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La negación española, la negación vernácula | Gonzalo Bonadeo

La llegada de Gerardo Martino a Barcelona navega en las mesas de los argentinos entre la ilusión, el entusiasmo y la búsqueda de argumentos banales que neutralicen la posibilidad de que, fuera de casa, alguien advierta que el rosarino sea uno de los mejores armadores de equipos del mundo. ¿Qué otra cosa sino eso se […]

La llegada de Gerardo Martino a Barcelona navega en las mesas de los argentinos entre la ilusión, el entusiasmo y la búsqueda de argumentos banales que neutralicen la posibilidad de que, fuera de casa, alguien advierta que el rosarino sea uno de los mejores armadores de equipos del mundo.

¿Qué otra cosa sino eso se hace cuando, desde la Argentina –fundamentalmente, desde Buenos Aires– se insinúa que fue por pedido de Lionel Messi que los catalanes contrataron al Tata? Las cosas después rebotan en España, desde donde baja una marea de ignorancia futbolera indigna de la prensa del país del campeón del mundo: cuando analistas españoles hablan del Paraguay de Martino como referencia reciente han vivido los dos últimos años de su vida como la protagonista de Good Bye, Lenin!, a quien le mostraban videos viejos para que no se enterara de las consecuencias de la caída del Muro de Berlín. Tampoco ayudó demasiado Carles Puyol, cuando abundó en generalidades a la hora de hablar de un técnico al cual evidentemente desconoce.

O la globalización es algo unidireccional, o a estos muchachos les gusta ver buen fútbol tanto como a Ricardo Jaime recorrer juzgados… o comprar accesorios de buen gusto.
A cualquiera de ellos le alcanzaría con escribir Newell’s 2012/13 en YouTube para encontrar no menos de veinte partidos completos del equipo de Martino. En efecto, los de los torneos locales están colgados íntegros y en óptima calidad en la cuenta de la TV Pública.

Desde ya que nadie pretende que cualquier español sea como mi amigo Julio Maldonado, dueño de la mayor videoteca de partidos de fútbol del mundo y capaz de perder una cita con Bar Refaeli con tal de ver en vivo un partido de la segunda división de Estonia. Pero, de ahí a no tomarse el trabajo de ver a uno de los pocos equipos de estos lares que intentó honrar la maravilla del Barça, lo único que surge es la desidia. O la arrogancia. O la negación.

Supongo que negación será la sensación de muchos. En España, porque no eligieron a un pollo propio como Luis Enrique. Es humana la reacción de indignación contenida cuando a la gran joya de la abuela futbolera la colgamos del cuello de un extranjero; ¡encima de un sudaca! Tranqui, hermanos de la Madre Patria. Nosotros sabemos bien lo que es dejar en manos de compatriotas suyos las joyas de la abuela. Y no las futboleras, justamente. Es más, seguimos haciéndolo hoy día y bien poco pataleamos.

Luego, está la negación vernácula. Que el pregonero de un fútbol que gran parte de nuestra prensa considera arcaico y perimido gane un título doméstico y se duerma una siesta, vaya y pase. Un mal trago momentáneo, dirán. Pero que a ese señor que prohíbe a sus defensores revolear la pelota, que desprecia la trampa, que propone que la pelota circule entre compañeros y aspira a ganar ignorando el no perder, encima lo contrate Barcelona, es una afrenta, un error, un mal consejo del caprichoso Leo.

Por cierto, los equipos de Martino no han jugado siempre igual. Por lo general, en los últimos años sobresalió por ser un gran aprovechador de los recursos disponibles. Así, su Paraguay camino a Sudáfrica 2010 se pareció poco al subcampeón de América. Y ninguno de los dos se asemejó a Newell’s, entiendo, no sólo su gran creación, sino su auténtico trampolín al desafío más maravilloso que podría haber soñado.

Este asunto no es sólo un homenaje más del fútbol español a la Lepra: Messi, Bielsa, Valdano, Martino… Se trata, sobre todo, de ver cómo la esencia de Martino atraviesa este momento extraño de un conjunto maravilloso.

Porque así como no dudaría ni un instante en dejar cualquier cosa que esté haciendo por ver jugar al blaugrana, tampoco se puede ignorar que el cierre de la última temporada lo mostró a veces superado, a veces desprolijo; a veces falto de confianza. Y su fútbol franco, noble, previsiblemente brillante y dinámico necesita de la confianza tanto como de la pelota. Como el mismísimo Newell’s del Tata. Y cuando alguna derrota inesperada y dolorosa te hace dudar, la pérdida de convicción te espía desde la esquina.

Muy pronto, el fútbol pondrá cada cosa en su lugar y sabremos si la garantizada buena intención de Martino convierte su desembarco en un suceso. Pronostico que así será, y lo deseo.

Mientras tanto, veremos si nos animamos a repasar conceptos en casa, donde buena parte del mainstream futbolero sigue apostando a tótems, íconos, símbolos, albures y bomberos, en tanto uno de los equipos más poderosos del planeta apuesta a una idea. Una idea rosarina, para ser más preciso.

Fuente: Perfil

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