En el segmento “Chicos que crecen” del programa “Un Gran Día” de ((La 97)) Radio Fueguina, Alma Martinengo, profesora de música con especialización en guitarra, comparte su historia personal y profesional.
Alma narra que la música fue una presencia natural en su vida desde sus primeros años. “Se fue dando de manera natural y en mi familia, siempre hubo música y músicos.” Su abuelo materno fue el primer eje de esa herencia musical, ya que Alma destacó que se dedicó a la guitarra, una herencia que también fue dada a su padre.

El ambiente hogareño hizo que el instrumento de cuerdas sea un objeto deseable, un anhelo que la acompañó desde que tuvo conciencia. A su vez, el momento decisivo, referido en clave de vocación, se fue delineando en el cruce entre oficio y pasión.
“Me acuerdo una vez, puntualmente, en el colegio Centro Polivalente de Arte, de entrar a una clase de lenguaje municipal y ver al profe y ver lo que hacía en la clase y decir yo tengo que trabajar de esto.” Esa chispa, que para Alma fue más que una intuición, fue el motor de su trayectoria educativa.
Su camino formativo mostró una apertura hacia oportunidades que no siempre estaban a la vista. En su relato, afirma que “en realidad para el título formal del trabajo que yo hago ahora en educación en ese momento no existía la oferta académica,” pero con el tiempo la provincia de Tierra del Fuego fue ampliando su oferta para profesorado de música.

No obstante, Alma encontró la vía a través de una propuesta familiar que la llevó a Olavarría, en la provincia de Buenos Aires. “Una tía en Azul me dijo que venga a vivir con ella y me habló de estudiar en Olavarría, gracias a eso tuve la oportunidad de ser profe de música”, remarcó.
La experiencia en Azul marcó una etapa de adaptación y descubrimiento: sin ser una capital, la ciudad ofrecía un entorno distinto, alejado de las grandes urbes, que permitió a Alma “lanzarse a lo nuevo” y forjar su lugar.
En Río Grande, su registro de infancia se extiende a dos jardines de infancia y una secuencia de escuelas que recorren desde el barrio Mutual hasta Chacra IV, con un descubrimiento temprano de su gusto musical que se consolidó en la secundaria y, finalmente, en el conservatorio.
La formación superior llevó a Alma a estudiar en el Conservatorio de Olavarría, donde completó la carrera de profesorado del instrumento y se graduó en 2021. Posteriormente, amplió horizontes en el Conservatorio de Mar del Plata, con una especialización que continúa en curso.
“Viajo cada tanto a Mar del Plata y curso, estoy haciendo algunas materias y todavía no la termino”, señaló. Su ambición académica es un reflejo de su compromiso con la educación musical de las nuevas generaciones.

La voz de Alma, que comparte con claridad su experiencia pedagógica y su visión de la enseñanza de la guitarra, enfatiza que la formación no sólo se mide en notas técnicas, sino en la capacidad de convertirse en el reflejo de una disciplina que se desarrolla, de una actividad que se ama, de una forma de existencia que inspira, para quizás contagiar como otros docentes a cada estudiante en su propio viaje musical.
Su historia, contada con honestidad, subraya la importancia de un sistema educativo que permita a los docentes crecer, sin perder la sensibilidad hacia la música como lenguaje universal.
Alma Martinengo, con su guitarra al hombro y su vocación a cuestas, emerge como una figura clave en el paisaje musical y educativo de Tierra del Fuego, alguien que continúa enseñando, aprendiendo y transmitiendo el sentido profundo de lo artístico como camino de vida.

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