En Río Grande, la Casa del Niño Madre Teresa de Calcuta celebra 25 años de labor solidaria dedicada a las familias más vulnerables de la ciudad. Silvia Chedrese, la responsable institucional, comparte la historia de la casa desde sus inicios y el crecimiento que permitió pasar de un merendero a un centro integral de día con desayuno, almuerzo, merienda y viandas para las familias.
“La verdad que han pasado tantas cosas que habría que escribir un libro de la casa del niño por 25 años de trabajo solidario”, dijo Silvia Chedrese, entrevistada en el programa “Un gran día”, de ((La 97)) Radio Fueguina.
La historia de la Casa del Niño comenzó en el predio particular de Chedrese, en el fondo de su propio domicilio: “nació en mi casa en el fondo de mi casa, ahí nació la casita de niño, hace 25 largos años ya, la verdad que fue un día glorioso para nosotras”.
Junto a sus amigas Luján y Alejandra recorrieron la ciudad buscando un espacio, enfrentando rechazos debido a que trabajarían, “como si niños fueran monstruos”.
Con el apoyo de la familia, la casita se convirtió en un merendero que brindaba leche y apoyo escolar. “Le dábamos la leche y el apoyo escolar». A los pocos días, las necesidades de las familias y de los niños se hicieron más grandes y la iniciativa evolucionó hacia un centro integral de día que ofrecía desayuno, almuerzo, merienda y vianda para la familia durante la noche y el fin de semana.
Pronto se incorporó el programa de apoyo escolar para primaria y secundaria, además de talleres para capacitación para mamás y papás para que la experiencia no fuese solo de recibir alimentos, sino de brindar herramientas para un oficio.
«Se convirtió en un centro integral de día donde dábamos desayuno, almuerzo, merienda y la vianda para las familias más vulnerables para la noche y el fin de semana, y a eso incorporamos el apoyo escolar”.
Este crecimiento llevó a acompañar a numerosas familias y a muchas madres a ver nacer a sus hijos, fortaleciendo un lazo de apoyo comunitario. “Perdimos la cuenta de la cantidad de familias, fueron demasiada cantidad de familias a quienes acompañamos, incluso a las mamás a poder tener su bebé y la verdad que fue maravilloso poder ser parte de su alumbramiento».
El año 2010 representó un hito al gestionarse ante el Instituto Provincial de Vivienda (IPV) la adjudicación de una casa social que había sufrido un incendio. “En el año 2010 nos adjudicó el IPV una casa que había sido una casa social que había sufrido un siniestro por incendio y nadie la quería porque había que hacer arreglos».
Gracias a un acuerdo con el IPV y al apoyo de amigos y voluntarios, la organización reconstruyó el espacio y abrió las puertas de la Casa del Niño cuando ya contaba con sede propia. “Tuvimos amigos y gente que nos acompañó en esta reconstrucción del espacio y así en el Intevu 10 casa 24 pudimos abrir las puertas de la casa del niño”.
Hoy, la casa alberga un bachillerato popular, con la finalidad de brindar oportunidades a los adultos que no pudieron terminar el secundario. Para Chedrese, es fundamental que los mayores de 18 años y otros adultos cuenten con herramientas para un futuro mejor.
“Es importantísimo que los jóvenes de mayores de 18 los adultos que no pudieron terminar el secundario lo puedan hacer, y eso a mí me llena de orgullo, saber que hay tantos adultos que pueden concurrir a la casita a recibir clases para recibirse y terminar su secundario”, destacó la referente.
Aun así, existen proyectos pendientes como una escuela de panadería o un taller de corte e inyección para generar ingresos para las mamás, que no han podido materializarse por limitaciones externas y falta de financiamiento.
Chedrese señala que la ausencia de apoyos y financiación ha frenado proyectos que podrían ampliar el impacto de la casa. La idea de un taller de panadería o un programa de corte e inyección para generar ingresos para las mamás quedó en el cajón de los sueños por las limitaciones económicas y administrativas, un obstáculo que describe con franqueza.
“Al no tener dinero muchas veces hacen que los sueños vuelvan al cajón donde nacieron y quedan ahí guardados, porque sin plata lamentablemente no se pueden hacer un montón de cosas”.
Aun así, la directora enfatiza el compromiso de la comunidad y de las voluntades para continuar con la misión de la casa. “No hemos recibido ayudas como para decir que podemos hacer tal o cual proyecto”, reflexionó.
La celebración de las bodas de plata de la Casa del Niño Madre Teresa de Calcuta en Río Grande es, en palabras de Silvia Chedrese, un testimonio de resiliencia, solidaridad y compromiso con las familias locales.
La institución continúa buscando opciones para ampliar su oferta educativa y de servicio, con el objetivo de mantener por un legado de solidaridad para la ciudad.
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