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La primera estación de Joaquín Sabina

Ahí está él. Tan flaco y tan desgarbado como siempre, con pantalón rojo, frac y ese sombrero bombín que ya es marca registrada. Esta vez, la gira El penúltimo tren lo trae por primera vez a Tucumán y unas cinco mil personas llenan el microestadio Monumental para verlo.

El español en Tucumán , el jueves se presentó allí por primera vez, ante 5 mil fans.

 

Cada vez que llega a Buenos Aires, Joaquín Sabina canta Dieguitos y Mafaldas , habla de sus entrañables amigos porteños y dice lo mucho que le gusta la ciudad, a la que –siempre dice- siente como propia.

Acá, con un público nuevo, el cortejo fue más demorado, como el de un aspirante a novio que va mostrando sus mejores cartas. Comenzó con la sonrisa de bandido que tan bien le sale, luego desempolvó los versos y terminó con las referencias al Jardín de la República.

“Ustedes pensarán que es un concierto más, pero no lo es. Pisar la Argentina no es nada parecido a una rutina y estar por primera vez en un escenario de Tucumán es muy emocionante. Llevamos 48 putas horas esperando”, comenzó diciendo. El show estaba programado para el miércoles, pero se postergó para el día siguiente a raíz de una intensa lluvia.

Tiramisú de limón , Esta noche contigo y Virgen de la amargura abrieron el show, con su incondicional y prolija banda y con la corista Mara Barros como la chica a la que él juega a seducir.

Luego de casi una hora de concierto, era una obligación nombrarla, hacer referencia a la cantante más talentosa que dio esta provincia. “La quería y la admiraba desde siempre. Nos encontramos en escenarios del mundo. Hace poco más de un año, me pidió una canción del que fue su disco póstumo. Es emocionante cantar en Tucumán una canción para la Negra Sosa”, la recordó Sabina. Se vino la ovación y Violetas para Violeta , del disco Cantora 2 . También hubo lugar para esa voz rasposa cantando algunos versos de la zamba Luna tucumana y para decirle a la corista que era su “amorcito calchaquí”.

El resto fueron las canciones que nunca puede –ni quiere- dejar de cantar, como Peor para el sol , 19 días y 500 noches , Eclipse de mar y Princesa , entre otras. Aunque estén a 1.300 kilómetros de distancia, el público tucumano y el porteño se parecen en algo. Los dos van a escuchar una vez más esas canciones y a verlo a él; a sentir de cerca esa voz ronca; a que le digan esos versos y a disfrutar el sabor del despecho de sus canciones.

Junto a la música, aparece el otro Sabina, el monologuista, el de los pasos de comedia, el que le deja lugar a sus músicos para tomarse un descanso. Y el que repite a quien quiere oírlo que su única patria es “el cuerpo de una mujer”.

Contigo , Pastillas para no soñar y La del pirata cojo cerraron las más de dos horas y media de recital, ante un público compuesto en buena proporción por mujeres de más de 20 y menos de 70.

Al llegar la medianoche, para despedirse de sus fans, Sabina repite una vez más el gesto. Se saca el sombrero bombín y quiebra la cintura para reverenciar al público que le es tan fiel. “Con la Argentina tengo una relación de amante”, suele decir en las entrevistas. Ahora, Tucumán puede haberse convertido en la novia nueva a la que tanto le gusta cortejar.