A Racing le empataron en el final

El equipo de Russo se puso en ventaja, jugando mal, gracias a un bombazo de Bieler y un blooper de Monzón. Casi sin proponérselo, el Globo empató con un cabezazo de Eduardo Domínguez.


Sobre el final, a Racing se le escapó un partido increíble. Increíble, primero, por lo malo. Y segundo porque Huracán, que no había hecho nada para empatarlo, logró la igualdad cuando faltaba un minuto gracias a la cabeza de Eduardo Domínguez. Es el primer empate de la Academia en el torneo (había ganado dos y perdido tres). Y no logra despegar de la zona de Promoción. Claudio Bieler, con la ayuda del arquero Gastón Monzón, había abierto el marcador. Pero nunca supo cómo cerrar el partido.



En el inicio, Racing generaba la sensación de que en algún momento podría lastimar a su rival. Sin embargo, pasaban los minutos y nada. Era todo espejismo. Mientras tanto, Huracán respondía pero sin coordinación en el medio le costaba llegar.



Recién a los catorce minutos se produjo una situación que pudo haber derivado en gol. Y no fue gracias a una jugada limpia sino a una acrobacia de Lucas Castromán, que saltó, como si levitara, y sacó una tijera que Monzón tapó de modo espectacular.



Dos minutos después, el arquero no tendría la misma respuesta. Un pelotazo largo llegó hacia el campo de Huracán. Pablo Lugüercio lo bajó desde el cielo con la cabeza, Bieler enfocó y mandó el misil de derecha a las manos de Monzón, a quien se le escurrió la pelota y todos sus esfuerzos posteriores para frenarla fueron en vano.



Racing no volvió a sacar provecho del espacio que dejaba Huracán por los costados. No sabía cómo hacerlo. Cuando elegía abrir la pelota, terminaba en el centro largo. Y cuando las cosas en la mitad de la cancha se ponían más espesas, directamente apelaba al pelotazo.



Huracán nadaba en sus imprecisiones. Si Racing tuvo dos llegadas de alguna claridad (dos bombazos desde afuera, uno fue gol) en 45 minutos, el Globo sólo tuvo una, que Andrés Franzoia armó metido en el área. Pero Leandro Díaz remató a las manos del arquero Jorge De Olivera.



Bieler es un jugador molesto para el rival cuando se mueve en el área. Y tiene la virtud de amoldarse al juego por el piso. Pero sus compañeros caen en el pecado de buscarlo en cualquier situación y siempre con el centro inconcluso.



Y eso fue lo que ocurrió durante el segundo tiempo con la Academia: la insistencia adormecedora de ir por arriba. Entre eso y las imprecisiones y pifies de los dos lados, el partido se fue apagando en el bodrio. Ni Racing cerraba su partido, ni Huracán hacía demasiado para empatarlo. Hasta que llegó ese centro y Domínguez puso la cabeza. A Racing se le escapó el partido. Y, de a poco, se le van escapando los puntos.