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Celebran en Africa la retirada del ébola

Después de dos años y con un saldo de más de 11.000 muertos, la OMS declaró ayer libre de la epidemia a África Occidental.

 

El 6 de diciembre del 2013 un niño de dos años moría en una aldea de Guinea. Sin saberlo, ese pequeño se transformó en la primera víctima de la epidemia de ébola, la más mortífera de la historia desde que fue identificado el virus, hace 40 años. 769 días, 28.637 infecciones y 11.315 muertos más tarde, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró ayer el final, por ahora, de esta pesadilla.

El anuncio de Ginebra «marca 42 días desde que los últimos casos de ébola dieron negativo en Liberia», señaló la OMS.

Desde la muerte de aquel pequeño en Guinea, la epidemia se propagó a Liberia y Sierra Leona, los tres países más afectados, y luego a Nigeria y Malí.

 

11.315 fallecidos. Supera la suma de las víctimas de todas las epidemias de ébola.

 

En dos años, afectó a diez países, entre ellos España y Estados Unidos, y oficialmente causó la muerte de 11.315 de los 28.637 contagiados.

Ese balance oficial, por debajo de la realidad, según varias fuentes, incluida la OMS, supera la suma de las víctimas de todas las epidemias de Ébola desde la identificación del virus en 1976 en África Occidental.

Sierra Leona fue declarada libre de Ébola el 7 de noviembre de 2015 y Guinea el 29 de diciembre pasado.

Ayer, fue el turno de Liberia.

Sin embargo persiste el riesgo de nuevos focos de epidemia debido a la subsistencia del virus en algunos líquidos corporales de sobrevivientes, en particular en el esperma.

 

28.637 casos registrados en los dos años que duró la crisis desatada en Guinea.

 

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, avisó este que se prevén nuevos brotes «en los próximos años», aunque su alcance y su frecuencia «deberían disminuir con el tiempo».

 

Las postales del horror

En el paroxismo de la epidemia, se registraron escenas apocalípticas, particularmente en Liberia, que «vio amenazada su propia existencia», según dijo ante la ONU el ministro de Defensa, Brownie Samukai. Es una enfermedad que «se propaga como un incendio forestal, devorando todo a su paso», agregó.

 

22.000 niños huérfanos dejó este drama, además de miles de estigmatizados.

 

En Balajah, cerca de la frontera con Sierra Leona, Fatu Sherrif, de 12 años, y su madre, enfermas de ébola y confinadas en su domicilio por orden sanitaria, murieron sin que los vecinos, aterrorizados por esa enfermedad desconocida, respondieran a sus pedidos de socorro.

En septiembre del 2014, cerca de Monrovia, el jefe de un equipo de la Cruz Roja, que recogía cadáveres altamente contagiosos, reprochó a vecinos que le hubieran señalado la presencia de una anciana enferma. «Antes de llamarnos tienen que asegurarse de que la persona está muerta. Los que se ocupan de los enfermos son otros», dijo el jefe del equipo. «Sí señor. Lo llamaremos cuando esté muerta», le respondió el jefe del barrio.

La enfermedad transformó el modo de vida de los países afectados, cuyos habitantes estaban obligados a evitar cualquier contacto físico entre ellos y con los muertos. Algo que fue muy resistido por poblaciones apegadas a los ritos funerarios. En octubre de 2014, el gobierno de Liberia tuvo que emitir la drástica orden de quemar todos los cadáveres, independientemente de la causa de la muerte.

 

«Nadie estaba preparado para la magnitud de esta epidemia, que sacó a la luz cuán ineficientes y lentos son los sistemas de salud y de ayuda humanitaria» – Luis Encinas, Médico Sin Fronteras.

 

Los servicios de salud, desbordados, multiplicaron las medidas de excepción como decretar la cuarentena en regiones enteras.

En algunos lugares la población se rebeló violentamente ante medidas de prevención mal explicadas y decisiones percibidas como autoritarias. En Guinea fue donde se manifestó de forma más brutal: en septiembre del 2014, ocho miembros de un equipo de sensibilización a la enfermedad fueron masacrados en Womey.

476 días y miles de muertos después, la alerta continúa. Y aunque haya motivos para celebrar, también queda una enorme tarea: desterrar la estigmatización de los supervivientes y reforzar los sistemas de salud.