En el segmento “De chicos que crecen” del programa “Un Gran Día” que se emite por ((La 97)) Radio Fueguina, Romina Leguizamón compartió su historia de vida, marcada por una pasión desde muy pequeña por las letras y un compromiso inquebrantable con la educación y el conocimiento.
Romina reveló que “yo desde muy pequeña empecé a leer y a escribir porque tuve una madre que se dedicó en la infancia a, por así decirlo, tenernos cortitos con el tema del estudio, muy dedicada. Y yo era muy curiosa, así que, ese tipo de 4 años y pico, ya quería saber leer y escribir. Mi mamá me sentó y me empezó a enseñar. En primer grado, empecé ya sabiendo leer y escribir y siempre tuve mejor promedio. En esa época, en Río Grande, en la escuela primaria Senadores Fueguinos, la escuela 26 ubicada en Chacra IV, quisieron pasarme a tercer grado porque estaba muy estimulada”.
“Nosotros somos tres hermanos. Entonces, nos íbamos caminando, primero cuando éramos muy chiquitos, mi mamá nos acompañaba tanto de ida como de vuelta. Después, ya no, nos manejábamos solos. Como yo era la mayor, íbamos juntos los tres. En esa zona había mucho descampado cerca del gimnasio Muriel. Íbamos caminando, llenos de barro y muchas veces de nieve. A mí no me gustaba faltar a la escuela. Creo que me quedé en la escuela eternamente”.
Su vínculo con la secundaría fue igualmente importante: “En la secundaria tuve profesores muy buenos y una profesora a quien admiro mucho y que hace muchos años que no la veo, Alicia Fuertes, con quien tengo un cariño especial. Creo que ella me contagió ese amor, ese cariño por las letras”.

Romina confesó que, aunque le gustaban las matemáticas, decidió orientar su camino hacia las lenguas, y así cursó un profesorado en Lengua y Literatura en la UTN. “Estuve un año y medio, pero no me vi enseñando matemáticas, así que decidí cambiarme a lengua, porque en lenguas también me iba bien y admiraba a una profesora”, señaló.
Su amor por la lectura es una constante en su vida. “Leo desde que tengo uso de razón. No sé cuánto he leído, pero leo muchísimo. Es un hábito, un estilo de vida. Necesito tener ese contacto todos los días, como un atleta con el deporte -expuso-. Es un hábito que genera disciplina”.
Se tituló en la UTN con un promedio de 10 en la materia de filología latina —latín—, y relató cómo fue su último examen. “Me acuerdo que la última materia fue filología latina. No le había dicho a nadie, ni a mi familia, porque tenía temor de que me vaya mal. El decano de la facultad, Mario Ferreira, vino a saludarme y a felicitarme. Después, vinieron mi familia con huevos y harina, y supe que no quedaba ahí, porque creo que la escuela es mi vida y la escuela implica un compromiso de por vida. Hay que actualizar saberes constantemente”.
Su historia de esfuerzo continúa hasta hoy, ya que combina la docencia con estudios en constante perfeccionamiento. “Estoy haciendo una maestría en estudios clásicos en la UBA, en la que fui admitida y soy la única docente de Tierra del Fuego y de la Patagonia en esa especialidad. Espero terminarla en un año y medio”, comparte con entusiasmo.
Su gran sueño, afirmó, es “ser doctora en letras, científica del idioma, conocedora ampliamente del idioma”.
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