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“Calafate, zoológicos humanos”: indígenas exhibidos como animales en Europa

Después de más de un siglo, a través de la investigación que dio pie al documental, se logró la restitución de los restos de cinco kawésqar provenientes de Suiza, gestionados por dirigentes kawésqar actuales. Tras la diligencia, se llevó a cabo probablemente el último funeral fueguino de la historia.

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Fueron secuestrados en el sur de Chile. Encadenados, los empresarios europeos los llevaron como animales para ser expuestos como curiosidades en ferias de París, Londres y Bruselas, con la venia del gobierno de Santiago de la época. La mayoría murió y los pocos que se salvaron, regresaron para morir en isla Dawson, donde los confinaron nuestras autoridades.

Ésa es la historia de “Calafate, zoológicos humanos”, un documental de Hans Mülchi que se estrena mañana en la Cineteca Nacional de Santiago (también llegará a regiones)  y cuenta la triste historia del destino sufrido por unos 30 indígenas kawésqar, mapuche, tehuelche y selk’nam a fines del siglo XIX.

“Hubo algunos –pocos–  que sobrevivieron. El caso más llamativo es de un chico del grupo originario selknam, llevado en 1889. Su apodo era Calafate, de ahí el título de la película. Sobrevivió y volvió acá hablando algo de inglés. Trabajó con un cura en la misión salesiana en Punta Arenas y después fue llevado a la isla Dawson”, donde terminó confinada la mayoría de los indígenas que quedaban tras la colonización de la Patagonia, cuenta Mülchi.

“Fue muy especial filmar para nosotros en un lugar que ya en esa época había sido territorio de muerte y exterminio”, dice el autor de un documental que recibió el Premio del Público en el Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS) y una mención especial de su símil en Mar del Plata, además de ser seleccionado para la competencia internacional de festivales de Brasil, Bolivia, Ecuador y Taiwán.

Pero comencemos por el principio.

Mülchi cuenta que la idea de hacer el documental partió en 2002, cuando el historiador Christian Báez le mostró una fotografía de los indígenas cautivos en París, obtenida en la Biblioteca Nacional francesa. Báez había iniciado una investigación junto al antropólogo inglés Peter Mason, cuyos resultados condensó en un libro publicado en 2006, en el que pudo establecer el macabro recorrido y los padecimientos de los grupos secuestrados entre 1879 y 1889, cuyos integrantes sufrieron hambre e incluso abusos sexuales.

En febrero de 2008, Mülchi y Báez iniciaron entonces una gira por seis países europeos para recrear el tour que sufrieron los indígenas. Entre otros, quisieron descubrir en qué se habían convertidos los lugares donde fueron expuestos, detrás de rejas o sobre escenarios. En París, el sitio es ahora un parque de entretenciones infantiles; en Londres, una iglesia evangélica; en Bruselas está al pie del Parlamento Europeo. “En Berlín los exhibieron derechamente en el zoológico”, señala. “Fuimos entrevistando especialistas y encontrando algunos vestigios. En Berlín encontramos cestería y unas puntas de flecha”.

Sin embargo, lo más impactante vendría después. En Zurich, Suiza, “el último día de filmación encontramos las osamentas de cinco kawésqar”. Los indígenas habían llegado muy enfermos a la ciudad, fueron acogidos por un médico y tras fallecer sus cuerpos fueron a parar al Museo de Antropología. “Fue muy milagroso encontrarlos. Ni siquiera los antropólogos a cargo de la colección sabían, porque estaban entre miles de osamentas de distintas procedencias”. Eran un hombre adulto mayor, dos hombres jóvenes y dos mujeres jóvenes.

“Lo más conmovedor fue cuando le mostramos el material fílmico a dos dirigentes kawésqar actuales, Celina LLan Llán y Haydeé Aguila”, quienes comenzaron de inmediato a movilizarse para conseguir la restitución de los restos de sus antepasados desde Suiza.

Para Mülchi fue impactante ver “cómo se generó esa restitución y cómo se llevó a cabo el que probablemente sea el último funeral fueguino de la historia”, en la isla de Caruquinca, en el estrecho de Magallanes.

Para Mülchi uno de los mensajes del film es que “tenemos que vencer nuestra ignorancia de la relación que tenemos con nuestros pueblos originarios. Nosotros no somos europeos. En una parte importante somos descendientes de quienes estaban aquí antes, y por lo tanto vale la pena hacernos cargo de eso, tanto desde el punto de vista del pasado, pero también del presente. Hoy seguimos tratando a los pueblos originarios como si no tuviéramos nada que ver con ellos, cuando en realidad somos completamente herederos de lo que ellos han sido y nos han dejado”.

Con la obra “contribuimos a que hubiera al menos una reparación moral de toda esta historia trágica” que habían sufrido los indígenas.

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