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«Perón quiso ser sucedido por Balbín»

A 40 años del regreso del general exiliado a la Argentina, adquiere mayor interés histórico y político su acercamiento al líder radical y jefe de la oposición en aquel entonces. El recuerdo de Gustavo Caraballo, ex secretario técnico de la Presidencia.

El regreso de Perón al país, aquel 17 de noviembre de 1972, tras 18 años de exilio, representó una oportunidad histórica. “Perón venía dispuesto a utilizar todo el peso de su liderazgo personal para restaurar el orden y la paz”, escribió por ejemplo Carlos Funes –en su libro Perón y la guerra sucia (Catálogos, 1996). En aquel viaje de regreso, “cuando el comandante de la aeronave anunció que habían ingresado a cielo argentino, todos los pasajeros se pusieron de pie y comenzaron a entonar la Marcha Peronista; Perón dejó su asiento, ingresó a clase turística donde se encontraba el grueso de los pasajeros y pidió silencio: ‘No, muchachos, la marcha divide… cantemos el Himno nacional que es de todos los argentinos’”, contó también Funes en ese libro.

Lamentablemente, el país quedaba minado de obstáculos, como el mantenimiento por la dictadura de Lanusse de la proscripción sobre la candidatura de Perón y el empecinamiento de las guerrillas en no deponer las armas.

Frente al clima convulsionado que se vivía, Perón intentó un acercamiento con el radicalismo en la persona de su jefe de entonces, Ricardo Balbín. “Doctor Balbín, usted y yo nos tenemos que poner de acuerdo porque somos el 80% del país”, le habría dicho en su primer encuentro, según el libro de Adrián Pignatelli, Balbín, el presidente postergado (Centro Editor de América Latina, 1992).

El mismo autor pone en boca del dirigente radical las siguientes palabras sobre esa reunión: “En noviembre de 1972 fue como si siempre nos hubiésemos hablado ¡cosa curiosa! ¡Fue como dejar de lado todo lo de ayer para empezar un camino nuevo! Así todo resultó fluido, fácil, cordial”.

Ahora bien, el encuentro con este dirigente, pocas horas después de su retorno al país –que pasó a la historia como abrazo Perón Balbín- no fue el único gesto del general Perón hacia su antiguo adversario.

Como lo relató Gustavo Caraballo a Infobae, y como lo han confirmado muchos otros testigos y protagonistas de la época, Perón también intentó una fórmula conjunta y, más tarde, quiso buscar un mecanismo para que Balbín lo sucediese en caso de muerte.

Caraballo, que venía del grupo de jóvenes profesionales que colaboraban con el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), fue jefe de asesores del Ministerio de Economía durante la presidencia de Héctor Cámpora y luego Perón lo designó Secretario Técnico de su presidencia. Durante el gobierno de Isabel Perón fue embajador en la Unesco. Luego del golpe de Estado de 1976, al igual que muchos funcionarios del gobierno peronista fue detenido, torturado y permaneció en la cárcel durante ocho meses.

Como secretario técnico de Perón, fue convocado cuando éste, al caer enfermo, buscó la forma de poner al jefe del radicalismo, Ricardo Balbín, en la línea de su sucesión.

¿Es cierto que Perón quiso colocar en la presidencia al jefe de la oposición?

Sí, así es. Además varias veces se dijo que Perón, una vez que Cámpora sale de la presidencia, inclusive quería una fórmula Perón-Balbín, pero en definitiva no se concretó, la candidata a vice fue Isabel y las cosas se dieron como se dieron. Perón estaba muy enfermo.

¿En qué momento intentó poner a Balbín como sucesor?

Fue ya en sus últimos días. El jefe de la Casa Militar fue llamado por Perón que le pidió que fuese a buscarme a mi casa para estudiar la posibilidad de que Ricardo Balbín lo sucediera, si le pasaba algo.

¿La idea era modificar la ley de acefalía?

Sí, modificar la ley de acefalía para que, en caso de muerte del presidente, los que estuvieran en turno para el remplazo pudieran ser también los ministros. Entonces, se hacía ministro al candidato –en este caso Balbín- y luego éste era designado sucesor, presidente, por el Congreso.

¿Por qué cree que Perón intentó dar ese paso?

El dudaba de la capacidad de Isabel, pero bueno, ella era su mujer. En aquel momento Perón estaba muy solo y eso incidió en el modo de determinación de la fórmula. Si él hubiera tenido libertad de acción para reaccionar, seguramente no hubiera sido Isabel. Pero ella le dijo a Perón: “Mire, General, a usted todos lo han traicionado, usted no puede tener otro vicepresidente que no sea yo”, etcétera.

Usted dice que Perón estaba solo. Pero ¿qué rol tuvieron los demás sectores peronistas?

También los otros sectores del movimiento privilegiaron sus peleas por encima de todo y la falsa adulonería conduce a una irracional determinación de las cosas. Eso fue lo que pasó.

¿Cómo siguió la relación con el líder del radicalismo?

A pesar de que la fórmula con Balbín no prosperó, Perón lo consultó en muchas oportunidades antes de tomar decisiones importantes.

¿Perón consultaba a Balbín?

Sí, Perón lo consultó varias veces antes de tomar ciertas decisiones políticas. Una de ellas fue la intervención de un diario vinculado al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Yo le propuse que mejor sacáramos una ley que autorizara en situaciones excepcionales al Poder Ejecutivo a intervenir un diario. Y bueno Perón quiso consultarle a Balbín qué prefería, si promulgar una ley así o sólo intervenir el diario en cuestión. Y Balbín optó por lo segundo. También lo consultó en ocasión de la intervención a la Universidad Nacional de Buenos Aires, que Balbín aceptó. En síntesis, hubo entre ellos una buena relación posterior a la asunción de Perón, por eso no me extrañó que Perón, viéndose ya muy mal, pensando en el país, haya buscado una fórmula para que lo sucediera Balbín.

En aquel momento, ¿cómo fue recibido el acercamiento entre Perón y Balbín por la opinión pública?

Hubo sectores políticos que se opusieron, en ambas fuerzas, pero el gesto fue bien recibido por la sociedad.

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