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Dolor por la partida de “Changuito”, pionero de los peluqueros riograndenses

Un emotivo posteo del periodista Miguel Vázquez ofició de despedida a quien ejerciera el oficio durante más de 50 años en nuestra ciudad. Cayetano “Changuito” Salazar tenía 79 años.

Cayetano “Changuito” Salazar nació en la provincia de Tucumán en 1941 y en 1962 ya era un vecino más de Río Grande.  Llegaba decidido a ejercer el oficio de peluquero porque en el pueblo del norte fueguino “hacían falta”.

Primero a domicilio y luego en un local propio, comenzó la actividad que, hasta ayer, lo tuvo como el peluquero más antiguo de Río Grande. Cortó el pelo y compartió historias por más de 50 años, convirtiéndose en referencia obligada para quienes necesitaban un corte, pero particularmente para los niños por su trato especial y amable.

El coronavirus sentenció su partida. Lo lloran muchos, por su bonhomía y por su trayectoria como profesional y como amigo de todos. El periodista Miguel Vazquez publicó una emotiva despedida en su Facebook, que compartimos aquí. Adiós a “El Changuito”, el peluquero más popular de Río Grande por más de medio siglo.

 

El amigo del espejo

Hoy, con mucha tristeza, despedimos a Cayetano “Changuito” Salazar, mi amigo del espejo, es que fue así como mantuvimos casi todas nuestras charlas a lo largo de 30 años, por mi parte sentado en el sillón de su peluquería de calle Perito Moreno, hablándole a su figura reflejada allí y él haciendo su trabajo, al que amó de tal manera que no tuvo inconveniente algún domingo en acomodar mis rulos de otra época, si es que me urgía alguna presentación escénica.

Dios te reciba a su lado Chango y les dé consuelo a tus hijos, nietos, demás familiares y amigos…

Les comparto su historia en un reportaje que tuve la oportunidad de hacerle y que fue publicado en diario El Sureño del 27 de julio del año 2000.

Por una cabeza

Cayetano Nicolás Salazar es peluquero, uno de los más antiguos que todavía sigue en actividad. Es más conocido por su apodo de ‘Changuito’. Con una gran vitalidad, pone toda su buena onda para que el cliente sienta todavía la cordialidad pueblerina.  Su peluquería es un lugar de encuentro, de saber lo cotidiano y en más de una ocasión sirve de confesionario, porque algunos ponen a disposición del Chango, no sólo la estética superflua de su pelambre, sino también lo profundo e intrincado de su pensamiento humano.

¿Qué hacía en su Aguilares natal?

Hice de todo, más que nada ayudaba a mi viejo en la peluquería, con él di mis primeros pasos en esta profesión cuando tenía unos 14 años, él era oficial peluquero y trabajaba con un señor Sosa.

¿Cómo llega a Río Grande?

Yo hice la colimba en Córdoba en la Escuela de Infantería y después del Regimiento 14 me pasaron a la Cárcel del Campo la Rivera, en el Barrio de San Vicente, también en Córdoba, y en el año 62 me trajo mi cuñado Pedro Nieva a Río Grande, él todavía vive acá, trabajaba en esa época con la empresa Trefaud, haciendo la ruta 3, allá en el Paso Garibaldi, me dijo que en Río Grande hacían falta peluqueros y me vine, yo no había viajado nunca en avión y vinimos primero a Río Gallegos, y de ahí a Río Grande vinimos en  un DC3, la pista acá era de tierra, el mareo me duró como cuatro días, me mató. Al frío me acostumbré bastante rápido, a pesar de que era bravo, en esa época llegaba a veces hasta 25 grados bajo cero, se escarchaba el gas, el agua, para caminar era difícil, había que aprender a caminar de nuevo, era una época dura. En Río Grande cuando vine había muy pocas cosas, casitas eran pocas, acá donde estoy ahora en la calle Perito Moreno le decían Barrio La Vega, porque eran todos ranchitos, muy humildes, y nadie quería venir acá y yo me instalé acá, al principio alquilaba en la casa de Lucho Uros y luego compré el terreno casi al frente del Club O’Higgins, a un señor Celestino Chamorro, un ex guardia cárcel, a él le estoy muy agradecido también, me  vendió este  terreno en 35 pesos y me dijo que se lo pagara  en cómodas cuotas, mi primera casita era de chapa ondalí, de a poco la fui modificando hasta lo que es hoy la casa y la peluquería.

¿Qué recuerda de esa época?

Había bailes en los clubes, la gente era más tranquila, era todo más familiar, más amigable, ahora cada uno está en lo suyo.

¿Siempre trabajó en forma independiente o tuvo otros trabajos?

Cuando llegué trabajé en la obra del aeropuerto que se estaba comenzando a construir, trabajé con un ingeniero cuando era todo campo y estaban nivelando para construir la pista. En peluquería comencé a trabajar con el peluquero Ulloa, le decían de apodo ‘Zapatilla’, un muy buen tipo, me dio una mano muy grande, luego empecé a trabajar solo y me vine a este sector.

También trabajé en la Policía, el comisario García que estaba en ese tiempo me dijo que necesitaban un peluquero y si quería entrar, le dije que sí y estuve 11 años, en ese tiempo trabajaba haciendo peluquería, hacía algunas guardias, estaba en el Casino, y cuando llegué a Cabo Primero me fui y me dediqué exclusivamente a lo mío, porque no me daba el tiempo para trabajar en los dos lados y pedí la baja.

¿Pasó mucha gente por la peluquería?

Sí, pasó mucha gente de todas las provincias, muchos se quedaron, otros se fueron, otros murieron, en fin… pero de los clientes siguen viniendo los hijos, o los nietos, es como una cadena, tengo clientes de hace mucho tiempo, hay varios, como Antuco Vicic, Chino Garcerán, un tornero de la calle Alberdi, la verdad que no memorizo, pero son varios.

Este un lugar donde se cuentan muchas historias, ¿verdad?

Sí, exactamente, mucha gente viene a cortarse el pelo y me cuentan muchas cosas, soy algo así como un confesor, vienen y te dicen me pasó esto, o qué opinás Chango, qué hago, y uno le da su parecer, su opinión para que pueda salir de su problema, por supuesto que siempre trato de decirle lo que me parece mejor para ellos, nunca algo malo o algo por el estilo.

¿De dónde viene el apodo de Chango?

En ese tiempo trabajaba mucha gente en YPF del norte del país, salteños, santiagueños, tucumanos, cordobeses y la peluquería no tenía nombre y yo le preguntaba a los clientes: ‘che, qué nombre le puedo poner a la peluquería’, y me decían: ‘por qué no le ponés El Chango, en honor a los changuitos fueguinos y a los del norte’, y quedó bautizado así, yo no tenía sobrenombre y ahora con los años que lleva la peluquería que debe tener patente del año 1968 y tiene un cartel con ese nombre, me dicen Chango o Changuito.

Alguna anécdota…

Hubo una época en que había mucha gente y un día comencé a trabajar y seguí de corrido y estuve hasta más de las dos de la mañana y quedé con las piernas duras, al otro día no me podía levantar, creo que debo haber batido un récord, pero dije nunca más, creo que lo hice porque en esa época había mucha gente y no tantos peluqueros como ahora.

¿Por qué cree que la gente sigue viniendo a su peluquería?

Creo que sigue viniendo por la atención que uno le da, a pesar que hay muchas, siempre hay trabajo, no es para decir que hay una barbaridad, pero hay mucha gente que ya se acostumbró a esta peluquería. Será también que la gente se da cuenta que uno al oficio lo quiere y tratar de hacerlo bien, no hay que hacerlo por el hecho de ganar plata y nada más.

¿Usted siguió por tradición la profesión?

Creo que sí, uno siguió los pasos que me enseñó mi viejo, y porque me gustó el oficio, trato de hacerlo lo mejor posible, pero cuando empecé en Tucumán a varios los ‘asesiné’, a cualquiera se le puede ir la tijera, y creo que también va a seguir siendo una tradición de familia porque mi hijo Marcelo sigue esta profesión y mi nieto parece que quiere aprender peluquería, eso me gustaría verlo concretado. Me gustaría seguir en la profesión por muchos años más, a pesar de que no soy un pibe todos los días me levanto con ganas de trabajar, hay que estar con fuerzas en las piernas, en buen estado físico para trabajar muchas horas parado, pero me siento bien y trato de trasmitir eso a mis clientes, sobre todo buena onda.

¿Usted sigue la costumbre de los peluqueros de no trabajar los lunes?

Eso es una tradición, pero yo trabajo los lunes y si alguien necesita también he cortado los domingos, si no tengo nada que hacer me pongo medio histérico y tengo que hacer algo, entonces atiendo la peluquería.

Ficha personal

Cayetano Nicolás Salazar nació el 7 de agosto de 1941 en Aguilares, Departamento Río Chico, al sur de la provincia de Tucumán.  Está casado, tiene dos hijos y cuatro nietos. Es hincha fanático de Racing, «de chiquito me gustó Racing, una vez lo vi Campeón, creo que fue contra el Celtic, pero lo traicioné a Racing porque hace un mes atrás me hice hincha de Boca por un rato cuando jugaron contra los brasileros, después volví a ser hincha de Racing, eso no lo cambio». Como deportista tuvo una incursión en el automovilismo, «lo hice con un Fiat 128 color azul mediterráneo, en ese tiempo hicieron una carrera y me invitaron a participar, me preparó el auto don Juan Vicic que estaba en la Av. Belgrano, se corría por Belgrano, frente a los Bomberos, se pasa¬ba por la Perito Moreno, el Batallón y se salía a la playa, en ese tiempo salí cuarto, me acuerdo que corría Miriam Alamo, que se dio una piña bárbara, también Chamaco Susñar, y de los otros no me acuerdo, esa fue toda mi incursión en el automovilismo, me gustó, pero salía caro».

 

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