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Por qué se cortan las llamadas en el celular

Los motivos por los que sufrimos conversaciones interrumpidas, mensajes que llegan a cualquier hora y un 3G que se hace rogar

Es una tecnología que tiene 40 años de vida , que es de primerísimo primer mundo, que usa más de dos tercios de la población mundial. Pero en la Argentina el poder hacer una llamada desde la calle, esperar que la recepción de un SMS sea instantánea o visitar una página Web desde un dispositivo que para muchos costó una parte importante de su sueldo (si no toda) es una apuesta, antes que una certeza.

La mayoría de las veces que usamos el celular hay señal y se puede hacer una llamada. Y en general los mensajes llegan a destino a tiempo. Navegar la Web con el 3G, en cambio, no parece hacerse en una lancha, sino en un velero. En plena calma chicha.

Cuando se le pregunta a expertos en telecomunicaciones por qué sucede esto, y por qué no parece ser tan común en otros países, todos coinciden: no hay una única razón (aunque algunas pesan más que otras).

La red una cosa viva, que crece y evoluciona

Una red celular es algo en constante evolución, que fue creciendo como pudo y que acumula generaciones de tecnologías varias. Están las antenas, que dan servicio a los usuarios ( iluminan un sector, en la jerga de las telecomunicaciones) en una celda, es decir, un área que puede medirse en decenas o cientos de metros cuadrados. Con la antena está la estación base: los amplificadores de la señal, la radiobase, los equipos digitales, el aire acondicionado, las baterías para que siga funcionando ante un corte de luz y demás.

Cada celda se conecta a un controlador (un nodo) y luego el llamado núcleo de la red, donde están los equipos centrales de cada operadora. Y también están las conexiones con las otras operadoras, con la red de telefonía fija, con la salida a Internet.

Pero las llamadas se cortan, los mails no salen, hay mala señal. «Son muchísimos factores los que influyen en eso -afirma un ejecutivo de una empresa que fabrica equipos de infraestructura de telecomunicaciones-. En una ciudad la calidad de la señal depende, por ejemplo, del tipo de construcción de los edificios, de qué vidrio se usa para las ventanas, de la vegetación. Cuando armás una red hacés una grilla teórica, pero después vas a un lugar y resulta que la antena la podés poner recién 200 metros más al norte porque no tenías acceso a ese lugar físico. Eso influye. Y después tenés que ir modificando la posición de las antenas, detectar si tenés zonas sin cobertura y ver cómo las iluminás con el equipamiento que tenés. Y no podés poner cualquier equipamiento en cualquier lado, porque a veces no entran los equipos en el espacio físicos. Es algo que es muy técnico, pero que también tiene muchísimo de artesanal.»

«Cuando hablás y te movés, si te alejás de una antena y te acercás a otra, el sistema te cambia a la antena que tiene mejor señal, pero si ésa está saturada se corta la llamada: las radiobases tienen una capacidad máxima. Mucha gente conectada a una antena genera interferencia, llega un momento que la antena no entiende lo que le transmite el celular y viceversa. Una opción que está usando la industria es instalar celdas pequeñas de baja potencia, ahí no generás interferencia en las grandes antenas, das un servicio más localizado, le quitás usuarios a las celdas grandes y mejora la capacidad de la red», explica Emmanuel Wozniak, de Alcatel-Lucent (que fabrica equipamiento para redes celulares).

«Si estás hablando y se escucha mal, entrecortado, o muy digitalizado, puede ser por una congestión: el sistema le baja la calidad de audio a la llamada intentando que no se corte la transmisión -explica René Solanet, de la división de infraestructura de redes de Huawei-. Pero si hay mucha interferencia es como hablar en un cuarto con ruido: mejor escuchás al otro, menos necesidad tenés de pedirle que te repita lo que dijo. En una red celular es igual: si hay mucha interferencia se pierden datos, la red te pide que reenvíes la información, se hace todo más lento.»

Más: los SMS van a un centro de procesamiento de mensajes, que los reenvía a cada usuario, o a las redes de sus competidores. Si hay mucho tráfico, si está saturado, los mensajes van a una cola de espera, y se retrasan.

La capacidad de una antenas se calcula en función de la cantidad de usuarios promedio a los que da servicio; pero una concentración inesperada (una manifestación, un recital en un lugar inusual) pueden saturar la antena, que deja de aceptar nuevos usuarios; o la red privilegia algunos servicios (mensajes) por sobre todos (voz o datos) para mantener en pie su cobertura.

Ese es tu smartphone, que moderno..

Las redes 2G se crearon pensando en las llamadas primero, y en los datos luego. Las redes 3G le dan una mayor presencia a los datos.

«Pero Internet es una caja de Pandora -dice Solanet-, vos diseñás tu red de una manera, mañana sale un servicio nuevo y le exige cosas que no estaban calculadas.» Y en eso los smartphones, estas pequeñas computadoras de bolsillo que permiten cosas maravillosas, ponen de rodillas a cualquier red de telefonía celular.

«Son equipos que tienen muchas aplicaciones con estado de presencia, sobre todo para el chat; y aunque no uses el teléfono, el equipo está consumiendo ancho de banda todo el tiempo, porque en forma permanente está señalizando a la red que está ahí, que está conectado a Internet, le avisa al servidor del servicio de mensajería que está disponible. Se conecta y desconecta de la red celular todo el tiempo, y eso afecta la calidad de servicio», explica Solanet.

De hecho, un estudio del fabricante Seven Networks de 2012 calculaba que en un período de 24 horas un smartphone puede generar cientos de intentos de conexión, esté en uso o en una mesa, señalizando su presencia en la red, mientras verifica si tenemos nuevos mensajes de Whatsapp, si estamos online en el mensajero instantáneo -y quién se conectó o desconectó de nuestros contactos-,si nos mencionaron en Twitter o alguien publicó algo en Facebook, si tenemos un e-mail nuevo o si está disponible una nueva versión de alguna aplicación que tenemos en el móvil. Las redes celulares no fueron pensadas para algo así.

Esto, en un contexto en el que la Argentina sigue el ritmo mundial: este año la mitad de los celulares vendidos en el país serán smartphones, según cálculos de la consultora Carrier y Asociados . El año pasado la mitad de los 13 millones de teléfonos que se vendieron en el país tenía conexión 3G, fueran smartphones o equipos más modestos, pero con servicios de mensajería y accesos a redes sociales.

Esa es una parte del problema.

Vamos las bandas

El celular es, grosso modo, una radio de dos vías (un handy, un walkie-talkie) que se conecta a la red de telefonía tradicional. Una de sus virtudes es que transmite y recibe información al mismo tiempo (como un teléfono fijo) usando una frecuencia que le asigna la red.

Las operadoras tienen bloques de frecuencias (es decir, parte del espectro radioeléctrico), otorgados por el Estado. No tienen una única frecuencia para transmitir (como una radio FM) sino un rango. En la tecnología original de las redes celulares cada antena de un operador usaba una frecuencia diferente, para evitar interferencias entre las celdas (un poco como en el problema lógico de pintar sectores de un mapa evitando que se toquen los colores); en 3G esto cambia y se usan canales de varios megahertz, y se diferencia un usuario de otro por un código digital.

Pero las frecuencias son como carriles en una autopista: más frecuencias hay disponibles, más usuarios pueden usar esta tecnología (2G y 3G definen la velocidad a la que van los autos). Pero una vez que todos los carriles están llenos, no hay nada que hacer. En la Argentina, como en la mayor parte del continente americano, se usan las bandas de 850 y 1900 MHz. En otros países se ha agregado una tercera frecuencia para descomprimir las otras dos. Aquí no solo no sucedió eso, sino que el Estado reservó para Libre.Ar (la telefónica estatal) una porción que devolvió Movistar luego de la fusión con Movicom; es casi el 25% del espectro disponible y todavía no está en uso.

Ese es un primer cuello de botella importante. La Argentina tiene 170 MHz en uso, según datos del consorcio 4G Américas; Chile usa 260 MHz, Europa en conjunto 340 MHz, Estados Unidos 547 MHz.

La llegada del la tecnología LTE, coinciden los entrevistados, podría descomprimir esto, llevando usuarios a otra red (que usa otras frecuencias), lo que liberaría un poco las actuales. Hasta ahora, sin embargo, y si bien el Estado ya reservó las frecuencias que se usarán , todavía no se definió -públicamente al menos- cómo se asignarán esas frecuencias. El Ministro de Planificación, Julio De Vido, expresó en febrero que se hará una «administración estratégica para garantizar el acceso de todos los prestadores interesados en igualdad de condiciones». Y aun cuando las redes LTE tengan el visto bueno en el país, habrá que levantar las antenas correspondientes y poner, los equipos capaces de dar servicio. Eso no sucederá de un día para el otro.

Queremos mas antenas y que saquen las antenas

Los servicios de telefonía celular están al tope de las quejas de los usuarios, lo que llevó en noviembre último a un grupo de usuarios a convocar a un apagón celular .

Los usuarios quieren tener un mejor servicio, lógicamente. Como no hay más frecuencias disponibles, las operadoras apelan a un truco: reducen el tamaño de las celdas, lo que les permite reutilizar las frecuencias. Pero se topan con un problema: la gente quiere mejor servicio, pero no quiere antenas cerca.

Un alto ejecutivo de una de las operadoras locales explicaba que «los municipios ponen muchísimas trabas a la instalación de antenas en los techos de los edificios; no sólo no podemos agregar más antenas, sino que en muchos casos nos piden que las saquemos, por anti estéticas y porque creen que son dañinas. Cada lugar pide un canon distinto o permisos diferentes para instalar las antenas».

En enero Perfil publicó un relevamiento de OpenSignal, que confecciona mapas de cobertura: en el área metropolitana de Buenos Aires hay 4220 antenas, una cada 4092 dispositivos. En Santiago de Chile hay una cada 865 usuarios. En Londres: una cada 348 equipos (30.632 antenas en esa ciudad).

«A la gente no le gustan las antenas, pero si hubiera más tendríamos mejor servicio, y la batería del celular duraría más, porque le costaría menos conectarse a la red», se lamentaba por estos días un ejecutivo de una empresa de telecomunicaciones.

A la vez, muchos dueños de edificios se quejan en los comentarios de esta nota de que las telefónicas ofrecen poco dinero para alquilar las terrazas para poner las antenas en los techos.

Desde el Ministerio de Planificación De Vido afirmó que en los últimos seis meses se reunió «con más de 1000 intendentes de todo el país» para facilitar la instalación de nuevas antenas, y le exigió a las operadoras locales más inversión en infraestructura .

Es que aunque en los últimos años han comenzado a invertir -sobre todo en lo que se llama elbackbone , algo así como la espina dorsal de una red de datos- varias fuentes del sector afirman que esas inversiones llegan, pero demoradas y a regañadientes.

«En el país no había hasta ahora un buen dominio técnico de cómo es armar una red 3G, que no es igual a hacer una de 2G; hay que saber cómo orientar las antenas, ver qué altura tienen, cómo se hace un puente para que el acceso a Internet tenga un tiempo de respuesta bajo. Y ahora que hay un fuerte crecimiento en la base de usuarios de teléfonos con 3G a las operadoras les cayó la ficha de lo importante que es la banda ancha móvil a futuro», dice Rafael Steinhauser, de Qualcomm (una de las compañías que desarrolló parte de la tecnología que se usa en 3G).

Así, elegir un único responsable por algunas llamadas que se cortan o se escuchan mal, o la lentitud de las conexiones de banda ancha móvil es ver sólo una parte de la situación. Y las inversiones, si se mantienen, mejorarán la infraestructura de conexión entre las antenas y la salida a Internet, lo mismo que el paso a LTE propulsado por el gobierno, que rendirá eventualmente sus frutos. Pero esto (lamentablemente) no se sentirá en el corto plazo..

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