Suena como una frase trillada que «el automovilismo es un deporte de riesgo». Por eso se da por hecho que el peligro esté latente y, de alguna manera, se olvida sus alcances. Incluso, hasta parece obvio mencionar que la seguridad necesariamente va de la mano de esta premisa.
Es por ello que los organismos internacionales que rigen el deporte motor (la FIA en automovilismo y la FIM en motociclismo) fijan en sus reglamentos ciertas directrices para el diseño de circuitos, y por otro lado características y medidas de seguridad que deben cumplir los autódromos para albergar eventos de este tipo.
Es imposible eliminar completamente los riesgos que implica correr a altas velocidades, pero las entidades rectoras emiten estas disposiciones para minimizar en el mayor margen posible dicho peligro. El último fin de semana el automovilismo fue testigo de la muerte de Guido Falaschi en el circuito de Balcarce. Al observar las imágenes del accidente detenidamente, puede tomarse nota de grandes desaciertos en materia de seguridad.
En primer lugar, una de las falencias más notorias reside en la disposición de las barreras de contención. Los muros de neumáticos provocan un efecto muelle al tener lugar un impacto: en este sentido la flexibilidad del caucho permite absorber la energía del golpe gracias a su deformación, mientras que la conexión existente entre cubiertas favorece el comportamiento global del conjunto, dotando al sistema de rigidez suficiente para retener el vehículo.
De acuerdo a la FIA, la pila de neumáticos reglamentaria está conformada por cubiertas de autos de turismo, de diámetro uniforme, unidas entre sí para lograr una barrera homogénea de tres filas de profundidad como máximo y de una altura de un metro como mínimo, apoyadas sobre una barrera rígida permanente (muro flexible o guardrail).
La norma especifica que de preferencia deben componerse cinco o seis pilas de neumáticos abulonados, ancladas entre sí siguiendo un patrón escalonado para formar sectores que sean fácilmente transportables. Luego deben fijarse contra el guardrail y entre sí en zunchos para formar una defensa uniforme.
Las imágenes de TV muestran claramente cómo una gran cantidad de neumáticos de diferentes tamaños se desparramó sobre la pista luego de los impactos de Leonel Larrauri y Guido Falaschi, provocando incluso la posibilidad de más accidentes. Además, el cometido de estos elementos es contener el auto ante el golpe y no devolverlo a la pista en un rebote.
En segundo lugar, la tierra fue otro factor determinante. Siguiendo las reglamentaciones de la FIA, el dimensionamiento de las vías de escape se realiza en base a la trayectoria ideal de los vehículos. En el desarrollo de la trayectoria se prevén escapatorias suficientemente amplias para asegurar que no exista impacto con las barreras de seguridad o que la velocidad de impacto sea mínima.
La definición de la zona de escape se basa en la distancia a las barreras de seguridad. Las escapatorias que reducen mejor la velocidad de los vehículos sin control son las formadas por una cama de gravilla labrada. El organismo ha desarrollado tablas para el dimensionamiento de escapatorias en función de la velocidad a la que se pierde el control del auto y la distancia recorrida en asfalto, a partir de las cuales se obtiene la longitud necesaria de escapatoria de leca para garantizar la detención del vehículo antes de alcanzar las pilas de neumáticos.
Sin embargo, y esta cualidad no es privativa de Balcarce solamente sino que es una falla en gran cantidad de circuitos en nuestro país, tanto banquinas como zonas de escape son sectores que no se encuentran debidamente delimitados con una demarcación especial, ni cuentan con el material apropiado para ello.
Nuevamente, la transmisión de Carburando muestra la enorme polvareda que se levanta luego de la maniobra de Falaschi para esquivar el auto de Larrauri, devuelto al asfalto por la pila de cubiertas. Esa nube de polvo en suspensión deja sin buena visibilidad al resto del pelotón que venía detrás, donde cada uno transitó la zona del problema a su suerte. Algunos lo eludieron, otros no, como Guillermo Ortelli y Néstor Girolami…
Existe además, un inciso que fija la cantidad de autos que pueden participar de una competencia a través de una fórmula que toma determinados coeficientes de acuerdo a características particulares, tales como la duración de la carrera, el ancho de la pista y la longitud del circuito.
La fórmula propuesta por la FIA es: N= 0.36 x L x W x T x G, donde N es el número total de autos habilitados para participar y se redondea al número entero siguiente; L es el coeficiente que representa la longitud del circuito; W es el valor del ancho mínimo de la pista; T hace referencia al tiempo de duración de la carrera; y G es el tipo de autos que están compitiendo, donde si corre más de una categoría se toma el valor más bajo.
Según la tabla que está en el reglamento de seguridad, para el valor L al trazado de Balcarce (4.592 m) le corresponde el coeficiente 14, para circuitos de una longitud entre 4.400 y 4.800 metros. El promedio del ancho de pista ronda los 12 metros, por lo que al valor W se le aplica el coeficiente 10. La duración mínima de una carrera estipulada por FIA es de una hora; la competencia de Balcarce tenía una extensión pactada a 50 minutos, por lo que el valor correspondiente al tiempo es 0,83. El coeficiente relativo al tipo de autos es 0,70, para vehículos de más de 2000 cm3.
Dado el cálculo N= 0.36 x 14 x 10 x 0,83 x 0,70, el resultado es 29. Por lo tanto, 29 autos era el número máximo de competidores que podía albergar Balcarce. Sin embargo, fueron 48 los autos que largaron la anteúltima final del año de Turismo Carretera. Desde el ACA afirman que esta es una fórmula ideal, pero que es difícil de aplicar en un país “donde la mayoría de los circuitos están rodeado por banquinas de tierra”. Igual no debería estar de más tenerla en cuenta.
Este miércoles por la tarde, el presidente de la Asociación Corredores de Turismo Carretera Oscar Aventin, brindó una conferencia de prensa en la sede de la entidad para dar la palabra oficial frente a este lamentable hecho. El dirigente remarcó que las carreras que organiza la ACTC se rigen por normas FIA, y que no falló nada, sino que fue la fatalidad la que desencadenó esta desgracia. Sin embargo, la realidad indica lo contrario.
Fuente: CORSA | Por Antonella Croce