Mientras Argentina se sumerge en unas elecciones de medio término que funcionan como un plebiscito de la gestión nacional, Tierra del Fuego se erige como un microcosmos político de una complejidad singular.
Lejos de los esquemas bipolares que suelen dominar la escena argentina, la provincia austral se encamina hacia un impensado escenario de tres tercios «a la fueguina», aunque sería necio negar la aparición en escena de un cuarto contendiente.
Este fenómeno, inédito en su historia, refleja no solo las particularidades de su geografía sino también una profunda fragmentación del voto, donde el descontento con la administración de Javier Milei a nivel federal se combina con evaluaciones dispares sobre las gestiones locales.
El domingo 26 de octubre, los fueguinos no solo elegirán representantes, sino que aportarán a definir el equilibrio de un poder legislativo nacional que podría quedar aún más dramáticamente dividido. Y un probable plebiscito respecto del gobierno provincial y los municipios.
Tres pilares de una ecuación incierta
El primer vértice de este triángulo político lo ocupa La Libertad Avanza (LLA), fuerza oficialista a nivel nacional que, de ser el gran favorito en la provincia hace meses, ha visto una erosión constante en su imagen, hasta aparecer peleando un probable tercer puesto, según algunas encuestas.
Los nutridos y crecientes escándalos de corrupción en el orden federal -desde las polémicas por la criptoestafa Libra y el caso del fentanilo, hasta las acusaciones a Espert y a la propia hermana de Milei-, han impactado también en la percepción local.
Este desgaste se potenció esta última semana con un escándalo autóctono: la denuncia sobre el diputado Santiago Pauli, quien habría exigido a sus asesores que «aportaran» voluntariamente su ítem por desarraigo para financiar al partido. Este episodio ha operado como un catalizador del malestar, proyectando a nivel provincial la crisis de credibilidad que sufre el espacio a nivel nacional.
Tanto Pauli como los candidatos que LLA lleva en la boleta saben que los votos esta vez no “llueven del cielo” por arrastre de la otrora buena imagen de Milei y que deberían haber hecho su propia campaña, aunque ya es tarde para recalcular.
Frente a esto, Defendamos Tierra del Fuego emerge como la contracara en ascenso. El espacio, que combina un discurso de frontal oposición al gobierno nacional, más la defensa de los interés fueguinos, con una crítica más tangencial a la gestión provincial, ha logrado capitalizar la buena imagen de los intendentes de Río Grande y Tolhuin, Martín Perez y Daniel Harrington.
A caballo de gestiones consideradas eficientes en la crisis, identificándose con el “peronismo auténtico” y con un candidato al Senado de perfil sólido como Gastón Díaz, el espacio se posiciona como la opción de un «peronismo racional», alejado de fanatismos y enfocado en la defensa de los intereses provinciales. Su crecimiento en las encuestas es la variable más dinámica de esta campaña.
Completando este esquema tripartito se encuentra Fuerza Patria, el sello del peronismo oficial local en alianza con el oficialismo de Forja. Este espacio es la gran incógnita de la elección, ya que aglutina a la gestión provincial y a la municipal de Ushuaia, esta última en manos de La Cámpora. Ambas gestiones no aparecen con variuaciones en los sondeos previos, lo que deja su performance electoral sujeta a factores menos cuantificables.
Su resultado podría depender más de la capacidad de movilización gracias a los aparatos estatales y la estructura territorial, que de la publicidad o las encuestas.
Fuera de programa
Mientras tanto, el espacio Provincias Unidas, que agrupa a gobernadores moderados no alineados, podría dar una sorpresa apoyado en la experiencia y en la imagen ganada desde la banca en el Senado por su candidato, Pablo Blanco, a pesar de ser una variable prácticamente invisible para las mediciones estadísticas.
El hecho de ser la expresión local de una alianza que apunta al 2027 como gran apuesta, convierte a Pablo Blanco en un referente de la federal Provincias Unidas, más relevante si su caudal de votos es considerable, más allá de que logre o no el objetivo de máxima de renovar su banca.
Su propia apuesta enfrenta también -alejada del pelotón de adelante- la Izquierda Unida, que se ha sumado a la lucha de los trabajadores, con un discurso moderado en medio de la crispación, esperando un buen resultado que le permita mirar con optimismo a la pelea por las bancas locales, que se avecina en 2027.
No apto para pronósticos jugados
La atomización del voto y la paridad de los números han llevado a una prudencia inusual entre las consultoras, que se abstienen de pronosticar un ganador.
El domingo, Tierra del Fuego no solo dirimirá representantes para el Congreso Nacional, sino que ofrecerá seguramente una radiografía representativa de una Argentina fragmentada, donde el voto protesta y las lealtades locales redibujan el mapa del poder en cada rincón del país.
El voto de protesta o voto bronca podría adquirir un nuevo significado enviando un mensaje al gobierno nacional; esta configuración reconocería su génesis en el esfuerzo colectivo que no ve una luz al final del túnel, sumado a los escándalos de corrupción y un modelo que no derrama hacia adentro, más bien hacia afuera del país en forma de fuga de dólares, apalancado con endeudamiento externo.
Una sociedad crispada frente a una clase política que no logra ofrecer un marco de coherencia que ofrezca soluciones concretas a los problemas reales del día a día del ciudadano de a pie y que además genere las condiciones para sostener expectativas positivas en relación al futuro.
Además de una crisis económica, asistimos a una crisis de confianza en la palabra empeñada de los políticos en tanto candidatos, que luego -en tanto funcionarios- parecen disolver de forma casi instantánea.
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