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Las cartas están sobre la mesa

El menú de candidatos a Diputado es amplio y variado. Algunos van por la ratificación de la confianza popular, otros por llegar de una buena vez, los hay que debutan en política. La gente apreciará la variedad, pero cantidad no asegura calidad.


La historia de los fueguinos dice que en materia de legisladores nacionales hay poco de qué enorgullecerse.


Mucho se ha debatido acerca del rol que diputados y senadores debieran cumplir desde que son electos representantes de la Provincia en el Congreso Nacional. Pero cualquiera que sea, está claro que -en una avasalladora proporción- no se ha cumplido.


Pocos son los que pueden afirmar honestamente que han dejado la banca (después de cuatro años de gestión) con la sensación del deber cumplido. Ni siquiera se encuentra a alguno de ellos que hayan alcanzado verdadera proyección nacional, como muchos han hecho desde otras provincias chicas.


Tampoco sobran ejemplos de leyes importantes para la Nación pergeñadas desde una banca fueguina ni tan siquiera un logro relevante para la provincia, con la (quizás única) honrosa excepción de Jorge Muriel que obtuvo, no sin intenso trabajo, una redistribución de los fondos Fonavi, que aún hoy significa un mayor flujo de fondos para la Tierra del Fuego.


Es misión de los que están y los que vendrán enriquecer ese paupérrimo balance de gestión. Es deber de quienes se proponen para ocupar una banca en la Cámara de Diputados prepararse cabalmente para no reiterar el fracaso y la decepción.


Con doce listas presentadas ante la Justicia Electoral, puede decirse que el menú de postulantes es –para los fueguinos- tan numeroso como diverso. Hay un variado perfil de postulantes que se ofrecen al juicio de las urnas.


Dos que –por buscar su reelección- ya han demostrado lo que pueden dar y es cuestión de que el electorado les dé su opinión a través del voto. Un número importante de políticos que tienen una larga trayectoria y que, por ello, son conocidos como es conocida la reiterada disposición de algunos a seguir participando aunque hayan perdido ya innumerables elecciones.


Los hay ilustres desconocidos que después del comicio lo seguirán siendo y hasta un caso de deportista famoso que prueba suerte en la política.


Doce propuestas, veinticuatro postulantes que quieren ser diputados. Lo que el pueblo quiere saber es: para qué. Qué prometen, qué pretenden, qué proyecto político los lleva a postularse como representantes legislativos de una provincia.


Es de desear que la pregunta tenga respuestas, que las propuestas y los discursos se basen en expresar una plataforma política, cargada de proyectos y borradores de leyes en carpeta, en lugar de los discursos vacíos y bizarros a que últimamente la política nos tiene acostumbrados.


Para pensar su voto la comunidad espera propuestas concretas, ni intercambio de chicanas discursivas, ni críticas oportunistas al gobierno provincial, municipal o nacional, insultos y acusaciones cruzadas, o frases hechas sacadas del manual del buen sanateador.


La provincia necesita de legisladores que peleen por el apoyo de Nación para explotar los recursos naturales, para mejorar las comunicaciones, para corregir la coparticipación, para fijar los límites de la provincia, construir un puerto en Río Grande, desterrar el parque industrial de Ushuaia para fomentar el turismo.


Tierra del Fuego necesita que sus representantes logren la integración patagónica con fines concretos, que se asegure la soberanía del Estado provincial, que se imponga la causa Malvinas como cuestión de Estado y un sinnúmero de etcéteras.


De todos estos temas la gente quiere oír hablar a sus candidatos y estará atenta a la difusión que hagan de su plataforma. En la esperanza de que -esta vez- la cantidad, la variedad, también implique calidad de propuestas.


Para no volver a equivocarnos, o para no tener que optar una vez más por el “menos peor”.