuba y la economía
Del otro lado, Jeannette Jara tampoco transmite calma a todos. AP señala que su pertenencia al Partido Comunista y su pasado respaldo a regímenes como el cubano generan temores de “virajes radicales” en la economía y la política exterior. En distintas notas se recogen testimonios de votantes que advierten sobre la posibilidad de una “venezuelización” de Chile o de un giro que espante inversiones.
La propia Jara plantea una agenda orientada a mejorar salarios, fortalecer el Estado social y regular mejor el mercado, más que a romper de raíz con el modelo económico. Sin embargo, para una parte del electorado, su figura sigue asociada al riesgo de una economía más cerrada y de un Estado más grande de lo tolerable, en un país que ya vivió estallidos recientes y donde cualquier desequilibrio genera ansiedad.
El miedo dominante: la delincuencia y el crimen organizado
Si hay un punto en el que casi todos los analistas coinciden es en que la inseguridad se convirtió en el gran miedo que reordena la política chilena.
Un informe de La Nación describe que ocho de cada diez chilenos creen que la delincuencia empeoró en los últimos meses, con el avance del crimen organizado y delitos violentos en un país que hasta hace poco se veía a sí mismo como uno de los más seguros de la región. Otros medios regionales señalan que la preocupación por la seguridad ya supera a la economía, la salud e incluso la educación.
El Financial Times, citado por el diario chileno La Tercera, habla directamente de una ola de delitos que sacude la escena política mientras avanza la extrema derecha. Ese contexto, remarcan, es el que abre la puerta a figuras como Kast.
En ese clima, para muchos votantes el cálculo se vuelve brutalmente simple:
- “Me asusta un gobierno comunista, pero me asusta más vivir con miedo a salir a la calle”;
- “Me inquieta un presidente de extrema derecha que reivindica a Pinochet, pero me inquieta aún más que el Estado parezca incapaz de frenar el crimen”.
Entre el trauma del estallido y el temor a una nueva explosión
El estallido social de 2019 sigue siendo una herida abierta. Diversos análisis académicos y periodísticos describen aquel episodio como un trauma colectivo: protestas masivas, graves denuncias por violaciones a los derechos humanos y la sensación de que la institucionalidad estuvo al borde del colapso.
En entrevistas recogidas por medios chilenos e internacionales, dirigentes de izquierda advierten que un gobierno de Kast, si se limita a la represión sin atender las causas de fondo —desigualdad, pensiones, servicios públicos—, podría volver a encender la mecha. Pero, al mismo tiempo, voces del propio campo conservador sugieren que la izquierda podría intentar usar la protesta social para desestabilizar a un eventual gobierno de derecha dura.
Así, ni el recuerdo del estallido ni el temor a un nuevo ciclo de violencia social quedan del todo fuera de la ecuación: gane quien gane, una parte importante de la población teme no estar a salvo.
Votar por temor, más que por ilusión
Reuters sintetiza el cuadro señalando que Chile vive un giro hacia la derecha impulsado por el miedo al crimen y a la migración irregular, en un contexto donde la experiencia de gobierno de Gabriel Boric no colmó las expectativas de cambio y el proceso constituyente fracasó en dos oportunidades. AP añade que tanto Jara como Kast probablemente intentarán suavizar sus discursos en las próximas semanas para seducir al electorado de centro, que mira a ambos extremos con desconfianza.
Detrás de las estrategias de campaña, el clima que describen las crónicas es el de un país que llega a las urnas más por descarte que por entusiasmo. Una parte teme que Jara pueda llevar al país hacia modelos de inspiración cubana o venezolana. Otra teme que Kast consolide una agenda de extrema derecha que reabra heridas de la dictadura y recorte derechos. Y casi todos, según las encuestas, temen ser las próximas víctimas de un delito o ver cómo el crimen organizado se instala definitivamente.
En ese contexto, la frase que se repite en cafés, columnas y redes sociales resume el espíritu de esta definición chilena: una elección con la nariz tapada, donde los miedos pesan más que las esperanzas.
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