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Llegó la Primavera, volvió la Juventud

La historia de Gabriel. Quilapayún, la represión y la perennidad de los ideales. Homenaje de Radio Fueguina a los jóvenes del Mundo, en su Día.


Los que reniegan del presente aseguran que todo tiempo pasado fue mejor.



Qué se yo si tienen razón.



Los más creativos deliran que la vida debiera vivirse a la inversa: nacer viejos y morir niños, para tener frescos los recuerdos de la juventud. Porque cuando viejos, se nos marchita en la memoria aquel tiempo en que toda la vida es nuestra, cuando queremos cambiar el mundo, seguros de que el mundo no podrá cambiarnos.



Juventud divina, juventud tesoro, juventud que ni mejor ni peor, pero es nuestra, toda nuestra y todo nos está permitido menos el desaliento.



Al menos así la recordamos los que ya pasamos los 40. Eramos jóvenes, en los 70″s cuando filosofar era el modo de crecer, cuando ser estudiante era ser militante de la vida, cuando los libros no mordían porque los amigos no muerden.



¿Te acordás Gabriel? Cuando no teniamos chat ni fotolog, pero nos sabíamos todo mirándonos profundamente a los ojos.



Cuando el sexo era un fruto prohibido, pero nos enamorábamos jugando a verdad y consecuencia.



Cuando mi pollera corta o tu pelo largo eran nuestro «temible» desafío a la rectitud de los viejos.



¿Te acordás Gabriel? Cuando no teniamos celular ni MP3 y matábamos por un disco de Los Beatles, aunque fuera prestado.



Tomábamos Bidu Cola y el Fernet lo veíamos en las revistas nomás. No necesitábamos tribus porque andábamos en barra. Éramos todos amigos, aunque fuera en la mirada.



Vivíamos la vida entre ideales profundos, apasionados y el amor incondicional a nuestros ídolos de entonces, Mao y Led Zeppelín.



El Che y Guillermo Vilas,



La profe de ingles y Sui Generis.



El valiente Red “Rider” y el incomprensible Freud.



Los astronautas rusos y… el viejo, mi viejo querido.




Como tu viejo, Gabriel, que te despidió en la puerta cuando te fuiste a la colimba y te dijo «hacete hombre» con un abrazo exagerado y una lágrima traidora.



Te fuiste a la colimba, Gabriel. Y dejaste las fotos del Che en las paredes. Y en la cómoda los discos que pudiste comprar, moneda por moneda.



Tu viejo te amaba, Gabriel, pero esos posters y esos discos… El de Nat King Cole mucho no jodia, pero… Quilapayun, justo Quilapayun….



«Los quemé», dijo rapidito y mirando para otro lado el viejo, cuando Gabriel volvió de la colimba.



«Los quemé, los milicos podían venir, vos viste, era jodido», repetía como un rezo el viejo.



«Vos viste, Comprendeme» … y Gabriel comprendía, aunque la juventud no se ha hecho para comprender ni para entregarse.






Treinta inviernos después, el viejo se bajó de la vida y Gabriel paseó su tristeza por el fondo del patio.



Y fue en el patio, en el cantero de las remolachas, donde lo esperaba la verdad hecha secreto, bajo la tierra.



«¡¡¡No los quemó, los enterró, acá están los discos!!! «



«El viejo me queria demasiado, el amor fue mas fuerte que el miedo», se reia y lloraba Gabriel, y Los Quilapayun festejaban con él desde un long play manchado y maloliente.



Con barro, con herrumbre, con rayas de intolerancia y miedo en los surcos donde se sembró algún dia la lucha de una juventud, Los Quilapayun difícilmente volverían a sonar.



Pero Gabriel los queria escuchar aunque fuera una vez más.



«Recuperalo como sea, aunque sea un pedacito», me dijo Gabriel, «vos tenes amigos en la radio, haceme el milagro»



Y el milagro se hizo. Porque ahora es otro tiempo ¿viste? Tenemos tecnologia, tenemos Media Player.



«Hasta el long play mas rayado se puede arreglar», me obligaba Gabriel.



Y es justo el Dia de la Primavera que vamos a festejar.



Algo rescatamos.



Qué me importa el ruido a púa. Sin ruido a púa no es nuestro tiempo, no es nuestra música, Gabriel.



Con olor a viejo, con ruido a púa, como sea, por la juventud, por la primavera, por los ideales inquebrantables.



Por que sí.



Qué me importa que esto sea Frecuencia Modulada. Es primavera, es el Dia de ser joven, hoy vale todo, menos entregarse.



Con herrumbre, con ruido a púa, apenas audible, pero… cómo nos hace temblar el corazón, Gabriel.



Para vos Gabriel, para todos los gabrieles, los que moriremos jóvenes y con ideales, para tu querido viejo.



Por el amor que vence al miedo y al tiempo.



Porque es primavera ,



!!! Cantemos una que sepamos todos, Gabriel ¡¡¡



Audio:


– Himno a las Juventudes Mundiales


– Que la tortilla se vuelva.


(Original del long play «Los Quilapayún – Canto Rebelde, sello Lince Producciones -1968)


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