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SEMBLANZAS (LII): El caminante

«Su vida administrativa pasó de una solicitud de paradero, a una canastilla de alambre, con papeles amarillos y con sellos mal puestos (generalmente al revés)…» Especial de Jorge Daniel Amena para radiofueguina.com.

SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel Amena (*)



“Mira como cuenta sus dineros ese avaro, ¡¡pobre!!”


( Julian Green)



El caminante


En un día cualquiera, como cualquier día de dios, con sol intermitente, pequeñas ráfagas de viento, y seguramente bajas de temperatura al anochecer.



En un día que amerita llevar un pulóver,- por las dudas; como se suele decir.


Tomó los guantes de descarne, una camiseta para cambiarse, el pantalón de corderoy marrón con la entrepierna remendada y reforzada con gamuza, una vieja campera de color caqui marca Cacique, (por las dudas) y las zapatillas con suela de goma, algo de cambio para el colectivo, y el dinero para pagar la luz y el gas.



Cobraría ese día la quincena si llegaba la remesa. Trabajó como siempre y emprendió cerca de las dos de la tarde el regreso a la casa que rentaba junto con el cuñado y su familia.



Optó por regresar caminando por la vera del mar obviando el colectivo, atestado de gente a esa hora y cansado de la impuntualidad de las frecuencias del transporte.



Bajo un flácido sol, caminó hasta que se dio cuenta que, ensimismado, había abandonado ya la zona urbana, cegado por el destello de los colores magenta y azul del mar y el revoloteo de las gaviotas, con el graznido desenfrenado en búsqueda de las presas que proporcionan los basurales clandestinos. Llegó la noche con una luna plena, y se tendió en unos pastizales, acurrucándose bajo la campera. Nadie más lo volvió a ver.



Se había incorporado a esa especial clase de gente con los que se asusta a los niños, y a los que acusan de cualquier cosa. Se había convertido en un caminante permanente, un mendigo.



Caminó por meses, nadie sabe (ni ya importa) cuántos, su vida administrativa pasó de una solicitud de paradero, a una canastilla de alambre, con papeles amarillos y con sellos mal puestos, (generalmente al revés). Y luego a una caja, cerrada con un pegamento parecido a la cola, pero más barato. Finalmente, fue depositado junto a otras cajas que conformaban el cementerio oficial de los no muertos.



Gran sorpresa nos llevaríamos, si supiéramos cómo es la vida de aquellos que existen sin ser.


Aprendió que los índices de violencia que todo el mundo da por sentados, son ocasionales y generalmente en situaciones terminales, aprendió a ver cómo se puede morir congelado y cómo evitarlo.



Solo pedía comida y zapatos viejos pero con suelas en buen estado. Algo en el estómago y un andar libre de lastimaduras era ocasión de festejo. Por supuesto la naturaleza se adueñó de él, y temía más a la gente que a la más umbría oscuridad.



Sin darse cuenta, las palabras desaparecieron paulatinamente de su cotidianeidad. Colesterol y Stress, íconos de la sociedad, se convirtieron en vocablos sin sentido alguno.



No formó parte de la ecuación esa que indica que cada persona trabaja para sí misma de un modo individualista, pero como patrono, empleado o cliente; Esto es entrando en relación no ya con sujetos, sino con “objetos” cuyo fin es vender o comprar, así son las condiciones: un mercadeo de intercambio de satisfacciones de necesidades artificialmente dadas.



Dicho en palabras de todos los días, la relación entre los individuaos es un medio para un fin y nunca un fin en sí mismo.



“El” -pues éste es su nombre- supo un día, -cuando ya era tarde- (…) siempre resulta ser tarde en estas cuestiones, que el hombre tiene horror a la soledad, y de todas las especies la soledad moral es la más terrible.



El primer pensamiento de un hombre, sea un leproso o un prisionero, un pecador, o un señor que destella bajo su smoking es tener un compañero, para su placer o para su desgracia.



Vivimos en un mundo donde la gente desaparece, y luego desaparece la gente que clama por la aparición del que ha desaparecido, volviendo a concluir en el espectáculo de una serpiente mordiéndose la cola.



En ese día entendió, para bien, que había caminado lo suficiente. Se había convertido en individuo en forma integral, devastadora, en nada se diferenciaba de un operador de finanzas de La bolsa de Madrid o Tokio.



Había escogido una forma de seguridad acudiendo al desvinculo, que destruyó al fin su libertad y su integridad.



Otra víctima de las paradojas.




(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – Ex Juez Nacional – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional – Miembro permanente de la UNV(United Nations Volunteers) de la ONU.


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