Publicado en

Quizás no sea más que un problema de gramática

Ocupar su lugar, y actuar cabalmente, con honradez y eficiencia. No hacer tareas para las que no han sido designados. No les pide más la sociedad a sus funcionarios.

Cuando un discípulo le preguntó al más sabio de los pensadores chinos cómo sacar adelante a la Nación, Confucio lo redujo a una cuestión gramatical: Comportarse cada uno en función del cargo, rango, condición o lugar en la sociedad para el que ha ganado un lugar, respetando con la conducta el significado de las palabras:

“Si el príncipe no actúa como príncipe, el ministro como ministro, el padre como padre, ni el hijo como hijo, aunque haya granos en abundancia ¿cómo puede nadie comer tranquilo?”, preguntó y enseñó Confucio.

Desde la simpleza del sabio pensamiento podemos los fueguinos comenzar a explicarnos por qué en una provincia tan rica y pródiga no logramos convivir en paz, dignamente y acorde a los recursos que contamos.

Es que pareciera que nos hemos acostumbrado a que, con un Estado ineficaz, funcionarios indignos o empleados públicos que nunca están en sus puestos, el cotidiano trajinar contra las dificultades y las carencias se basa en la solidaridad (bien o mal entendida), el trabajo voluntario o el cumplimiento de tareas fuera de la misión específica que a cada uno le cabe.

¿Es razonable que un funcionario que ha sido elegido para gobernar, con un salario a la altura del más cotizado gerente de una empresa multinacional se dedique a barrer las calles?

¿Es justo que un docente que tiene en sus manos la sagrada misión de educar a una generación se pase los días tirado en una vereda, dentro de una carpa, sembrando resquemor y germinando odio?

Siguiendo a Confucio, pareciera que nuestros problemas van a seguir de mal en peor y la miseria adueñándose de nuestras sociedades en tanto y en cuanto los que han sido elegidos para gobernar no se comporten como gobernantes ni aseguren los medios para que los trabajadores dediquen cada día de sus vidas a eso, justamente: a trabajar.

La incapacidad del funcionario no se disimula haciendo “tarea solidaria” ni dejando su despacho para sacarse fotos que pretenden exhibirlos en su supuesta grandeza de espíritu, rentada para la ocasión.

La sociedad toda espera de los gobernantes algo más que demagogia. Que dejen a los pintores pintar, a los barrenderos barrer, a los maquinistas conducir máquinas, mientras ellos hacen lo que tienen que hacer: gobernar.

Ni más ni menos que eso.

Comentarios