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¿Cuántos quedan?

Teléfonos públicos: se extinguen, son objeto de culto y en la web se venden a $60.000

La masificación de la telefonía móvil a mediados de la década del 2000 fue una de las principales causas de su progresiva desaparición del espacio público.

Un total de 8.100 teléfonos públicos quedan disponibles en el país distribuidos en hospitales, shoppings y estaciones de trenes, utilizados más para la foto turística o la selfie que para su función original de comunicación, pero ahora se transformaron en un objeto de culto para los coleccionistas que llegan a ofrecerlos por hasta 60.000 pesos en los sitios de venta online e incluso se alquilan por 50.000 pesos por semana.

La masificación de la telefonía móvil a mediados de la década del 2000 fue una de las principales causas de su progresiva desaparición del espacio público de estos artefactos, reduciendo su presencia a solo 8.100 artefactos, según un informe realizado este año por la Dirección Nacional de Desarrollo de la Competencia en Redes y Servicios, organismo dependiente del Ente Nacional de Comunicación (Enacom).

En la Ciudad de Buenos Aires, «hay menos de 50 teléfonos públicos, si se tienen en cuenta locutorios y kioskos que siguen prestando el servicio», según informaron a Télam fuentes de las empresarias prestatarias Telecom y Movistar.

Las famosas cabinas ya casi ni se ven en la vía pública y las que aún funcionan están en las terminales de trenes, hospitales o shoppings, según indicaron desde las empresas. Además, desde 2005 hay un programa de retiro de estos dispositivos por parte del Gobierno porteño y las prestatarias cuando generan perjuicios a los vecinos o son vandalizados.

Así, muchas de ellas terminaron en manos de recicladores de artefactos tecnológicos, quienes se encargan de restaurar, reparar o fundir estos materiales, como el caso de Juan Martin Ravettini, creador de Qué Reciclo.

«Hoy en día los teléfonos públicos tienen un valor de reinserción como material para coleccionistas, que cuando los adquieren pueden utilizarlo como un teléfono común y corriente», remarcó Ravettini.

También muchos de los elementos que componían las cabinas, fundamentalmente metal y plástico, fueron «fundidos para ser reutilizados», agregó.

En la actualidad, los viejos teléfonos públicos pueden adquirirse en sitios de internet a precios que varían de acuerdo a su estado de conservación: van desde los $7.000 a los $60.000.

Como ejemplo, el usuario de MercadoLibre Zalatti Antiguedades ofrece en alquiler una «Cabina Entel inmaculada. Locación para películas y propagandas» a 50.000 pesos por semana, pero no la vende.

Los primeros teléfonos públicos se instalaron en la Ciudad de Buenos Aires en la década del ‘30, cuando se produjo la interconexión de todas las redes telefónicas existentes en el país y permitió que la mayoría de los usuarios tuvieran la capacidad de comunicarse entre sí, aunque aún en forma limitada porque la cantidad de dispositivos disponibles en las casas era escaso.

Según José Luis Fernández, semiólogo, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires, «era todo un hito para la época si una familia tenía un teléfono fijo, porque era un bien completamente escaso y eso infería también en el precio de las casas. Una casa con teléfono era mucho más cara que otra sin el servicio».

En 1937, la Compañía de la Unión Telefónica instaló decenas de cabinas telefónicas con material aislante en algunos puntos de CABA, como Caballito, el microcentro, Retiro y Once para preservar la privacidad de las conversaciones.

El semiólogo recordó que un usuario de telefonía pública podía «esperar horas hasta poder comunicarse debido a la alta demanda de las personas para consumir el servicio».

A mediados de la década del ‘70, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel) realizó una instalación masiva de teléfonos públicos en las principales ciudades del país, lo cual transformó a este dispositivo en un elementó más de la arquitectura urbana.

A principio de la década de los ‘90, Entel fue privatizado por el Gobierno de Carlos Menem y en la zona del AMBA las empresas concesionarias duplicaron las cabinas telefónicas en la vía pública, que se convirtieron en un «espacio de interconexión entre lo urbano y lo interindividual», remarcó Fernández.

“Era una señal de que la sociedad necesitaba estar comunicado con más frecuencia y era una antesala de la necesidad de un teléfono celular», consideró el semiólogo.

En los primeros años del 2000, el aumento de la cantidad de usuarios de telefonía móvil provocó también una caída en el consumo de estos dispositivos de uso público.

Los datos del Enacom reflejan que desde 2014 al primer trimestre de este año la presencia de estos teléfonos disminuyó casi un 35%, al caer de 12.831 a 8.100. Si se agrega la categoría de teléfonos semi-públicos y locutorios y cabinas, el descenso supera el el 60% en el mismo período, de 78.458 a 30.967.

«Con el auge de la telefonía móvil no era necesario estar estacionado en un espacio. La aparición de la telefonía móvil genero una revolución total sobre la vivencia en el espacio urbano, debido a que cualquier caminante puede producir mensajes desde cualquier lugar», remarcó el semiólogo.

Uno de los pocos teléfonos públicos que persisten en la Ciudad de Buenos Aires está ubicado en el Paseo Imperial, ubicado en Avenida Corrientes 2.513, en el barrio de Monserrat, en donde el artefacto ubicado en el centro del espacio comercial pasa desapercibido entre las decenas de personas que visitan el lugar por día.

«Muchos le sacan una foto como recuerdo de lo que fue, pero nunca vi a nadie que lo haya usado», afirmó una comerciante del lugar.

Otra de las que sigue en pie está en la esquina de Roberto Ortiz y Quintana, en el barrio porteño de Recoleta, pero ya transformada en la clásica cabina roja inglesa que, en desuso, se convirtió en una de las atracciones turísticas del lugar.

(Franco Ojeda/Télam)

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