Publicado en

Cuando los padres renuncian a ser padres | Ricardo Roa

Ciento veinte padres discuten en la escuela de sus hijos, el Nacional de Buenos Aires, si deben intervenir o no en la toma que han realizado. Y uno de ellos propone hablar con los chicos para que levanten la ocupación y buscar canales institucionales para protestar. Se somete a votación: sale 119 a 1. El […]

Ciento veinte padres discuten en la escuela de sus hijos, el Nacional de Buenos Aires, si deben intervenir o no en la toma que han realizado. Y uno de ellos propone hablar con los chicos para que levanten la ocupación y buscar canales institucionales para protestar. Se somete a votación: sale 119 a 1.

El uno es el que había hecho la moción.

Ese solo uno, Gustavo Bazzan, que además es periodista de Clarín, cuenta en la página 34 cómo vivió esa asamblea de la noche del lunes. Hay mucha tela para cortar, empezando por lo que impulsa la toma: frenar una reforma del Consejo Federal de Educación, que reúne a los ministros de las provincias y que ya se aplica en casi todo el país.

En lo esencial, se trata de actualizar contenidos y reducir las orientaciones de los bachilleratos de 158 a 10, lo cual es resistido por algunas agrupaciones estudiantiles. Paradójicamente, el Nacional de Buenos Aires, un colegio de élite, no será alcanzado por los cambios porque depende de la Universidad. Es decir, la discusión allí es teórica, es en solidaridad con los afectados.

O es otra cosa: agitar el tema como bandera política.

“Acá no tenemos que tener miedo, este país ya no tiene miedo”. La frase bien podría haber sido dicha por cualquiera de los líderes estudiantiles, pero la dijo uno de los padres en la asamblea. Otras: “Estamos orgullosos de ustedes”, “Ustedes son el abono de los reclamos populares. Ya tuvimos 30 mil desaparecidos”, “Ya pueden votar, así que no los llamemos chicos, digámosles ciudadanos”. Recordemos: la cuestión no eran los desaparecidos ni el voto joven ni los reclamos populares, sino una nueva currícula que en la Ciudad regirá desde 2015.

Bajemos a tierra: ¿no convendría explicarles a los chicos que los caminos institucionales deben ser respetados, que nos ayudan a vivir juntos y nos protegen, mientras que la toma de escuelas es la construcción de otra lógica, de acción directa que bastante mal le hizo al país?

Ocupar una escuela es una decisión extrema: significa impedir que se dicten clases, que es el costo más alto que se puede pagar en educación.

La transgresión está en la naturaleza de los chicos y debiera estar claro que el papel de los padres es guiar y encauzar esa rebeldía. Sostener que “si a mi hijo lo sancionan, voy a poner el parte de amonestaciones en un cuadro”, como se escuchó en el Buenos Aires, equivale a renunciar a esa función de ley. Peor aún, es estimularlos a desconocer la autoridad y a quebrar las reglas.

Los chicos tienen el derecho y la necesidad de unos padres que los orienten, no de unos que defaultean y avalan lo que ellos quieren, desde el mismo lugar y como si fueran jóvenes. Buscan adultos para confrontar con ellos y en vez de eso encuentran unos que los imitan. Un buen padre no es el que dice siempre que sí, es el que tiene buenos sí y buenos no.

Comentarios