En Río Grande, la obesidad infantil ha alcanzado cifras alarmantes, comenzando en los niños desde los cuatro años, una problemática que requiere atención urgente y acciones concretas. La combinación de malos hábitos alimenticios, sedentarismo y el impacto de la virtualidad ha generado un escenario en que este problema empieza a verse con más frecuencia en los consultorios pediátricos. Entre un 30% y un 50% de los niños con sobrepeso.
La Dra. Yanina Montenegro, pediatra y referente de CONIN, explicó en el programa radial “Un Gran Día” emitido en ((La 97)) Radio Fueguina, que la situación es cada vez más preocupante. La especialista aseguró que “acá, en el consultorio, encontramos niños desde los 3 años con sobrepeso, de los cuales no se puede creer la realidad”.
Montenegro agregó que en Río Grande, en los relevamientos realizados, “el martes nos juntamos con 24 familias (por desnutrición) y el jueves tuvimos a 29 niños (por sobrepeso). Ahora en el consultorio, el tema del sobrepeso y la obesidad se ve mucho más claramente”, y advirtió que “lamentablemente hay mucha obesidad y uno lo ve en la guardia, en consultorio, en cualquier lugar, en el día a día”.
De acuerdo a su evaluación, “aproximadamente entre el 30% o el 50% de los niños que uno ve en esa franja son obesos, la mitad de ellos”, sostuvo. Y resaltó que “llegamos a completar un cupo en los programas que realizamos, porque hay muchos niños en edad de 6 a 12 años, y no queremos que se sume más para poder brindarles una atención de calidad”.
En cuanto a las causas, Montenegro puntualizó que “los niños no hacen deporte, a pesar de que en Río Grande hay muchas áreas para ello. La mayoría de los chicos llega a su casa después del colegio y se queda con el celular o la televisión; no hacen actividad física”.
También achacó a los hábitos alimenticios la gran responsabilidad, señalando que “el consumo de comidas calóricas, azúcar y harinas en galletitas, caramelos, alfajores y bebidas azucaradas sigue siendo muy alto. Aunque en los últimos tiempos ha bajado un poco por el aumento de los precios, sigue siendo muy frecuente”.Montenegro también resaltó que “en las escuelas, en los kioscos, también hay cosas que no son saludables”. A eso se suma que “todos tienen Play o celulares desde los 5 años, y el tiempo de pantalla se ha disparado para todos”.
Desde abril de este año, en Río Grande se implementó este programa dirigido a niños de entre 6 y 12 años con sobrepeso u obesidad, que desde el comienzo ha llenado rápidamente su cupo.
Montenegro explicó que “los dividimos en tres grupos y con profesionales vamos rotando las actividades, incluyendo talleres lúdicos, artísticos, música, psicología y nutrición”.
El plan también contempla el trabajo con los padres, una vez al mes, en encuentros con psicólogos y nutricionistas, con el objetivo de promover cambios en los hábitos familiares y modificar conductas que impactan en la salud de los niños.
“Queremos que los padres se involucren más en las decisiones alimentarias y en promover que sus hijos hagan deporte. La idea es una intervención integral que cambie la vida de estos pequeños”, remarcó la pediatra.
El papel del sistema y la urgencia de la prevención
Montenegro enfatizó que “el problema no solo está en la alimentación y la falta de actividad, sino también en la desatención del sistema de salud y la poca prevención. La obesidad infantil, si no se atiende a tiempo y de manera adecuada, puede derivar en problemas de salud graves en la adultez, como hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares”.
Por eso, insistió en que “es fundamental que los niños acudan al pediatra regularmente, que se controle su peso y talla, y que los adultos tomen conciencia de la importancia de un estilo de vida saludable desde temprana edad”.
Una realidad que requiere intervención inmediata
La situación en Río Grande refleja una problemática que trasciende la salud individual y afecta a toda la comunidad. La obesidad infantil no solo impacta en el bienestar físico de los niños, sino que también tiene consecuencias psicológicas y sociales, como el bullying y la baja autoestima, que Montenegro señala que “hay que trabajar también en ese aspecto, acompañando a los niños en su salud emocional”.
La combinación de malos hábitos, falta de espacios y programas adecuados, y la escasa participación familiar, hacen que la tarea sea más difícil. Sin embargo, la iniciativa de los profesionales y las instituciones locales, como en este caso CONIN, donde se realizan programas que involucran a las familias y los niños, son un paso en la dirección correcta.
Es imperativo que toda la comunidad, desde las autoridades hasta los propios padres, tome conciencia de la gravedad del problema y actúe en conjunto para revertir esta tendencia. La salud de los niños de Río Grande, y de su futuro, está en juego.
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