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La Trochita cumple 70 años

Celebran en Esquel  siete décadas de la llegada de un tren que es emblema del turismo en la Patagonia.

ESQUEL (diario Río Negro)). Será un 25 de mayo con festejos populares y de celebración para los cordilleranos, ya que se cumplen 70 años de la llegada de La Trochita a esta ciudad del oeste chubutense, donde se mantiene en plena actividad con viajes turísticos hasta la comunidad mapuche Nahuelpán.

Hasta la década del 80, el Viejo Expreso Patagónico hacía el trazado entre Ingeniero Jacobacci y Esquel (402 kilómetros), y más allá de que demoraba entre 15 y 20 horas según la estación del año y las condiciones climáticas, fue «un auténtico nexo» de comunicación y desarrollo de los pueblos patagónicos, transportando gran parte de la mercadería y la producción ganadera y minera de la zona, además de los pasajeros que debían trasladarse al norte del país.

Con los años, el trencito con su riel característico de 75 cm y sus viejas locomotoras Baldwin de principios del siglo XX, se fue convirtiendo en una de las postales preferidas de los viajeros. También fue el protagonista de la lucha de las comunidades perjudicadas en su economía por el cierre del ramal, al punto que en El Maitén donde están los talleres principales, crearon una fiesta para expresar su pertenencia con La Trochita, como se la conoce mundialmente.

Con todo, para conmemorar este aniversario, hoy desde las 11, en el predio de la estación Esquel, miles de vecinos de toda la región andina y turistas llegados especialmente para el acontecimiento participarán de un desfile cívico militar que tendrá su epicentro cuando vuelva a ingresar embanderada la legendaria locomotora 114 (modelo 1922), restaurada para la ocasión.

En coincidencia, durante toda la semana hubo festejos «por el cumpleaños del trencito», con viajes gratuitos disfrutados por las familias lugareñas.

Una salida especial hasta la estación Nahuelpán, donde los pobladores esperaron con un asado; el descubrimiento de mural alusivo en la Casa de la Mujer del barrio Malvinas Argentinas; una muestra en el Museo Histórico y una exposición fotográfica en simultáneo con una charla debate impulsada por la Asociación Amigos de La Trochita, también fueron parte de las actividades programadas hasta junio, cuando una nueva fecha del rally argentino llevará precisamente el nombre del 70° aniversario de La Trochita.

Una historia sorprendente

A principios del siglo XX solo existían dos ramales ferroviarios en la Patagonia. Ambos eran privados y estaban lejos de conformar una red. Uno comprendía el tramo Puerto Madryn/Trelew, en trocha de un metro, promovido por los colonos galeses del Chubut y perteneciente a una compañía británica. El otro era el ramal de trocha ancha (1,676 m.) de Bahía Blanca a Neuquén, del Ferrocarril del Sud, también de propiedad británica.

En 1908 el Congreso de la Nación sancionó la Ley 5.559 de Fomento de los Territorios Nacionales, impulsada por el ministro Ramos Mexía para lograr el desarrollo de la región y promover una estrategia de integración ferroviaria de las áreas potencialmente productivas en los valles cordilleranos y la meseta.

El plan permitió que el tren llegara en 1916 a Ingeniero Jacobacci y en 1934 a San Carlos de Bariloche. Desde allí, el proyecto se extendía por la cordillera hasta la Colonia 16 de Octubre (hoy Esquel/Trevelin), Sarmiento y Comodoro Rivadavia.

Con todo, diferentes vaivenes propios de la economía argentina, crisis políticas e incluso guerras mundiales, dificultaron los trabajos durante décadas.

Lo cierto es que para el ramal de 402 kilómetros entre Jacobacci y Esquel, en 1921 se decidió la compra de las primeras 50 locomotoras a vapor (trocha de 0,75) a la firma Henschel & Sohn, de Alemania, que luego proveyó también 4 locomotoras ténder a petróleo para maniobras y 2 téndersgrúa. Además se compraron otras 25 locomotoras a la compañía The Baldwin Locomotive Works, de Filadelfia (Estados Unidos).

En correspondencia, la adquisición de vagones para pasajeros, hacienda y cargas se concretó un año después, con dos operaciones, a la Sociedad Anónima Atelliers de Construction et a Familleureux un total de 230 vagones plataforma, 150 medio cajón, 110 cubiertos, 100 para hacienda vacuna, 100 para hacienda lanar, 35 tanques para agua, 35 tanques para petróleo, 50 furgones para trenes mixtos, 25 coches de primera clase, 25 coches de segunda clase, además de repuestos. Dicho material rodante es el mismo que aún están en uso en las estaciones de Esquel y El Maitén.

A todo ello hay que agregar la compra en el extranjero de 1.390 kilómetros de vía, comprendiendo los accesorios, que fueron acopiados en los puertos de Madryn y San Antonio y luego transportados en tren desde San Antonio hasta Ingeniero Jacobacci (Km. 448).

Entre las obras de importancia que fue necesario efectuar figura un puente de hierro sobre el río Chico, de 105 metros de luz y un túnel de 110 metros de largo. Llegaron a trabajar en la obra casi un millar de obreros, principalmente inmigrantes de puntos muy diversos del planeta (macedonios, griegos, croatas, búlgaros, turcos, hindúes, ucranianos, polacos), quienes luego se quedaron en la zona.

Durante años, estos operarios cuyas principales herramientas fueron el pico, la pala y ocasionalmente la dinamita, estuvieron organizados en cuadrillas independientes asignadas por tramo. Los campamentos utilizaban elementales casillas de chapa, en ambientes donde las temperaturas extremas eran habituales.

Finalmente, en 1941 el ferrocarril llegó hasta El Maitén sede de los talleres de reparaciones y el 25 de mayo de 1945 hizo su ingreso triunfal, con la locomotora embanderada, en la estación Esquel.

El «pata e’ fierro»

Para el común de los habitantes de la meseta, diseminados en pueblos y caseríos aislados como Mamuel Choique, Ojos de Agua, Cerro Mesa, Ñorquinco, Leleque, Lepá o Mayoco, el trencito era conocido simplemente como «El pata e’fierro».

En largas tardes de calor o en medio de las nevadas, ningún maquinista se sorprendía si en medio de la inmensidad de campo veía la figura parada de un gaucho a caballo esperando por el remedio encargado a El Maitén en «el pasajero de ayer» , que traería alivio a la mujer o al hijo enfermo en el rancho, o por «los vicios» (alimentos básicos), pedidos en la formación que pasó para Ingeniero Jacobacci.

Dichos encargos fueron habituales durante décadas y formaron parte de la idiosincrasia y servicio social de La Trochita.

De igual modo, cuando esas mismas familias campesinas viajaban «en el vagón de segunda, más barato» -con asientos de madera y siempre colmados de mochileros en verano-, no dudaban en sacar su olla metálica con comida y calentarla en la salamandra que siempre ardía con buen carbón.

Pronto, el fuerte olor de guisos con carne de capón o caballo inundaba el ambiente y despertaba el apetito general.

Como resultado, todos terminaban compartiendo el almuerzo o la cena

(Diario Río Negro)

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