Silvia Barcos, procuradora recientemente recibida, comparte en el segmento “Chicos que crecen” del programa “Un gran día” en ((La 97)) Radio Fueguina el recorrido íntimo de una trayectoria marcada por la perseverancia, la educación y el servicio público. Sus recuerdos permiten entender cómo una carrera que nació de obstáculos personales y económicos se convirtió en un compromiso con la justicia y la comunidad.
“15 años atrás era estudiante de derecho ,cuando empecé en el 2010 en la universidad privada de la UCES. Empiezo con todas las ganas porque yo ya había pasado en mi juventud por la universidad pero por los bemoles de la vida no me pude recibir”, relata Barcos, ubicando el punto de partida de un itinerario que fusiona esfuerzo familiar y académico. Un testimonio contextualiza la tensión entre responsabilidades familiares y la aspiración profesional.
Barcos describe el desafío de compaginar estudios con crianza: “empiezo la facultad en esa época cuando los chicos eran pre adolescentes, empiezan a crecer y encuentro algunos problemitas en casa y pateé la carrera para un poco más adelante”.
“Cuando mis tres hijos se fueron de casa, el síndrome del nido vacío lo llené cumpliendo un sueño desde los 8 años, cuando yo dije que iba a ser abogada. Por qué razón no sé, pero fueron testigos mis hermanas. Y me puse a estudiar en otra facultad que me era más amable con los horarios, la universidad Siglo 21,” comparte, la abogada, dejando en claro que la vocación y la resiliencia se forjaron en medio de cambios de vida y adaptaciones a nuevas circunstancias.

Barcos detalla el periodo de pandemia como un punto de inflexió. “Estábamos en pandemia era todo bastante grave. Me costó muchísimo volver a estudiar, fue como cuando uno no hace gimnasia por muchísimos años”.
Asegura que la perseverancia frente a las dificultades y el apoyo de su pareja fueron clave para retomar y completar la carrera. “El mayor tiempo estaba sola, entonces el estudio me ayudaba, y tomé un respiro de mi trabajo, y el año pasado me recibí de procuradora y este año entregaron el diploma”.
La procuradora enfatiza la dualidad entre teoría y práctica. “Mi trabajo siempre ha sido social, voluntario y ad honorem, tengo vocación de servicio y en la justicia el derecho es parte de la rama de la justicia donde se puede aprovechar esta gran herramienta para poner un poquito de paz a aquellos que están más vulnerados o con menos voz”, sostuvo. Su visión coloca a la abogacía como instrumento de servicio público y defensa de quienes menos pueden expresarse.

En su recorrido académico, Barcos subraya la relevancia de la tesis que presentó, enfocada en una temática social y legal de actualidad: el cannabis medicinal. “La realización del día de mi recibida fue que presenté una tesis sobre el uso de la medicina del Cannabis medicinal”.
“Investigué muchísimo, hay muchos casos en Tierra de Fuego, no encontré jurisprudencia puntual del uso del Cannabis medicinal, pero sí encontré un fallo en la provincia de Santa Fe de la Corte Suprema de Justicia, donde una mamá cultivaba Cannabis para elaborar aceite de cannabis para sus niños con condiciones diferentes y tratarlas”, comentó la abogada de 61 años.
“Me fue excelentemente bien, aprobé mi tesis con 10 y la defensa oral la di con tranquilidad, sin usar lenguaje técnico, y me felicitaron, y más allá de sacarme el 10 porque fue algo simbólico, el tema es que me reconocían por el esfuerzo, el mérito, la tenacidad, las horas cola sentada leyendo los libros y libros que hemos leído”, indicó Barcos.
Agregó que “me encontré con un Universo de reconocimiento del otro, que el otro me reconociera a través de lo que yo había hecho, y eso me hizo sentir muy orgullosa, tanto que a pesar de tener mis hijos tres hijos lejos fuera del país, los tres me decían que estaban orgullosas de mí y eso no tiene precio”.

La vida educativa de Barcos estuvo marcada por sacrificios económicos y decisiones difíciles. Relata sus inicios en la Universidad Nacional de Córdoba (UN Córdoba) y las adversidades para financiar el estudio: “Inicié la carrera de Abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba con 19 años, no tenía para el colectivo, me fui a Buenos Aires para tratar de tener una oportunidad laboralmente, y me cambié a la UBA en segundo año, trabajaba y no comía para pagar el alquiler y estudiar”.
Además, Barcos recuerda el momento culminante de esa lucha: “Alrededor del año 1985 salí de la facultad y fui a comprar el código penal que me pedían, salía 450 dólares y yo ganaba 400 dólares, y yo le dije a mi mamá que yo nunca me iba a poder recibir por pobre, y mi mamá me dijo que pobre es el que no tiene manos ni pies”.
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