El 9 de septiembre de 1979 falleció Ricardo Balbín. Tenía 77 años.
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A 39 años de la muerte de Ricardo Balbín

Fue uno de los más destacados dirigentes de la Unión Cívica Radical por varias décadas. Ejemplo de político íntegro, democrático y dialoguista en toda circunstancia. Falleció el 9 de setiembre de 1981.

“Este viejo adversario despide a un amigo”, pronunció Ricardo Balbín en el funeral de Juan Domingo Perón (1 de julio de 1974), palabras que quedarían por siempre en la memoria colectiva.

Esta despedida, de altísima carga simbólica, posiblemente sea producto –analizarían tiempo después los estudiosos de la política)- del conocido Proceso de Reconciliación Nacional, iniciado dos años antes de la muerte del General. En aquel entonces, Perón se encontraba regresando a la Argentina y, aunque ambos habían sido enemigos políticos acérrimos, tuvieron la grandeza de acercarse y dejar de lado sus diferencias personales en pos de la Unidad Nacional.

“No se trató de un discurso circunstancial, sino de un verdadero planteo político”, sentencian los analistas.

Ese fue Ricardo Balbín, un referente del pacifismo y del llamado al diálogo en años de profundas (y trágicas)  divisiones políticas y sociales en la Argentina.

Nacido en Buenos Aires el 29 de junio de 1904, político y abogado, Ricardo Balbín fue uno de los máximos dirigentes de la Unión Cívica Radical (UCR) durante varias décadas.

Inició su actividad en la provincia de Buenos Aires, en abril de 1931, como candidato a diputado. En 1945, fue uno de los impulsores del Movimiento de Intransigencia y Renovación.

Desde 1946, durante el primer gobierno peronista, presidió el bloque radical de diputados nacionales, conocido como bloque de los 44. Su fuerte oposición llevó al gobierno a encarcelarlo, luego de ser privado de sus fueros por la Cámara de Diputados. Entre 1949 y 1950, estuvo preso en dos ocasiones.

Luego de ser indultado, en 1951, integró con Arturo Frondizi la fórmula presidencial de la UCR, que perdió por amplio margen contra la del peronismo. En 1954, volvió a prisión y, un año más tarde, apoyó a la Revolución Libertadora. Al dividirse el partido, en 1956, fundó la Unión Cívica Radical del Pueblo, menos proclive a un acercamiento con el peronismo.

En 1958, fue candidato a presidente, junto a Santiago del Castillo, y fue derrotado por Arturo Frondizi, candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente. En 1959, fue elegido presidente del Comité Nacional del radicalismo, cargo que mantuvo hasta su muerte.

En 1963, apoyó la candidatura presidencial de Arturo Illia, quien resultó electo.

En 1972, fundó Línea Nacional, agrupación interna que venció a la encabezada por Raúl Alfonsín. En 1973, fue dos veces candidato a presidente, acompañado, primero, por Eduardo Gammond y, luego, por Fernando de la Rúa. En ambas, fue derrotado por el FREJULI, cuyos candidatos fueron sucesivamente Héctor J. Cámpora y Juan Domingo Perón.

Aunque nunca ocupó un cargo ejecutivo, su influencia como líder principal del radicalismo fue considerable. Fue uno de los impulsores de La hora del pueblo, en los primeros años de la década de 1970, y de los acuerdos políticos con las principales fuerzas que nucleó Perón para pacificar el país en 1973 y 1974. La reconciliación con Perón, sellada en un famoso abrazo, en noviembre de 1972, y sus palabras en el velatorio de este fueron gestos con los que contribuyó a aplacar las tensiones políticas y sociales, aunque no bastaron para impedir que la situación desembocara en el golpe de marzo de 1976.

En 1980, fue uno de los impulsores de la Multipartidaria, que trabajó en la búsqueda de una salida democrática.

Falleció en La Plata, el 9 de septiembre de 1981.

 

Ricardo Balbín en frases:

 

La democracia discute y sus crisis y las crisis de sus partidos son de carácter creador.

En el país se produce un simple cambio de oligarquías; pero lo fundamental es que ese cambio en esencia no significa sino el fortalecimiento del capital, en desmedro de los intereses obreros.

Alguna vez se dijo, glosando a Yrigoyen, que había que empezar de nuevo. Empezar de nuevo a mi juicio es detenerse un poco en la marcha, para reconstruir las filas y hacer balance de circunstancias.

¡A veces es necesario que entren algunos dignos y libres a la cárcel para conocer dónde irán después los delincuentes de la República!

Los pueblos sin armas pero con convicciones de paz son los ejércitos más poderosos.

Jóvenes, cuando los países y sus pueblos bajan la guardia están esclavizadas las Repúblicas. Cuando se pierde la fe en sí mismo, cuando no se consideran las expresiones dadas por un pueblo, se bajan las guardias en su mayoría. Y entonces vienen las minorí

El término ayuda hay que borrarlo en el lenguaje de los poderosos porque, conociendo su costo, podríamos decir que estamos cansados de ayudarlos.

La intolerancia absurda no ayuda a construir, destruye todo intento de emancipación.

La guerrilla está en las fábricas

 

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