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Padres e hijos en los Oscar: Los descendientes

Una línea emblemática recorre varias de las películas nominadas a los Oscar a través de sus coloridos géneros: la ardua pero inagotable relación padre-hijos

Jude Law es el padre comprensivo de 'La invención de Hugo Cabret'.

Son nueve las películas candidateadas a los inminentes Oscar, y sería un crimen conspirativo creer que hay un criterio «temático» que decide la elección. Los nominados este año marcan un buen promedio y van de la épica al romance, del drama agridulce al homenaje cinéfilo, géneros y posibilidades que hacen al universo desmedido del séptimo arte, siempre dentro de los límites y códigos que emite esa pantalla espectacular-global que es Hollywood.

Aun así, las comparaciones, los contrastes y los vínculos secretos o no tanto entre ellas son siempre atrayentes y se prestan a la obsesión detectivesca: ¿Qué hay en común entre una película que retoma el 11-S desde la perspectiva de un geniecillo precoz y una aventura entre engranajes y relojes de una estación de trenes de París? ¿Y entre una crepuscular postal de familia hawaiana y un altruista mánager deportivo que recurre a las ciencias económicas para hacer ganar a su equipo? La cuestión no pasa sólo por los canes (Hugo Cabret y su enemigo Borat tienen uno, George Valentin también) o de los viajes en el tiempo (Gil/Owen Wilson en Medianoche en París, Malick que rebobina hasta el mismísimo big-bang en El árbol de la vida).

Brad Pitt es el padre esrticto de 'El árbol de la vida'.

No. Un lazo más recurrente y duradero es el que trata la difícil y siempre cautivante relación padre-hijo, a veces con la cámara más enfocada en el primero, otras en el/los segundos. Comprobarlo, sino, con los dos ejemplares más cabales en esos términos: La invención de Hugo Cabret y Tan fuerte, tan cerca, con sus padres-emblemas ausentes que le conceden a su descendiente una última y comprometedora misión, con llave y cerradura mágicas de por medio. Peso y ubicuidad ancestral que muchos cuestionaron (¿Es La invención… un enorme y arcaico lamento por un cine-padre que ya no existe?), y que otros celebran en esa refrescante libertad del que busca hacerse en las calles del mundo o del cine por sí solo, sin progenitores.

Distinta es la cuestión en casos más «realistas» como Los descendientes y El juego de la fortuna, en los que la figura del padre cobra más importancia, tanto que éstos cargan con sus respectivas nominaciones a mejor actor: Clooney/Matt King queda frente a frente con su lúcida hija adolescente y su inquieta hija menor después del súbito coma de su esposa; descenso a los infiernos hawaianos y familiares que curtirán al confundido y pusilánime King. Y Pitt/Billy Beane, que encuentra en su hija Casey (una encantadora Kerris Dorsey) el empujón emocional para sobrellevar los sinsabores y vaivenes de su arriesgada empresa beisbolística.

Tom Hanks es el padre que desaparece en 'Tan fuerte, tan cerca'.

Pitt, también, es el recio padre de familia de El árbol de la vida, el epifánico sermón visual-religioso de Terrence Malick que también va a por su estatuilla. Situado a mediados de siglo 20 en un típico hogar de clase media norteamericano, el filme gira (literalmente, con sus planos vertiginosos) y en sus momentos más terrenales, en torno al amor-odio entre Jack (Hunter McCracken como otro niño-hallazgo que a esta altura exige una estatuilla a mejor actor sin licencia de conducir) y su violento padre, que el filme así y todo torna comprensible; ese debate encarnizado es el eje más humano de la obra de un autor polémico asumido Dios.

Y si quedan dudas, allí está Principiantes, la tierna comedia dramática de Mike Mills en la que se luce el favorito a mejor actor secundario Christopher Plummer, como un veterano padre con los días contados que decide salir del closet justo a tiempo; y así se pasea dichoso e increíblemente jovial junto a su novio joven mientras su introspectivo hijo Oliver (Ewan Mc Gregor) lo recuerda años más tarde, mientras intenta una dificultosa e intrincada relación pos-30 junto a su nueva novia, sin saber cómo su padre a su anciana edad lo hacía todo tan simple.

Los aspirantes a película extranjera también caen en el tópico, desde la más literal Footnote de Joseph Cedar a la contenida A separation, de Asghar Farhadi: la hipótesis está en todas partes. Mañana, el Oscar decidirá a cuáles de sus criaturas premiará.

George Clooney es el padre de dos niñas en 'Los descendientes'.


El juego de la fortuna:

Papá bueno: Entre tanto sofocamiento por su apuesta a todo o nada por los Oakland A’s, el mánager Pitt/Beaney halla cordura en la compañía de su preadolescente hija con vuelos de estrella pop (Kerrys Dorsey), quien le canta y graba una bella versión folk de The show, de la australiana Lenka, que lanza en el instante justo su irrefutable moraleja: «Disfrutá del show».

Los descendientes:
Papá insufrible: Clooney/Matt King no tiene mejor idea que confesarle a su hija mayor (Shailene Woodley) que su madre va a morir mientras comparten una banal charla de pileta. Para peor, sus gestos de amor paterno son siempre dubitativos o a destiempo. Por suerte, tendrá la chance de remontar su baja reputación al enfrentar al tonto ex amante de su mujer.

El árbol de la vida:
Papá malo:
El Sr. O’Brien es un temible progenitor a la antigua que castiga a sus hijos de la manera más severa, incluso físicamente si es necesario (se entiende, todo sucede en la década de 1950). Y el que peor se la lleva es el rebelde Jack, quien recordará todo desde el futuro ya convertido en un espectral Sean Penn, pensando que su vida no fue tan mala después de todo.

La invención de Hugo Cabret:

Papá cinéfilo. Hugo Cabret es huérfano, pero eso no impide que la presencia de su padre esté en todas partes, o al menos en la estación de trenes donde debe encontrar la llave que encaje en el corazón del misterioso autómata heredado. Pista que lo llevará a toparse nada menos que con un prócer del cine, pero también con un guardia insobornable y una locomotora peligrosa.

Tan fuerte, tan cerca:
Papá Sherlock.
La historia empieza mal, porque Oskar Schell pierde a su padre Thomas (Tom Hanks) en los atentados del 11-S; pero el vínculo cómplice entre ambos pervive en una última misión asignada, por la cual Oskar se verá obligado a visitar a cada vecino neoyorquino de apellido Black para desentrañar el destino de la llave paterna: eso es ser un hijo ejemplar.

Principiantes:
Papá feliz.
Hal Fields (Christopher Plummer) tiene cáncer pero eso no le importa. Acaba de asumir que es gay y sale con un novio cercano en edad a su hijo Oliver (Ewan McGregor), un ilustrador conflictuado que no sobrelleva igual de bien su existencia. Años después, éste probará contagiarse del espíritu paterno al abordar a la también complicada Anna (Mélanie Laurent).