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Una intrincada red de poder para sostener a Grassi | Jorge Lanata

Esta historia tiene casi once años: comenzó el 23 de octubre de 2002 cuando, después de un informe de Telenoche Investiga, la Justicia ordenó la captura del sacerdote Julio César Grassi por corrupción de menores a su cuidado en la Fundación Felices los Niños. Un Tribunal Oral, la Cámara de Apelaciones, la Cámara de Casación y la […]

Esta historia tiene casi once años: comenzó el 23 de octubre de 2002 cuando, después de un informe de Telenoche Investiga, la Justicia ordenó la captura del sacerdote Julio César Grassi por corrupción de menores a su cuidado en la Fundación Felices los Niños.

Un Tribunal Oral, la Cámara de Apelaciones, la Cámara de Casación y la Suprema Corte bonaerense fallaron contra Grassi, pero hasta hace algunos días siempre pudo evitar ir a la cárcel. Sólo estuvo preso unos cuatro meses al principio del caso: un mes en una comisaría (entre el 24 de octubre y el 29 de noviembre de 2002) y tres en su casa.

En el juicio que comenzó el 20 de agosto de 2008 declararon más de 130 personas durante nueve meses. La querella y la Fiscalía pidieron entre 37 y 30 años. El 10 de junio de 2009 fue condenado a 15 años de prisión por el Tribunal Oral Número 1 de Morón, culpable de abuso sexual agravado en dos de los 17 hechos que se le adjudicaban. La condena fue por haber abusado de Gabriel, uno de los tres menores denunciantes, entre noviembre y diciembre de 1996. Pero deciden no encarcelarlo hasta que la condena quede firme. El 14 de septiembre de 2010 la Cámara de Casación bonaerense ratifica su culpabilidad, pero evita referirse a su detención. La Fiscalía apela ante la Cámara de Apelaciones de Morón y ésta responde que no le correspondía expedirse sobre el tema. Tanto la Corte provincial como la procuradora María del Carmen Falbo piden su detención, pero no se concreta.

“Diez jueces confirmaron el abuso”, dijo el abogado querellante Sergio Piris. “Grassi tuvo todos los privilegios, parecía un actor de cine que daba reportajes mientras las víctimas tenían que volver al régimen de protección de testigos ”.

Otros casos de pedofilia vinculados a la Iglesia habían sido condenados en Argentina y la institución, en el mundo, reconocía por primera vez indemnizaciones civiles en esos casos. ¿Donde estaba, entonces el poder de Grassi?

“Antes del juicio les pedí una reunión a Laguna y a Bergoglio pensando en que el mensaje iba a llegarle a Grassi”, recuerda ahora ante Clarín el abogado de Gabriel, Juan Pablo Gallego. “Quería pedirle que se defienda todo lo necesario, pero que abandone los ataques con armas de fuego y grupos de choque. Laguna me recibió en su casa y me reconoció que la Iglesia sabía de esto e inclusive era víctima de esas prácticas. En 2005 me tocó viajar con Rafael Bielsa a Honduras y conversamos sobre el tema Grassi -sigue Gallego-. El me recordó que el cura había sido muy amigo de Rodolfo Galimberti y me refiere que era tal el poder de Grassi que a él le constaba que Galimberti le tenía miedo”.

Entre 2002 y 2008, en la Justicia de Morón, Grassi tenía más de veinte defensores.

“De mis conversaciones con monseñor Aguer y con Bergoglio en 2006 yo concluí que le tenían miedo al poder de Grassi ”, finaliza Gallego.

Los primeros abogados de Grassi fueron Julio Virgolini, defensor de Alfredo Yabrán y Adelina de Viola; Jorge Sandro, abogado de Gregorio Ríos (el jefe de seguridad de Yabrán condenado por el asesinato de José Luis Cabezas), Luis Moreno Ocampo y Miguel Angel Pierri, el abogado del portero José Luis Mangeri en el caso Angeles y del Gordo Valor. También Adrián Maloney, otro abogado de Yabrán. En el juicio oral, Grassi contó con la defensa de Daniel Cabo, Juan Carlos Malvecini y Martín Tipito. En un período de la causa trabajó Juan Carlos Telleldin, vinculado a la causa AMIA, a quien Grassi había visitado en la cárcel en 1997. Ahora necesitará una mejor llegada a la Corte Suprema, y distintas fuentes coinciden en señalar al constitucionalista Marcelo Sancinetti como quien asumiría su defensa. Sancinetti es un abogado de estrecho vínculo con la Iglesia y autor del libro “Estudios sobre el caso Grassi”, de dos tomos, encargado por la Conferencia Episcopal Argentina, en aquel momento a cargo de Jorge Bergoglio, en el que hizo una encendida defensa del cura.

El caso Grassi comenzó su camino al Vaticano con la llegada de Emil Paul Tscherrig, el nuncio apostólico en Argentina, a la Fundación Felices los Niños dos meses después de que Francisco fuera ungido Papa. Allí, el nuncio se reunió con directivos de la organización. El 2 de septiembre, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires, Héctor Negri, se reunió con el Papa en Roma. La reunión trascendió, y eso hizo que las diferencias que había en el tribunal se zanjaran en detrimento de Grassi. Después de la condena, el jueves pasado, Grassi fue hasta la Nunciatura y pidió una audiencia con Tscherrig, pero no fue recibido. Hay quienes especulan con que Grassi se acercó a la sede diplomática buscando el apoyo de la Iglesia para salir del país.

Ahora, en el penal de Campana, Grassi comparte una celda vecina a la de Carlos Carrascosa, condenado por el crimen de su esposa, María Marta García Belsunce. Hay quienes se preguntan si estará mucho tiempo allí. Esta es una historia de sombras en pasillos oscuros, y el poder que sostiene a Grassi no parece haberse eclipsado del todo.

Investigación: 
JL /María Eugenia Duffard / Amelia Cole

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