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SEMBLANZAS (XVIII): Hay que pasar…

«Desde mi corta estatura y mi tierna edad, no entendía nada, aunque para los grandes eran cuestiones fundamentales». Vivencias y realidades, por Jorge Daniel Amena. Exclusivo para radiofueguina.com

SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel AMENA (*)



HAY QUE PASAR…



…el invierno, se escuchaba en las radios, se leía en los titulares del diario El Mundo.



En la portada del diario había un señor muy serio con anteojos de carey oscuros, con muchos señores de gorra creo (no sé si fue esta foto u otra, se me mezclan las caras y las gorras).



La cuestión, que el señor adusto anunciaba que teníamos que pasar esa estación. La cuestión, para uno, no tenía muchos matices, porque -lo dijera o no- el invierno había que pasarlo igual; por lo menos así había sucedido años atrás en otros otoños de mi corta edad.



Pero parece que no era el “que” sino el “cómo” había qué pasarlo, por los gestos adustos de los mayores…como el reverendísimo. Era un cuestión de bonos que se llamaban 9 de Julio y creo (solo creo) que llevaban la cara de Sarmiento.



Yo no sabía qué era un bono, ni qué hacía el maestro ejemplar en esos papeles, pero que puteaba la gente, era cierto. Por cierto que pasó el invierno, y nunca supe qué pasó con Sarmiento, ni con la madre que seguía bajo la higuera en los libros de historia, pero en los labios de las gentes. De tejer, nada.



La nave de la vida (sin mucho rumbo a veces) recalaba en devaluaciones y carencias que -a fuerza de ser recurrentes- no nos dejaban saber si uno estaba por encima o por debajo de lo que ahora se llama la línea de pobreza o indigencia, o si pertenece a una raza en extinción.



De esa manera se sucedieron revoluciones que no nos liberaron de nada, y uno (de muy chico) descubrió que la gente malísima dejaban de ser los indios, y eran los japoneses, después los coreanos del Norte, y por último los comunistas, además nos acechaba la sinarquía internacional (situación ésta gravísima, si alguien hubiera explicado alguna vez qué carajo era en realidad la sinarquía). Y todos los Imperialismos.



Así y todo, en medio del despelote que era todo, conforme uno crecía las revoluciones seguían, por motivos variados, o se estaba muy a la izquierda o muy a la derecha. Había “Azules y Colorados”, o sea los nada moderados y los moderados pero no mucho. Y las democracias duraban lo que un suspiro en una canasta (vio que delicados que andamos)



Y parieron el plan Austral con otra moneda, y otra cara; no, no estaba de espaldas el prócer. Hasta que llegó un plan Primavera y otra vez con Vivaldi y las estaciones de excusa nos fuimos, arrastrados por el polen, al cielo Menemista, donde para empezar (se acuerda), un ministro dio su opinión suicidándose, lo que nos llenó de espanto. Lo que sigue es historia más o menos conocida.



Dejando atrás guerras internas y externas, fuimos suizos. Porque uno es así. Si uno quiere ser suizo, lo es y al carajo con todo. Fuimos alemanes, bretones, despanzurramos Disneyland y Orlando, y nos quedamos otra vez en pelotas. No contentos con ello, el 2001 nos desparramó las latas de dulce de batata que quedaban de vajilla, y dimos una vuelta de campana, tuvimos 400 monedas diferentes y alguien me dice hoy que vivimos la peor crisis política de la historia. Mucho me temo que muchos debemos repasar cuidadosamente nuestros dichos. Vamos a ver si descubrimos hoy que la autocracia, el presidencialismo exacerbado, las triquiñuelas de los holdings y demás, son un fenómeno de generación espontánea… o llegar a decir “antes, que estábamos peor, estábamos mejor que ahora”.



Discutimos con la misma pasión temas como el Fútbol y sus transmisiones, la Gripe A, la delegación de poderes, la ley de radiodifusión, y las leyes de promoción, decimos que el Congreso es el ámbito de discusión y no damos quórum. Si no fuera tan patético, daría miedo.



La iglesia del Rito Romano, (¡como no!) denuncia el hambre; ¿cuál de ellos? No se refería al hambre de muerte, del Chaco, ni la hambruna feroz casi Somalí, de nuestros hermanos, pobladores de Nuestro Norte. Esos si, sin Patria, sin pan y sin bandera.



No hubo para ellos ni una mención, y muchos no lograron pasar este invierno, y solo Aquél al que un señor Obispo no tiene el gusto de conocer personalmente, sabe si el resto llegarán a esta primavera.



(*) Escritor- Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente provincial, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.



(Se autoriza la reproducción, citando la fuente. Rogamos informar acerca de su publicación.)



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