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García Ferré: «Los valores que mueven a mis personajes salen de la calle»

Pronto a presentar Soledad y Larguirucho, el genio de los dibujos animados recibió a Infobae.com. A sus 82 años, confesó que le gustaría ver su film Trapito en 3D. Un repaso por la vida y obra del padre de Anteojito

Ya desde la entrada, la productora de Manuel García Ferré es el sueño de cualquier niño, de edad y de alma: un Super Hijitus tallado en madera parece dar la bienvenida a cada visitante, y a unos cinco metros, Manuelita, la tortuga que se fue a París, hace lo propio.

En dos repisas –del ancho de la pared de su oficina–, dicen presente casi todos los personajes que vieron crecer a dos generaciones. Sobre una mesa redonda, donde desde hace 43 años se inicia cada producción, García Ferré acomoda una cartulina con las figuras de Soledad Pastorutti y Larguirucho, los protagonistas de su nueva película.

Con su característico vestir, el artista contó de qué trata su nueva producción: «Esta película es para toda la familia, empezando por los más chiquitos, hasta los abuelitos, porque la niñez no tiene edad. Abarca toda la etapa de la vida que uno quiera mantenerse joven, fresco y aprender. Mi película pretende entretener, divertir y hacer pasar un rato agradable entre los menores y mayores».

Hace dos años García Ferré y su equipo iniciaron la producción del nuevo film que cuenta con enredos protagonizados por la celosa bruja Cachavacha, quien, aliada con el ambicioso doctor Neurus, Pucho y Serrucho, hará de las suyas para bajar del podio a «La Sole», estrella indiscutida de los niños, y su amigo Larguirucho.

Esta película cuenta con las participaciones de Carlitos Baláel Chaqueño Palavecino, Diego CapusottoRonnie Vargas y el inigualable Pelusa Suero –la voz de Larguirucho, Neurus y el Comisario–. «A muerte seguimos con Pelusa, es un gran creador de voces, de situaciones, y un artista que colabora con el estudio desde hace 43 años. En todas mis películas, de las seis de largometraje, él hizo la voz de Larguirucho», contó entusiasta Ferré.

Reflexiones de un genio del lápiz

Sin dejar de sonreír, el hombre que nació en Almería, España, en 1929 –poco antes del inicio de la Guerra Civil Española–, recordó su dura infancia, durante la cual despertó su pasión por dibujar: «Siempre me ha gustado hacer caricaturas, dibujos, hacer muñecos.Cuando era chico me hacía mis propios juguetes con alambres, con maderas, me gustaba facilitar con las manos hasta la escultura. Tenía cierta técnica».

A los 17 años llegó a la Argentina, donde desarrolló ese talento. Trabajó en agencias de publicidad mientras estudiaba Arquitectura, carrera que le dio la técnica que luego desarrolló en los dibujos que crecieron junto a tres generaciones de niños.

Los personajes de García Ferré poseen características muy humanas que él mismo describió: «Los valores que mueven a todos mis personajes yo los saco de la misma humanidad, los saco de la calle y la experiencia aporta muchísimo. La ilusión, la magia y el encanto que tiene el dibujo animado, en el cine me maravilla. Lo voy a seguir haciendo hasta que Dios me dé fuerzas».

García Ferré contó a que tiene en mente «dos o tres proyectos más» y uno de ellos será protagonizado por Hijitus, junto al Comisario, Oaky y el maléfico doctor Neurus. También La Gallina Turuleca y sus futuras aventuras ocupan hoy la mente del dibujante.

«Si ellos –sus dibujitos– tienen repercusión, creo que es un reflejo de lo que nos ocurre a todas las personas, no lo que pienso o solamente imagino, sino que lo imagino pero lo paso primero por el corazón y lo siento. Detrás de cada personaje que hago suelo poner a un ser humano con sus sentimientos, con su locura, con su magia, con su encanto, con su tragedia…», argumentó.

A la hora de optar por uno de ellos como favorito, el maestro de la ilusión dijo: «En cada momento ha sido el que creé. Todos tienen su momento», pero definió que quizás «los que más perduran en el tiempo: Anteojito, Hijitus, Trapito, Petete, el Patriarca de los pájaros» sean sus preferidos.

Consultado sobre la siempre vigente comparación con Walt Disney, dijo: «No llegué a conocerlo personalmente, pero era intuitivo, un gran observador, un gran crítico de su propia obra, supo rodearse de gente muy importante y logró cosas maravillosas».

El padre creador de Trulalá asumió estar al tanto de todo lo que pasa en el mundo del lápiz, donde hay trabajos «regulares, buenos y otros malos». De todos ellos, el que se sienta a ver con gusto es la zaga La Era de Hielo.

«Toda la serie me encantó. Se ve una madurez, una gran inversión económica. Es un arte industrial porque requiere el trabajo de mucha gente, durante mucho tiempo. Yo hago la película en uno o dos años, y ellos tardan a veces hasta cuatro y cinco años en hacer una súper producción por ser perfeccionistas, y eso genera un resultadoextraordinario».

Trapito, una película muy especial

En 1975, la productora García Ferré llevó a la pantalla grande Trapito, la historia de un niño espantapájaros sin ilusiones pero que tras una fuerte tormenta conoce a Salapín, un gorrión a quien salvó de morir ahogado y que, a su vez, lo rescata de esa vida clavado a la tierra. Luego de dar los primero pasos, Trapito es llevado a escuchar los consejos de El Patriaca de los Pájaros. Fue el sabio pájaro el que le dio una ilusión para vivir: el mismo Salapín era ilusión que el niño de paja debía seguir.

«Trapito tiene un guión que emociona mucho, un alma que es universal: que la gente se ilusione. Es una persona que está clavada, no se mueve, pero el ser humano con ilusiones va a cualquier parte; tan es así, que para mí la vida es una ilusión, de otra ilusión seguida, y siguiendo a la ilusión se nos va la vida», dijo García Ferré con ojos llenos de recuerdos y nuevas esperanzas. También avisó que le gustaría ver esta película en 3D.

Imaginando la emoción de quienes de niños vieron Trapito en el cine, quizás hasta apretando a un muñequito entre las manos, dijo: «Llorar es sano porque es demostrar que hay corazón, que hay sentimientos, que hay bondad. Se llora cuando realmente hay una causa que provoca el llanto, pero si la realidad me lleva a esa situación, tampoco la ignoro. Llorar es muy humano, lo mismo que reír. Son los dos extremos que nos hacen diferentes a cualquier otra especie: saber reír, saber llorar».

Esta película enseña que son las ilusiones las que ayudan a un ser a dejar de ser un espantapájaros, y salir a caminar por el sendero que la ilusión marca. Y como bien lo dice Ferré: «La ilusión tiene alas como los pájaros, por eso un día puede volar y abandonarnos. Pero también porque tiene alas un día puede volver».

Fue así como Trapito, luego de largas noches de tristeza, despertó un día con el grito de Salapín, su ilusión, que había vuelto, pero con su propia familia y para quedarse a vivir junto a ese niño interior que a cada minuto recuerda que esta vida es para mantener las ilusiones en alto.

Hay personas que se convierten en personajes, de esos a los que se los invitaría a tomar un café, porque tienen genio, porque tienen magia en las palabras y en la mirada. Y mucho para dar. Manuel García Ferré es de esos y suma algo indefinible: una mezcla de extremo respeto, máxima ternura y mucha emoción. Es el abuelo que se quiere tener, al menos por un día.

Dulcemente saluda con un beso, aprieta firme las manos y se deja dar un abrazo, entendiendo, quizás, que su persona es la vuelta a la infancia, a los recuerdos simples, a esa época en que la única pretensión era que el kioskero no se olvidara de guardarnos la revista Anteojito.