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SEMBLANZAS (XL): La vida redonda

…»La flema abogadil había descendido a los niveles de lo peor de la barra de Chacarita…». Especial de Jorge Daniel Amena para Radio Fueguina.


SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel AMENA (*)






La vida redonda



Se jugaba por entonces el campeonato Inter. Colegio de abogados de la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Mar del Plata. Yo con pocos años de profesión en el lomo pero muchas horas de cancha y potrero, Colegio Nacional en La Plata, y Estudiantes de la Plata, tenía frescas en el cuerpo y en alma la magia del wing clásico, correr hasta el fondo y con el pié cambiado, centro al punto del penal, servido como en bandeja, vea.


Lo pasamos lo arriba a Junín, y la mano se fue dando, con un empate frente a los anfitriones, de jugar la final frente al equipo de la ciudad de las diagonales.


Memorable final.


Signada por la ineptitud de nuestro arquero, a punto tal que nuestro secreto táctico era mantener la pelota a 50 metros del área propia. Animalito de Dios.


_ ¿Que cobró?, le pregunté a nuestro marcador central (Un tiro libre a 30 metros del arco). Me miró con cara de nada y dijo:


Cobró gol.


Y fue gol. Perdimos uno a cero, y nos cargaban, La flema abogadil había descendido a los niveles de lo peor de la barra de Chacarita, en actitud y lenguaje. A diez minutos del final para vergüenza del equipo, y para mi íntima y sincera convicción (como se lee en los escritos judiciales) de haber hecho, no lo permitido, sino lo que quería hacer, me fui expulsado. Había tatuado la marca “Fulvence” en la pantorrilla del “10” del equipo platense que había sido el autor del gol y me lo gritó 5 minutos en la cara.


Prestigioso Jurista del Campo del Derecho Comercial, tuvo un “pequeñito” morentocito con 5 líneas inconfundibles que delataban el paso por la carne y huesos de una regular hilera de tapones de mi botín.


Los mundiales hacen que uno vea todo redondo.


La vida es redonda.


Es como un picado de barrio, empiezan ocho contra ocho y terminan catorce contra trece, más uno que anda por ahí “en cueros” sin saber para qué lado patea.


Igualito.


Entra uno y sale otro cualquiera, en la cancha todos somos iguales, y cualquiera la liga, y chito, a bancársela. En la vida no es todo el tiempo así.


Aunque es cierto que cuando te la tenés que bancar , te la tenés que bancar.


Uno, sin gorros, sin pitos ni flautas atraviesa la clasificación juega las rondas eliminatorias, empata, gana, pierde. La vida también es eso.


Cambia de puesto, aprende a patear con las dos piernas, hasta que el físico te dice que basta.


Y uno empieza a jugar al fútbol y a la vida por televisión.-


La realidad virtual se impone, y cambia el sol en la cara por los destellos de un aparato de primera generación, que pagará durante por lo menos una generación más.


Jugar a la pelota es una bendición, es más que un juego, es una especie de rezo cultivado en barro e hinojo en la cuneta. Son hermosos los estadios, el césped brillante, el colorido, la gente, todo- Un hermoso show a final de cuentas. ^Pero no va usted a comparar.


Transpirado y cansado. Con los botines en bandolera uno vuelve en patas caminando sobre la brea que se derrite y se pega entre los dedos de los pies-


Mientras tanto juegan en una superficie perfecta tipos de la clase 82´-


La mundial sensación de ver.


Solo ver.


Y son muchos, muchos más de lo que uno cree, que aún se creen que son los dueños de la pelota.


¿Y si fuera cierto?.


La pelota no se mancha, dijo el Diego.






(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – Ex Juez Nacional – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional – Miembro permanante de la UNV(United Nations Volunteers) de la ONU.


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