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Una Ciudad sin libertad de prensa

En el Día del Periodista, salir a defender la libertad de expresión es una costumbre lógica y necesaria. Resulta inevitable no lamentar que sean justamente funcionarios municipales de Río Grande los que se arroguen el honor de organizar el homenaje.



El Día del Periodista ha servido desde su institución –en 1938 en la Argentina- para destacar la libertad de prensa (parte de la libertad de expresión) como un elemento fundamental de la Democracia.


No existe Democracia sin libertad de expresión, porque su limitación implica un sometimiento de la opinión -como expresión del pensamiento- al mandato del Poder. Quien pretende controlar la prensa, la opinión publicada, la expresión de ideas, la manifestación de la crítica, está queriendo someter a sus designios la propia capacidad de pensamiento, cualidad inmanente, propia e inalienable del Ser Humano como tal.


Resulta propio de fundamentalistas desbordados de soberbia mística y adoradores de Calígula el accionar contra la libertad de prensa, controlándola, persiguiéndola o adquiriéndola para sí como una atribución más del mandante de turno.


Desgraciadamente, en la Argentina y en Tierra del Fuego el control del poder (político y económico) sobre la prensa, sobreviene cada vez más feroz y ambicioso. Se apuesta al monopolio, se combate la diversidad de medios, se aplican sumas siderales a cooptar la opinión y la capacidad informativa, siempre a favor del poderoso y en perjuicio de la difusión de hechos contrarios al interés social.


Aquel postulado de la profesión que dice que “ser un buen periodista es decir aquello que al poder no le conviene que se hable”, ha sido entendida por muchos corruptos como una amenaza y los ataques contra la libertad de expresión se vuelven más tajantes cuanto mayor es el nivel de lenidad en el manejo de la cosa pública.


En Tierra del Fuego, la sucesión de hechos diversos ha provocado un tiempo de libertad de expresión como hace mucho no se vivía y -aun admitiendo que, como toda libertad, sufre abusos en su ejercicio- mucho satisface que así sea y con ahínco debemos defender esa decisión de no coartar el derecho a opinar y expresarse libremente. Subsiste sin embargo y con notoria impunidad, un nicho de sometimiento a la prensa que no puede ser silenciado por más tiempo y que obra en perjuicio claro del ejercicio democrático de la convivencia.


Desde el Municipio de Río Grande (a favor de la tolerancia incomprensible de los organismos de control) persiste y se afirma la práctica dirigista en la actividad de la prensa, afectando el sistema sin pensar que muchos medios pueden estar empezando a correr peligro de extinción mientras otros enriquecen de un modo que nadie podría explicar cabalmente.


La aplicación de dineros públicos en beneficio único de la imagen y las apetencias de un grupo de funcionarios es algo que no puede ser callado ni tolerado. Así ha sido interpretado por muchos y, de hecho, el control sobre el uso de los fondos para publicidad en el ámbito provincial es motivo de un debate tan fiero que, de hecho, el gasto en publicidad es inexistente en el área. Pero de ningún modo esa discusión y ese debate se han extendido a la actuación que, en la misma materia, les cabe a los funcionarios municipales de Río Grande.


En el ámbito municipal, se pagan fortunas en publicidad a algunos medios o prestadores de servicios publicitarios, mientras a otros se les niega todo tipo de inversión, disponiendo los funcionarios de esos fondos como si les pertenecieran. Se entrega información casi exclusivamente por gacetillas de prensa, evitando el contacto de los funcionarios con periodistas que pudieran no mostrarse manejables. Se elige en qué medios prestarse a entrevistas, se conchaban periodistas bajo la forma de facturación, se generan medios de comunicación cuya actividad principal es destacar los logros de la gestión, cual boletín municipal, Se niega el ingreso al área municipal a periodistas críticos y se ha recurrido inclusive a la violencia física y al descrédito público de los representantes de la prensa que han sido críticos con la gestión.


En ese marco resulta angustiante, por su carácter de irrefrenable cinismo, que sean funcionarios municipales quienes se hayan arrogado el honor de organizar el único acto en homenaje al Día del Periodista que tuvo lugar en Río Grande.


El dispendio de los fondos destinados a publicidad, como modo de dirigir la opinión y la propia actividad de la prensa, es una violación flagrante a la libertad de expresión, pero hay además una utilización cuestionable del erario público a favor de funcionarios que debería ser investigada y frenada por la Justicia y los organismos de contralor. Sin embargo, el silencio y la complacencia parecen ser el factor común en el ámbito de la Ciudad, mientras a nivel provincial (saludablemente) todos parecen querer imponer la transparencia.


Desgraciadamente, el cristal de la transparencia en el Municipio de Río Grande está empañado por el vaho de un accionar contra el periodismo objetivo y los periodistas críticos que sólo se explica si hay mucho que ocultar.


Feliz Día del Periodista.