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SEMBLANZAS (XXXVIII): Los caminos

“Saben que no existe apuro, porque no existe la prisa cuando se trata de llegar a ningún lado…” Especial de Jorge Daniel Amena para Radio Fueguina.



SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel Amena (*)



Los caminos


No todos conducen a Roma.


No todos los caminos ofrecen un apacible viaje. Los hay transitables sin problemas, los hay llenos de cortadas y curvas peligrosas, los hay rectos y sin inconvenientes.


Hay veces en que se debe optar por qué camino seguir. A veces no hay opción.


Hay a quienes les señalan el camino y a quienes no.


Hay gente que lo equivocan y les va muy bien, y llegan a otra parte donde son felices, y quienes persisten en el camino trazado, y fracasan cayendo a un abismo.


Existen muchas gentes que quedan al costado de los caminos. Miran el transitar, miran cómo se viene, miran cómo se va. Ellos permanecen inmóviles; existe un cerco invisible que los separa del trajinar. Si se mueven, lo hacen por la banquina a veces polvorienta; apenas despegan los pies del suelo.


Saben que no existe apuro, porque no existe la prisa cuando se trata de llegar a ningún lado.


También en la Roma del Imperio existían, los sin derechos cívicos, quienes no podían levantar la testa frente a los Patricios. Los sin propiedades. La plebe. Uno de los peores castigos para los cortesanos era el destierro, tomaban el camino que los conducía al Trans Tíber. Al otro lado del gran río, allí cualquiera podía hacer con ellos lo que quisiera, matarlos incluso, lo que era -en verdad- toda una liberación.


Camina el caminante sobre el lecho del camino de piedras milenarias, camina hacia su destino final, que es volverse camino a la postre.


Se transitan caminos de poder y gloria, de vanidades y torpezas.


De desencuentros de traición de trabajo, explotación, coraje y muerte.


También de cobardía, de atajo sombrío y emboscada.


Caminos de simplezas.


Y de tropelías.


Pero hay caminos escritos, sin huella de pisada alguna, por donde transitan más cantos que rezos, más azadas que fusiles automáticos, más lumbre que oscuridad, más vida que sobreactuación.


Caminos persistentes como el aroma del ámbar.


Que no llevan a ningún lado en realidad. No finalizan en encrucijadas, ni en propiedades privadas.


Simplemente levantan vuelo un día.


Y luego se posan haciendo otro camino, para que alguien lo transite.


Y así por los tiempos. Todos sin excepción.


Y eternamente.


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(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.



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