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A la memoria del Padre Carlos Mugica

La vida en la Villa 31 y la asistencia de los curas que comparten las miserias cotidianas es la apuesta fuerte de «Elefante blanco», la película de Pablo Trapero que se estrena este mes y viaja al Festival de Cannes.

Ricardo Darín interpreta al cura Julián en el filme de Pablo Trapero que competirá en el Festival de Cannes.

La película de Pablo Trapero, Elefante blanco, tiene muchas virtudes en el plano cinematográfico, y asume varios riesgos conceptuales y políticos. El más poderoso y alucinante es el homenaje al Padre Carlos Mugica y, con ese gesto, la reivindicación del Movimiento de curas tercermundistas, uno de los blancos del terrorismo de Estado en Argentina durante la década de 1970. La cámara instalada en la Villa 31 vuelve sobre los pasos del sacerdote que levantó para esa feligresía castigada por la miseria, la Parroquia Cristo Obrero. Es notable el trabajo de reinterpretación (e interpelación) que logra Trapero con respecto al rol de los servidores de Cristo en el contexto actual, el de la pos-globalización, envilecido y mucho más violento que el que conoció Mugica. Las cifras de archivo señalan que a comienzos de los años 1970 había 16 mil familias asentadas en la ahora llamada Villa 31. Durante la dictadura algunos habitantes fueron enviados a Fuerte Apache. La historia del Padre Mugica es conmovedora.

Nacido y criado en una familia de clase acomodada y de ideas conservadoras, solía decir poco antes de su trágico fin, que solamente tenía miedo de que las autoridades de la Iglesia Católica lo alejaran del barrio. Lo dijo porque ya sabía que lo habían señalado como ‘subversivo’, categoría que se les aplicó a los curas como él. En la película que complejiza aun más el vínculo entre curas y habitantes del barrio, aparece el trabajo social y el compromiso como una de las facetas irrenunciables de los padres Julián (soberbio Darín) y Nicolás (el actor belga Jeremie Renier). Ellos se involucran con ese pueblo oculto en medio de la ciudad y son testigos impotentes de los enfrentamientos entre bandas, así como la escalada de crímenes entre éstas y la policía. El Evangelio se pone a prueba y la jerarquía eclesiástica no está a la altura de las preocupaciones de los curas. Trapero asume el riesgo de fotografiar a los curas mano a mano con las necesidades, situación cotidiana a la que tampoco ellos escapan. En lo político, la película reabre un capítulo olvidado, siempre rotulado a regañadientes, incómodo. En la placa del Padre Mugica, en la Villa, hay frases que lo recuerdan, como la que dice: «ayudame a vivir para ellos».

La imagen y predicamento de Mugica en la Villa 31 es tal que desde 1999 existe la murga Los guardianes de Mugica. También es una referencia de artistas como León Gieco que en la canción Los guardianes de Mugica, alude a ‘esta Argentina del dolor’ y aconseja utilizar las ‘tres palabras mágicas: por favor, perdón y gracias». El Padre Carlos Mugica murió acribillado a balazos en la Villa de su corazón, cuando recién anochecía, el 11 de mayo de 1974. Hoy se recuerda su muerte, a 38 años del asesinato que todavía no se ha esclarecido y que la comunidad señala como uno de los tantos crímenes de la Triple A.

Elefante blanco
Dirección: Pablo Trapero.
Con: Ricardo Darín, Martina Gusmán, Jérémie Renier.
Estreno en Córdoba: jueves 17 de mayo.