La selección argentina nunca estuvo tan fina y afirmada en su juego dos semanas antes del comienzo de un torneo importante. Quedó claro ayer, en la segunda jornada del triangular de esta ciudad, con el excelente triunfo sobre Brasil por 77 a 73. Ahora bien, cabe preguntarse: ¿es bueno o malo que el equipo se encuentre listo ya para jugar el Mundial? En principio es positivo, porque en vez de corregir errores sólo hay que pulir detalles. Pero muchas veces se dijo que lo ideal es llegar a punto en el momento caliente del torneo, algo que siempre le pasó a la selección después de perder por goleada algunos amistosos. Nunca esto. Además, lució y se fue elogiado pese a tres ausencias (ChapuNocioni, Fabricio Oberto y Juan Cantero), un engripado (Paolo Quinteros), un contracturado (Pancho Jasen, que salió al final del primer cuarto) y otro en recuperación de un esguince (Román González).
De seguir así, las expectativas crecen, sin dudas, aunque también debe puntualizarse que en el rival no actuaron dos pivotes NBA: Nené (Denver) y Tiago Splitter (San Antonio).
Ayer, los sistemas se cumplieron con exactitud, sobraron entrega y apetito, concentración y mentalidad ganadora. Pablo Prigioni dominó el partido con sabiduría; Luis Scola, que muchas veces fue muy bien defendido por Guilherme, volvió a ser desequilibrante en la pintura como pocos pivotes pueden hacerlo, y Carlos Delfino está mostrando su mejor versión, derrochando talento y una condición atlética fantástica. Parece que jugara en otro nivel, como si enfrente no tuviese oposición, suelto, maduro, criterioso, efectivo (6 de 9 triples). Impecable. Un deleite verlo.
La sensación es que ante la situación de emergencia que sufre el grupo por las ausencias, los soldados que quedan en pie dan un plus, un extra, sacan el orgullo a flote y ofrecen partidazos como el de anoche. Hay que ver si con los doce jugadores en condiciones se mejora el potencial. Se debe entender que ésta no es una cuestión matemática.
Tal fue la demostración que el duelo Argentina-Brasil o Argentina-Magnano pasó a un segundo plano. Magnano desbordó pasiones y gritó sus broncas como siempre, pero terminó saludando hasta con un beso a los jugadores «rivales». «Me conmoví un poco cuando escuché el Himno y alcancé a ver la Bandera, pero nada fuera de lo normal», dijo, con pocas ganas de hablar del tema. «Yo preferiría no tenerlo enfrente, siempre hace algo para complicarte», comentó Hernández, que también vivió el partido gesticulando, algo no muy común en el bahiense.
Brasil ya tiene la impronta de Magnano, no hay duda, se nota en la agresividad de la defensa y en la entrega de sus jugadores, pero le faltan acople, coordinación, sincronización. Allí le sacó ventaja la Argentina porque Prigioni es mucho más dominante y dueño del equipo que Huertas. Igual fue un gran partido, jugado en serio, con los grandes condimentos del clásico sudamericano. Y muy provechoso y positivo para la Argentina.