Desde sus primeros días en la escuela 21, en Río Grande, la trayectoria de Ana Zsilavecz quedó marcada por la pasión por lo humano y lo social.
«Mi recorrido fue por la escuela 21 en la primaria, que fue muy hermosa y siempre me acuerdo de mis maestras”, relató, y agregó que “fui a La Misión también dos años y después de ahí me cambié al colegio Don Bosco. Mi padre era docente, así que siempre estuve más tirada hacia lo humanístico y lo social», comentó la Licenciada en Trabajo Social en el segmento “Chicos que crecen” del programa “Un gran día” que se emite por ((La 97)) Radio Fueguina.

Su formación fue un proceso natural de cercanía con las causas sociales. «Yo estaba muy en la disyuntiva si estudiaba Psicología, porque mi abuelo materno era psicólogo y él fue como mucha inspiración para mí, para decidir mi camino laboral y profesional. La otra opción era Trabajo Social, y finalmente me decidí por trabajo social».
Desde temprana edad, Ana supo que su vocación estaba ligada a ayudar y a entender los derechos y necesidades de la gente.

Con 18 años, decidió comenzar sus estudios en la Universidad Pública de Córdoba. «Nosotros somos la mayoría de allá, tengo familia allá también, así que hacia ahí fui», explicó.
La facultad, dependiente en aquel entonces de la Facultad de Ciencias Sociales, fue el lugar donde pasó los años más importantes de su vida. «Cada vez que vuelvo a Córdoba me paso de nuevo, porque ahí fueron los mejores años de mi vida», afirmó con nostalgia.
El camino en el ámbito del trabajo social no fue sencillo. «Lleva mucho tiempo, teníamos muchas materias y además desde primer año tenemos prácticas profesionales. Era cursar materias y a su vez también hacer las prácticas, así que solo me permitía estudiar».

Agradece el apoyo de sus padres, quienes la enviaron exclusivamente a estudiar, y resalta que «tuve ese privilegio porque la realidad es que estudiar solamente sin tener que preocuparse por trabajar es un lujo».
Además, remarca la importancia de contar con buenos amigos: «Tuve un grupo de amigas espectacular en la facultad, y con una compañera que todavía es mi amiga nos encontramos en Córdoba, hicimos la tesis juntas, y eso fue muy importante para transitar ese momento lejos de la familia».
La influencia en su vocación, señaló Ana, fue algo casi genético. «La tengo desde chiquita, creo que es un poco por genética. Mi abuelo era psicólogo y director de un Instituto de Menores en Buenos Aires y Córdoba. Mi padres son docentes y en mi casa siempre estuvo llena de chicos y chicas que iban a clases particulares. Eso lo aprendí y lo naturalicé desde muy pequeña y la vida me fue llevando a elegir algo social».

Al reflexionar sobre la elección entre psicología y trabajo social, Ana explicó que «en principio quería Psicología, pero cuando vi Trabajo Social q,e era mucho más amplio, que me permitía estar en contacto con las necesidades y derechos de la gente, entendí que era por ahí».
Para ella, el trabajo social tiene una dimensión comunitaria y encuentra en él su mayor belleza. «Lo he descubierto hace un par de años, y en lo personal, es un trabajo hermoso», expuso.
Tras recibirse en 2016, Ana volvió a Río Grande con la convicción de devolver a la comunidad lo que ella misma recibió. «Mi familia está acá, hemos construido nuestra vida y hogar en la isla. A pesar de las adversidades, el clima y otros factores, yo estoy muy tranquila y la isla me ha dado mucho en mi crecimiento personal y profesional. Nunca dudé en volverme», afirmó con orgullo.
Hoy, como reconocida profesional en Trabajo Social, Ana Zsilavecz representa el compromiso y la pasión por su tierra y su comunidad, reafirmando que las raíces y las convicciones firmes pueden mantener vivo el sentido de pertenencia y el deseo de colaborar en el crecimiento de su tierra natal.
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