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Los estafadores de la fe

La desesperanza es siempre campo fértil para la aparición de embaucadores disfrazados de adivinos. El caso Sofía los ha visto proliferar con total descaro y a favor de la importancia que le dan algunos medios y -lo que es gravísimo- funcionarios judiciales desbordados de impotencia

“Cuando no queda en qué creer, uno tiende a creer en todo”, justifican algunos. Lo cierto es que la desesperanza ha sido siempre el caldo de cultivo donde aflora el accionar de embaucadores que medran con la desesperación ajena. Como en otros muchos casos de desapariciones de personas, cuyas familias aceptan toda ayuda por descabellada que parezca, el caso Sofía Herrera ve surgir a supuestos videntes como gusanos en un pantano para hacer su negocio inventando historias que –a falta de teorías creíbles- adquieren visos de credibilidad para muchos, hasta que la realidad deja al descubierto la mentira. Por descarada, por vil, la participación de los pretendidos adivinos en la búsqueda de personas debería ser repudiada y hasta condenada. Pero muy por el contrario, estos estafadores de la fe encuentran eco en muchos medios de comunicación que –aun sin querer- les ayudan a ejercer su vil negocio que hasta llega a atrapar a augustos funcionarios judiciales. Será que la impotencia produce en los jueces cierto modo de sordera que los convierte en víctimas fáciles de los cantos de sirenas. O quizás será que “creer” en los augures es una excusa todavía no rechazada por el colectivo social para hacer tiempo y disimular su incapacidad y su falta de respuesta. Lo cierto es que desde muchos sectores –y de distintos modos- se sigue alentando el carroñero negocio de los “videntes” que juegan sin vergüenza alguna con la angustia ajena. (escuchar audio)

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