El cuerpo de Arquímedes Puccio, fallecido el viernes en la localidad pampeana de General Pico y recordado como jefe del clan familiar que se dedicó al secuestro de empresarios, aún no fue reclamado porque ningún pariente quiere hacerse cargo de los gastos del sepelio.
Así lo informaron fuentes de la Policía de La Pampa, que ante esta circunstancia, esperaban una resolución judicial para determinar si enterraban en una fosa colectiva del cementerio local al jefe de la banda de secuestradores, que permanecía en la morgue.
En una de sus últimas entrevistas, en 2012, Puccio había admitido que la relación con su familia en Buenos Aires se había «cortado».
Puccio falleció este viernes a la madrugada en la vivienda de un amigo donde pasaba sus días en General Pico, luego de haber estado internado en el hospital Centeno a causa de un accidente cerebro vascular (ACV).
Arquímedes Puccio había sido condenado por liderar durante ladécada de 1980 una banda que secuestró y mató en la Capital Federal a varios empresarios.
Desde hacía algunos años se encontraba bajo el régimen de libertad condicional y nunca se mostró arrepentido de los crímenes que cometió.
Condenado en principio a reclusión perpetua, fue luego beneficiado con el 2 por 1 y se le computó una pena de 53 años y ocho meses.
Al recuperar la libertad en 2007, Puccio empezó a profesar el culto evangélico y se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Los crímenes fueron cometidos por el clan Arquímedes Puccio e incluía a sus hijos Daniel y Alejandro Puccio, entre otros, así como por el ex militar Rodolfo Franco, y sus amigos Guillermo Fernández Laborde y Roberto Oscar Díaz.
Las víctimas fueron Ricardo Manoukian, de 23 años, quien desapareció el 22 de julio de 1982 y pese a que su familia pagó un rescate de 250.000 dólares, apareció sin vida días después; el asesinato el 5 de mayo de 1983 de Eduardo Aulet, un ingeniero y también jugador de rugby, y el de Emilio Naum, quien fue asesinado de un balazo.
Un criminal sin conciencia
Era una mente funesta y un cuerpo sin pavor. Hace 30 años fue la mente cruel y vil que convirtió a su familia, los Puccio, en un clan criminal de secuestros extorsivos. Por plata, por plata dulce y sucia, armó en el sótano de su casona de San Isidro una oscura guarida, donde escondía a sus víctimas, pedía rescates millonarios, los cobraba y después las mataba porque eran conocidos… suyos. Empresarios de su círculo, amigos de sus hijos.
Eduardo Aulet, el 5 de mayo de 1983; Emilio Naum, el 22 de junio de 1984; Ricardo Manoukian, el 22 de julio de 1982 y Nélida Bollini de Prado, el 23 de julio de 1985
En los 80’, los Puccio secuestraron, de a uno, a cuatro empresarios y mataron a tres. La cuarta víctima se salvó porque entró la Policía. Papá Arquímedes, era el líder del clan. Cayó cuando estaba a punto de cobrar el rescate. La Justicia lo condenó a reclusión perpetua. También terminaron en la cárcel su hijo Alejandro con prisión perpetua y Daniel, que está prófugo. Alejandro era un rugbier del CASI: a los 49 años murió en 2008 por una infección. Había intentado suicidarse cuatro veces.
Esa madrugada, a las tres y media, la cabeza del clan murió. Tenía 84 años. Dos meses atrás su cerebro estalló con un ACV que le paralizó la parte izquierda. Hacía rato que su familia lo había arrojado al sótano de la historia y nunca más habló con él.
Hasta su muerte, un pastor evangélico le dio de comer en la boca, en una cama, donde estaba postrado. A él que tuvo a sus víctimas con las manos y los pies atadas en un catre, que les arrojaba la comida que hacían su esposa y su hija para que sobrevivieran para la muerte. A él, que ahora agradecía la misericordia de un pastor evangélico: “Gracias, hijo”, le decía.
Eliud D`Cifuentes es el pastor evangélico que lo cuidó hasta su muerte. Pocas horas después, habló con TN.com.ar desde la casa que Puccio alquilaba por 2.500 pesos en General Pico, La Pampa. La Policía ya se había llevado el cuerpo a la morgue judicial.
A D`Cifuentes, Puccio le contó lo que siempre negó. Los secuestros y las muertes. “Él era una persona muy ideológica. En la mesa del living está ahora el libro del Plan Quinquenal de Perón. Leía mucho. Él decía que era Montonero y que cuando llegó la democracia había quedado en Pampa y la vía. Me dijo que cuando se terminó la lucha armada él quería capitalizar la plata (de los secuestros) y hacer un partido político legal”, dice quien le hizo de enfermero, le puso suero en sus últimos días, y que por “su conversión al cristianismo” lo considera su amigo.
La banda estaba integrada por el militar retirado Rodolfo Franco y sus amigos Guillermo Fernández Laborde y Roberto Oscar Díaz, también condenados.
Decía que era montonero, pero siempre se lo vinculó a la organización ultranacionalista Tacuara. El primer problema con la Justicia lo había tenido en 1950. Su padre Juan Puccio había sido jefe de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación. A los 19 años, Arquímedes Puccio entró a trabajar en la Cancillería. Lo enviaron a Madrid y parece que se quiso traer 200 pistolas semiautomáticas Beretta, calibre 22, desde Italia. Fue absuelto en una causa por contrabando. También zafó en 1973. Se lo acusó del secuestro extorsivo de un ejecutivo de Bonafide, Enrique Pels.
Puccio se casó con Epifanía Ángeles Calvo. Además de Alejandro y Daniel tuvieron a Silvia, Guillermo y Adriana.
“La familia fue muy deshonesta con él. La casa de San Isidro está alquilada y ellos disfrutaron de una cuenta (bancaria) que él dejó en Uruguay” con el dinero de los secuestros, supone D`Cifuentes. “Cuando enfermó quise contactarme con ellos, pero no quieren saber nada. Ahora la Justicia les van a pedir que se hagan cargo” del cuerpo, cuenta el pastor a TN.com.ar.
“Él me decía que la mujer le puso en contra a los hijos. En un mes cuando estaba por cumplirse la condicional quería ir a Buenos Aires a hablar con ella”, dice.
De la cárcel de Devoto, Puccio fue enviado hace cinco años a la de General Pico. Había sido condenado en 1995 y volvió a la cárcel porque en 2004 violó la prisión domiciliaria. Tres años después, consiguió la libertad y se recibió de abogado –ya tenía el título de contador- en la UBA.
Cuando salió de la cárcel, D`Cifuentes le dio lugar en su casa. Allí puso un estudio jurídico y se dedicó a defender a las mujeres golpeadas. Iba a las casas de sus esposos violentos. Entre todas sus aberraciones, Puccio tenía fama de mujeriego.
Después de la ACV se vino abajo. “Tenía una arritmia y no tragaba bien”, dice el pastor. El cuerpo pavoroso ya no le respondía, pero seguía maquinando – “siempre estuvo pensando en vivir cosas grandes”. Sin arrepentimiento. Ninguno.
(Fuentes: TN/26 Noticias)
Comentarios