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Carlotto: «Moreno no le hizo daño a nadie»

La titular de Abuelas dice que va a los actos K porque la invitan y no porque trabaje para ellos. Apoya la política de DD.HH. de Cristina y defiende a Moreno.

Tiene una maestra en su ADN. Puntual, palabras justas, discurso sólido y gestos adustos. Hasta su peinado y sus manos parecen encajar en el estereotipo. Estela de Carlotto pudo haber sido, en efecto, docente de cualquiera que hoy pase los 40 años. Pero el Proceso de Reorganización Nacional (la brutal dictadura encabezada por el triunvirato de Jorge Rafael Videa, Emilio Eduardo Massera y Orlando Agosti el 24 de marzo de 1976) le tenía preparado otro destino.

Fue la desaparición de su hija Laura la que le sacudió el polvo de tiza de sus manos y la puso a trabajar en lo que más tarde sería la agrupación Abuelas de Plaza de Mayo, abocada a la búsqueda de hijos nacidos en campos de concentración y apropiados por los represores. Desde el regreso de la democracia al país dice que ningún presidente la llamó y que fue Néstor Kirchner quien, en un aniversario por la desaparición de su hija, marcó su número. Por eso, y no por una amistad o relación en particular, apoya la política oficial en materia de Derecho Humanos.

La semana pasada, el mismo día que las Abuelas recuperaron a su nieto número 93, Carlotto habló. Y esto dijo: ¿Cómo conoció a Néstor Kirchner? – Para nosotros Kirchner era un hombre del sur, a quien no conocíamos, que nunca hizo bandera sobre los derechos humanos en su campaña. Cuando asumió, su actitud fue una sorpresa. Un día puse en un diario el recordatorio del fallecimiento de Laura y el Presidente me llamó por teléfono en ese día de dolor. Eso no lo había hecho nadie. Nos encontramos con un gobierno de puertas abiertas y con una decisión política de revertir la impunidad en la que vivíamos por la leyes de Punto Final y Obediencia Debida e indultos. Abrió las puertas de los campos de concentración para transformarlos. Sobre todo, el más emblemático: la ESMA, donde vamos a hacer un trabajo institucional.

¿Cómo es su relación con la Presidenta y su esposo? – No tengo ninguna relación con ellos. Sólo los saludo en los actos. Cuando nos cruzamos, Cristina me dice. “Me hacés acordar a mi mamá”, y yo le digo: “Vos me hacés acordar a Laura”. Porque tiene ese look setentista, y yo soy canosa como la madre. Eso es todo. Fui una sola vez a su casa, antes de que asumieran. No conozco a los hijos, no sé nada de sus vidas privadas, ni me interesa, pero creo que son gente con buenas intenciones.

¿Qué opina de la política del Gobierno en los otros derechos humanos: la pobreza, la desnutrición? – El tema de la muerte de chiquitos por hambre es insoportable, pero hay políticas del Estado. Nosotras trabajamos en los derechos humanos que hoy todavía se vulneran, pero no son violaciones que provoca el Estado, como un Estado terrorista, sino consecuencias de políticas nefastas, que no se pueden recomponer en tres, cuatro, o cinco años. Tenemos un porcentaje altísimo de pobreza y de desocupación. Es cierto que hay inflación, pero veo que se va incrementando el poder adquisitivo de la gente.

Y cuando asiste a un acto de Cristina, ¿cómo es la convocatoria? – Asisto cuando el Gobierno nos invita a participar, sentadas, de una información que dan sobre salud, educación, o algún logro. Me llama Oscar Parrilli (secretario general de Presidencia), por ejemplo, y me dice: “Estela, la Presidenta la invita a usted y a las Abuelas a venir a un acto por tal motivo. ¿Cuántas van a venir?”.

¿Usted trabaja para el Estado? – No. ¿Cómo voy a trabajar para el Estado? Yo trabajo solamente para Abuelas. Voy de invitada a los actos de cualquier partido político. Si el radicalismo o el socialismo hacen un acto de derechos humanos, también voy.

¿Hoy se considera peronista? – Mucha gente me quiere identificar con el peronismo, pero no. Mis hijos sí lo son. Yo siempre fui radical antiperonista, pero ahora no soy así. Cambié. Voto cuando tengo que votar, por mi sentido común y criterio. La doctrina justicialista me parece buena porque aporta al pueblo: no es sectaria, no margina. Mi hija, cuando dio la vida, hablaba de justicia social, entonces defiendo al Estado cuando patrocina la justicia social. Apoyé el plan agrario de la Presidenta: porque, sin entrar en la letra fina, me parece perfecto que haya un proyecto nacional para que el que más tiene aporte al que menos tiene.

¿Qué opina de Guillermo Moreno yendo con la patota a la Plaza? – No dañaron a nadie. Habrá ido con una patota para protegerse y a alguno lo mostraron con un palo, que no es un revólver ni un fusil. Pero nadie habla de las patotas de los del campo. ¿O no hubo amenazas? Le rompieron la casa a una parlamentaria. Murieron personas porque no pudieron pasar por los caminos bloqueados. Se tiraron criminalmente alimentos valiosísimos.

¿Qué le critica al Gobierno? – Hay mucha gente que los critica porque ella para hablar es medio autoritaria, o porque se pinta, cómo se viste, y qué se compró. No son errores, son conductas naturales de una mujer que es así y no va a cambiar por ser presidenta. Si hay otros errores que se cometen a nivel Gobierno, proyectos o políticas de Estado, yo no estoy ahí, pero todos tenemos errores y virtudes. La apertura que tiene Abuelas con los medios, por ejemplo, no coincide con la que tienen en la Casa Rosada. – Allá ellos. Cuando se decía que no hacían conferencias, yo devolvía lo siguiente: “¿A mí qué me interesa de un Gobierno: que haga prensa o que haga buen gobierno?”

¿Hay que elegir? – Sí, porque si no tienen la costumbre de ser mediáticos, tienen la obligación de informar a la población a través del Parlamento. Si esa es su dinámica, yo no los cuestiono. De todas formas, como Abuela de Plaza de Mayo, no tengo más que agradecimiento para los medios. Son muy pocos los periodistas a los que no les respondo. Por ejemplo, a lo de Neustadt no hubiese ido nunca. ¡Por Dios! También tuvimos problemas últimamente con la revista Noticias, donde una periodista fue realmente infamante sobre mi persona y mi familia. Si esa periodista viniera a pedirme una nota, seguramente no se la doy. POR LA PAZ. Con un fuerte respaldo del Gobierno, en mayo pasado se presentó en el Senado la candidatura al Premio Nobel de la Paz de la Asociación que preside Carlotto. Dos personalidades se alzaron con el premio en Argentina: Adolfo Pérez Esquivel, en 1980 por su trabajo en derechos humanos, y Carlos Saavedra Lamas en 1936, por haber sido mediador en la Guerra del Chaco. Cuando se conoció la nominación, Pérez Esquivel le dijo a Crítica de la Argentina: “Esta candidatura tiene que ver con una propuesta del Gobierno y eso me hace desconfiar. Observo que hay una jugada con intereses políticos”.

¿Cómo le repercute la posibilidad de ganar un Premio Nobel? – Es muy gratificante. Además de ser un aliento, hay un dinero que ayuda mucho a este trabajo, que es muy costoso. Pero no contamos los días: estamos encontrando chicos. Las que todavía no hemos tenido suerte, pensamos que algún día nos tocará. Me ilusiono con que Guido toque el timbre.

¿Qué opina de las declaraciones de Pérez Esquivel? – Tuvo una apreciación muy equivocada, que yo lamento porque fue muy nocivo, y es nuestro amigo. Él trabajó con otros gobiernos: en el de (Eduardo) Duhalde recibió ayuda económica. Está en contra de este Gobierno y le busca sus defectos. Tiene derecho, pero es muy contraproducente que un Nobel se oponga a quienes podríamos ganarlo en un futuro. Lo cierto es que el Gobierno tiene la obligación de resolver los temas que hemos sufrido por un Estado terrorista, y no por eso se está apropiando de lo nuestro. Eso es tratarnos de tontas. Nosotras no hacemos política partidaria: defendemos una gestión. Mucha gente ha querido conquistarnos políticamente y no ha podido.

¿Por ejemplo? – Desde la etapa constitucional empezaron a revolotear alrededor, ofreciendo cargos. Cuando el ARI estaba bien constituido, Lilita Carrió me ofreció ser senadora. La tuve que convencer de que yo no iba a hacer política partidaria. También me quisieron integrar en la reforma de la Constitución. De Italia me querían para la captación de los votos. Me ofrecieron de todo: que pagaban muy bien, que había subsidios para las Abuelas, oficinas, etcétera. Tardaron tres años en entender que mi respuesta era “no”.

¿El Gobierno le propuso presentarse como candidata a senadora? – Jamás me ofrecieron semejante cosa. Fue una bomba que alguien inventó. No me gusta, no tengo tiempo, y, además, hay que hacer lo que se sabe. Sino, es una estafa. CON EL SELLO. La titular de Abuelas llama “mafias” a los grupos de ex militares que todavía hoy sostienen las ideas y metodologías empleadas durante los gobiernos de facto. Los represores Antonio Bussi y Luciano Menéndez demostraron ser parte de esas mafias en recientes alegatos que expusieron en los Juicios por la Verdad, donde ambos defendieron su accionar en los años 70.

¿Qué siente cuando escucha descargos como los de Bussi y Menéndez? – Me indigno mucho, pero no me asombra. Es la consecuencia de haber tenido veinte años de impunidad. Ellos son así: gente repugnante, realmente inhumanos. Lo volverían a hacer, por eso me resultó muy acertada la condena y que no tenga ningún privilegio. Como todos, a una cárcel común. Eso es un buen ejemplo para la gente.

¿Por qué suele decir que Laura la conocía más que usted misma? – Yo nunca fui activa en política, y menos en política partidaria. Un día, una persona liberada de un campo de concentración donde estuvo mi hija, me contó que Laura dijo: “Mi mamá no les va a perdonar a los milicos mientras viva lo que me están haciendo, y va a salir a perseguirlos siempre”, y yo ya lo estaba haciendo, pero me di cuenta que me conocía más ella que yo.