La ciudad de Río Grande no cuenta con una legislación que prevea un cementerio para mascotas o animales domésticos, como en otras regiones del mundo.
Hubo un proyecto en el año 2013 que nunca prosperó, hasta que finalmente fue enviado a archivo en abril de 2016.
Como sucede tantas veces, los vecinos se encargaron de concretar lo que el Estado no define. Es así que una recorrida por la zona de cabo Domingo permite toparse con un auténtico y muy ordenado cementerio para mascotas, de dimensiones considerables y con detalles que sorprenden si se considera su carácter de “clandestino”.
Claramente, el lugar (situado a unos 50 metros del mar, entre la zona de cabo Domingo y la escollera inconclusa) está siendo mantenido, despejado de basura y con cruces y piedras que limitan perfectamente cada enterramiento.
Menciones a perros y gatos que alguna vez han alegrado y acompañado a familias de nuestra ciudad, están enterrados en unas 20 fosas que pueden encontrarse, con cruces con sus nombres y fecha de deceso, y hasta alguna placa de bronce con inscripciones a modo de lápida.
No es nuevo, hay tumbas que datan de varios años atrás, pero el crecimiento ha sido notable en los últimos meses.
Recuerdos como almohadones o juguetes acompañan las tumbas, terminando de formar un cuadro de “cristianas” sepulturas para los animales que alguna vez han sido parte de alguna familia.
Los expertos en Derecho dicen que la costumbre, la cultura y/o el folclore son fuente fundamental de la formación de leyes y normas. Probablemente, a la vista de la realidad, los concejales de Río Grande decidan que sí hace falta un cementerio para animales en la ciudad y rescaten del archivo la idea que alguna vez estuvo en debate.
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