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Psicología

El arte de dejar ir

En la columna del programa radial «Un Gran Día», la licenciada en Psicología, Jorgelina Esandi, nos trae esta semana una reflexión sobre la capacidad de «soltar las amarras» emocionales para liberarnos del estrés.

El famoso psicólogo y escritor Walter Riso dice lo siguiente: “Todo pasa, todo transcurre.  Habitamos la incertidumbre y nuestra estrategia en la vida tiene que ir en la línea de la improvisación porque somos seres móviles tratando de ajustarnos a escenarios abiertos que nunca se terminan de resolver definitivamente. Debemos ser flexibles y no pegarnos ciegamente a nada. Las cosas que tenemos, las personas que amamos algún día, van a desaparecer. Nada es tuyo, la vida te lo alquila, te lo presta para que lo disfrutes mientras lo tienes”.

Según este psicólogo, la ilusión de permanencia es la barrera que nos impide aprender a desapegarnos, es decir a dejar ir lo que ya no nos pertenece. Cuando nosotros somos capaces de afirmar con decisión “esto se terminó, ya es suficiente o basta”, podemos tener la certeza de que hemos aprendido a soltar lo que hace tiempo dejó de ser, lo que ya no funciona y que, en definitiva, no nos genera felicidad.

Los expertos llaman a esta virtud “la sabiduría de la extinción” y, como todo saber, suele requerir análisis, práctica, tiempo y sobre todo la firme determinación de conseguirlo. Quienes más quienes menos nos hemos visto envueltos en alguna ocasión de la vida en las situaciones donde, por ejemplo, deseamos volver a encontrarnos con alguna persona que ya se fue. Igualmente, estamos viviendo una situación de apego cuando ponemos todo de nuestra parte para permanecer, por ejemplo, en un trabajo que nunca nos ayudó a realizarnos o que no nos aporta un beneficio.

Algunos monjes budistas explican que cuando la mente se aferra a alguien o algo eso nos genera miedo. Por esa razón muchas personas tienen relaciones tóxicas o se resisten a aceptar, por ejemplo, que su empleo que le genera dinero no les está generando felicidad. 

Es importante es el arte de dejar ir, que tiene que ver con ser capaces de soltar amarras, siempre bajo la firme autodeterminación de dejar que las cosas, que las personas, fluyan a través de nuestra vida, de huir del estancamiento, de la necesidad de control, de la obsesión que tenemos a veces por las relaciones y porque las circunstancias funcionen sí o sí, independientemente de si nos hacen bien, nos hacen mal o nos cuestan un montón sostenerlas. 

Como no podía ser de otra forma, está obstinación está dirigida al ego, esa parte del ser humano que se mueve en las aguas de la dominación, la resistencia, preocupación y por supuesto el miedo y la inseguridad. Siendo justos, estas dos premisas que mueven a cualquiera que se resiste abandonar lo que sabe que no le hace bien, lo que sabe que a menor o largo plazo no lo va a ayudar a crecer. 

Salir de Las garras de Lego implica estar un paso más cerca de la verdadera autonomía afectiva y de lo que estamos hablando cada semana: de poder liberarnos del estrés.

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