El yacimiento de Vaca Muerta, según parece, principal motivo de la disputa entre Repsol y el Gobierno nacional luego de la expropiación de YPF, promete ser el nuevo El Dorado y convertir al país en una potencia exportadora en el plazo de 15 años. Sin embargo, ese sueño puede llegar a convertirse en una pesadilla.
El yacimiento cuenta con una dimensión de 30.000 kilómetros cuadrados, está ubicado en el desierto de la Patagonia y permitirá generar hasta 75.000 barriles de petróleo al día en un máximo de ocho años.
Los trabajos que de manera conjunta ya están llevando la petrolera argentina y Chevron han revolucionado la región de Neuquén y el pequeño pueblo de Añelo, ubicado a 100 km al norte de la capital provincial y con 2.500 habitantes. Vale destacar que hasta ahora, Añelo sólo contaba con un único y poco equipado hotel en el que alojar a trabajadores y directivos. Pero ahora, se ha visto literalmente desbordado como parte del fenómeno de Vaca Muerta que aún no comienza a explotarse.
Benedicto Giménez, vecino de Añelo dueño de una gomería, contó interesantes –y preocupantes- datos este martes a MDZ Radio, los cuales muestran a las claras el nivel de desorganización y cierto desborde que provocó el boom de Vaca Muerta en todo el país.
“En Añelo en gran parte de la planta industrial no tenemos gas”, dijo Benedicto. “Hay una sala de primeros auxilios que no tienen salas de parto, sala de rayos ni internación. Se debe trasladar en ambulancia a Neuquén (capital). Es prácticamente ambulatorio”, agregó.
“La gente da pena porque viene mucha gente de otros lados, hay gente que viene de Corrientes, con mucha expectativa, pero sin estudios, sin conocimientos en petróleo. Ayer llegaron dos chicos de Curuzú Cuatiá para ser choferes. Vienen de todos lados y a toda hora, pero no hay oficina a dónde entregar un curriculum. Recién en Neuquén hay una oficina”, manifestó el hombre.
Mientras que un chofer soltero de camión gana 17 mil pesos de bolsillo, los alquileres en Añelo están caros, “se ha llegado a pagar 3.500 pesos un departamento con una cama y baño compartido”, contó Giménez.
“Creo que por el movimiento que se ve es prometedor, pero personalmente no me gusta. Hay gente que viene a las 5 de la mañana y se vuelve a su casa a las 11 de la noche y pasa el día con una viandita. No veo que una persona pueda trabajar bien ahí. Las empresas deberían tener sus campamentos”, dijo el hombre.
Además, agregó que “las rutas están destrozadas por el movimiento. Hay baches sobre los baches. El camino está triturado por el peso de los equipos y el tránsito permanente. Circulan cientos de trafics y micros por el lugar permanentemente”.
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