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“¿Porqué en otro lugar sí y aquí no?”

Señor Director A raíz de la nota publicada en el portal de Radio Fueguina “¿Porqué en otro lugar sí y aquí no?”, como fueguina y guía de turismo que soy por formación académica, me permito escribir la siguiente reflexión: Mal que nos pese a los argentinos, Río Grande nació como patio del fondo de la bella ciudad […]

Señor Director

A raíz de la nota publicada en el portal de Radio Fueguina “¿Porqué en otro lugar sí y aquí no?”, como fueguina y guía de turismo que soy por formación académica, me permito escribir la siguiente reflexión: Mal que nos pese a los argentinos, Río Grande nació como patio del

fondo de la bella ciudad de Punta Arenas fundada en 1848, a la cual hace referencia vuestra nota. Principal puerto de estas latitudes durante el siglo XIX e inicios del siglo XX, de gran tráfico marítimo antes que el canal de Panamá le disputará al Cabo de Hornos, la supremacía de ser paso obligado entre los océanos Atlántico y Pacífico.

A ese puerto llegaron muchos de nuestros antepasados inmigrantes, como los eslavos de los cuales desciendo por línea materna y tantos otros .
Fue ciudad cosmopolita desde su nacimiento y desde la cual se extendieron los latifundios de Menéndez y Braun, esos prohombres de la Patagonia, que aun cuestionados por la Historia, lograron atraer a esta tierra argentina, el progreso que tiene como natural consecuencia el trabajo, fuente vital para dignificar a hombres y mujeres.

Hay un pequeño detalle histórico que hace evidente que el nivel de corrupción en nuestros países nunca fue el mismo: Menéndez dejó en su testamento el capital necesario para destinar a obras educativas y culturales en los lugares donde prosperó su fortuna, entre esos Río Grande donde jamás se supo el destino de esos fondos…

Detalle curioso aparte, mucho antes del nacimiento de Río Grande en 1921 por decreto del Dr Yrigoyen y tras la fracasada experiencia comercial del singular minero Julio Popper, las estancias Primera Argentina (hoy Ea. José Menéndez), Segunda Argentina (Hoy Ea. M. Behety) y Sara, convocaron a los primeros pobladores de esta estepa, que se sumaron a los “evangelizadores” de la obra salesiana.

En 1908 el primer frigorífico instalado sobre la margen sur del río Grande, antecesor de la Compañía Frigorífica Argentina y de la Corporación  Argentina de Productores después, fue el primer poblado donde nació la bonanza riograndense que atrajo miles de trabajadores.
Sin embargo, el mayor contraste de nuestra historia común se observa en el, por un lado escaso y por el otro pleno, recuerdo de esos pioneros.

Fue en Punta Arenas donde aquellos “patrones” construyeron sus lujosas residencias según los estilos de moda europeos y le dieron aires de prosapia a la ciudad, casonas hoy convertidas en museos, perfectamente conservados para honor del patrimonio nacional chileno. Y en Río Grande apenas se observa el testimonio de aquel pasado en los cascos de las estancias, en instalaciones destruidas como el antiguo frigorífico y apenas en una docena de centenarias casas de familias de antiguos pobladores.

Nosotros, los riograndenses, no conservamos siquiera el sencillo ingenio de madera y hierro, parte de esa historia de grandeza, como fue el puente  colgante. Muy por el contrario, los pocos edificios de valor patrimonial, están pésimamente conservados, algunos en ruinas o fueron reemplazados por otros de arquitectura ecléctica que poco tienen que ver con nuestra idiosincrasia patagónica y nuestra historia.

Nuestro patrimonio arquitectónico original, desaparece al ritmo del crecimiento económico insular y la consecuente especulación inmobiliaria, sin que nuestros representantes y funcionarios de turno, mínimamente los directivos de las áreas de competencia directa como son cultura y turismo, adviertan ó hagan algo por evitar la pérdida del patrimonio, que conduce irrevocablemente a la pérdida de nuestra identidad colectiva.

En Punta Arenas, se honra el significado de monumentum: “AQUELLO QUE ADVIERTE”. Es así que allá, el pasado de esplendor es recordado y
homenajeado, en plazas, calles, instituciones, arte público como sus monumentos y esculturas, y hasta en una de las necrópolis más bellas del mundo, como es el cementerio municipal Sara Braun.

La plaza de armas Muñoz Gamero, no cuenta solo con un verde envidiable, sino con el monumento en bronce que donara Don José Menéndez a raíz de los cuatrocientos años del descubrimiento del Estrecho, para recordar a Hernando de Magallanes, advirtiendo tanto la epopeya marítima como a los nativos de esta tierra. Así es que el Ona, demuestra en su pie desgastado los millones de turistas que se acercan a tocarlo, con la esperanza de que esa costumbre cumpla la leyenda de que quien toca el pie del “indio” regresa a la Patagonia. Basta solo mirar la plaza de lo Onas en Río Grande para sentir vergüenza ajena.

El grupo escultórico en bronce que recuerda al ovejero, su piño y sus diestros perros, sobre avenida Bulnes, supera en calidad artística al nuestro, tan desproporcionado y primitivo, dispuesto sobre ruta 3. Ni mencionar el excelente estado de conservación de Fuerte Bulnes, primer hito de la soberanía chilena sobre el Estrecho de Magallanes, que no encuentra contraparte de este lado de Tierra del Fuego.

Todo ello nos habla a las claras de las políticas públicas de la República de Chile, en cuanto a su visión histórica, cultural y turística. Nuestro sentimiento y noción de Patria está atravesado de innumerables contradicciones pero en Chile la Patria es respetada ante todo, desde el cumplimiento de la Ley.

La conciencia de lo público está sólidamente acordada. Se conoce y valora la historia y las tradiciones aprehendidas con orgullo, tanto en el seno del hogar como en la escuela. Basta ver cómo para las alegres fiestas patrias del 18 de setiembre, desde el “roto” chileno hasta los más encumbrados aristócratas, festejan las “patrias” al ritmo de cuecas en innumerables ramadas y fondas que se dan a lo largo y ancho de aquel país.

Tan o más víctimas de dictaduras como nosotros, retomaron su LIBERTAD que no confundieron con LIBERTINAJE. Son auténticos, se hacen cargo de
su pasado, viven en el presente y construyen futuro, avanzan unidos bajo esa bandera que veneran no solo en los partidos de fútbol y son duros para el trabajo como canta nuestro Walter Buscemi en su famosa letra “El inmigrante”:

Se sienten orgullosamente chilenos, sin soberbia, y todo ello se traduce finalmente en calles limpias, en preciosos jardines y envidiables arboledas. Son serviciales, educados y cultos sin estridencias. Que alguien desmienta sino que no ha sido bien tratado en Punta Arenas, donde cada puntarenense sea cual fuere su extracción social, es excelente anfitrión de su ciudad.

¿Cuántos buenos anfitriones conoce usted en Río Grande donde ni siquiera un mísero cartel guía a las visitas desde la mismísima entrada a la ciudad, cuántos riograndenses son capaces de brindar los mínimos datos de información turística en otro idioma, cuántos son conscientes que cada uno de nosotros somos la ciudad?… tenemos un enorme desafío por delante los riograndenses, los fueguinos, los que no estamos de paso por circunstancias puramente económicas en esta isla pródiga: decidir qué ciudad queremos, qué haremos por ella y en qué clase de representantes y funcionarios
depositaremos nuestro destino común…

Cordialmente, Ana Berbel Smolcic

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