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La grieta menos pensada: El coronavirus dividió a Río Grande y Ushuaia

La polémica desatada ayer por la llegada de vuelos a Río Grande (medida que ya fue cancelada) dejó al descubierto que, otra vez, parece primar el «sálvese quien pueda».

El ritmo de la información fue frenético. Ayer por la tarde se confirmaba el cierre del aeropuerto de Ushuaia. A las 20:55 el Gobierno daba a conocer que abría la terminal de Río Grande (que se encuentra cerrado desde hace una semana) para dos vuelos semanales, dando paso a una indignación pocas veces vista a través de las redes sociales.

En pocos minutos, se gestaron campañas a través de las redes sociales, recolecciones de firmas mediante la plataforma Change.org y hasta una manifestación con bocinas y cacerolas en prácticamente todos los barrios de la ciudad. De paso, más de uno aprovechó para romper la cuarentena y el aislamiento.

Pasada la medianoche, el gobernador Gustavo Mellela admitía a través de los canales oficiales del Ejecutivo que finalmente se había optado por solicitar la suspensión de estos dos servicios y alquilar, en cambio, un avión sanitario para garantizar el abastecimiento de medicamentos, insumos y personal sanitario.

La polémica, ahora extinta, dejó sin embargo al descubierto viejas rencillas y nuevos conflictos entre los habitantes del norte y del sur de la provincia.

«Que vuelen a Ushuaia y allá refuercen los controles, en esa ciudad ya hay más de 10 personas con diagnóstico positivo de coronavirus», sostuvo ayer un político local luego de que se conociera la decisión de Melella. «Que se lleven el virus a Ushuaia», señaló un gremialista, consultado por este medio sobre la decisión.

Y, como ocurre en otros casos, las apreciaciones de los representantes son modelo de sus representados: los mensajes en las redes se multiplicaron, pasando del slogan inicial que rezaba «al virus lo frenamos entre todos» al viejo y conocido «sálvese quien pueda».

Claramente ofuscado por los embates de los riograndenses, un ex funcionario del Gobierno provincial, con domicilio en Ushuaia, escribió: «Una opción viable entonces sería no recibir en el aeropuerto de Ushuaia a pasajeros con destino final Río Grande. Pero en momentos como este, cuando prima la idiotez y el egoísmo, el camino es ser amplios y generosos. Espero que Ushuaia siga manteniendo su espíritu solidario».

Resulta difícil entender cómo llegamos a este confinamiento que tiene paralizada a la provincia, el país y el mundo. También es complejo no conocer a ciencia cierta qué depara el futuro más inmediato. Y es digno de estudio a su vez el análisis de cómo una pandemia, en vez de unir a poco más de 200 mil habitantes, los terminó separando.

La controversia es válida; el miedo, la incertidumbre y la mala información nos confunden a todos. Lo que no nos puede suceder es que perdamos el sentido de la solidaridad y nos separe una vez más el Garibaldi cuando más necesitamos estar unidos.

Que no nos ataque la «histeria cordillerana», como alguna vez la llamó un político de triste memoria.

 

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