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Emanuel Ginóbili por Leandro Ginóbili

Son hermanos, uno es comentarista en Canal 7, el otro es la estrella del San Antonio Spurs. Pero ambos son basquetbolistas. Las críticas «ácidas» del hermano mayor. Las razones que explican el gran momento de «Manu»

La última vez que hablé con Manu fue antes de ayer, después del partido con Toronto en el que hizo 34 puntos. «Tengo las piernas destruidas, no sé cómo voy a hacer para jugar mañana», me dijo. Anoche me conecté como siempre para seguir el partido por internet, iba el tercer cuarto y no me funcionaba la página para verlo, así que lo tuve que seguir por un sistema que se llama «play by play». Me quedé clavado frente a la pantalla y el único que aparecía era Ginóbili: fue una catarata de puntos, 18 en el último cuarto, ya no sabía si era verdad o si era un error del tipo que carga las jugadas. Obviamente, después de los 46 que anotó ayer, ya no le creo cuando me dice que está cansado.

Acá en Bahía Blanca (aunque supongo que en toda la Argentina), se preguntan qué le pasa a Emanuel. La capacidad goleadora que tuvo esta semana, justo la previa al Juego de las Estrellas del cual se quedó afuera, tiene mucho que ver con la ausencia de Tony Parker. El base francés requiere mucho del balón en sus manos, no tiene como principal característica las asistencias sino las penetraciones y la búsqueda del aro.

Por eso, al no estar él, además de sufrir un mayor desgaste para suplantarlo, Manu tiene más el balón y eso le da otro protagonismo. Es siempre el iniciador de las jugadas y muchas veces el que las termina, porque a Tim Duncan, lógicamente, hay que alcanzarle la pelota. Sentirse el dueño de la ofensiva de San Antonio y saber que el equipo depende en gran parte de su producción, le gusta, así como también influye qué pasa con las dos o tres primeras pelotas que probás. Yo fui tirador toda mi vida, y sé que si ésas entran, después no te paran ni con un hachazo en la nuca. Observé que lanzó triples con la marca encima y otros fuera de equilibrio y, sin embargo, no tocaban ni los flecos de la red. Ya lo dijo él anoche: «Sentí que todo lo que tiraba iba adentro». Y así fue.

Por supuesto que la ausencia de Parker y el estado anímico no son todo. También está el trabajo de todos los días y los consejos de su entrenador. Greg Popovich le pidió siempre que perfeccionara su juego exterior para arriesgar menos su físico durante la temporada y así llegar entero a los Playoffs. Esos consejos son el principal motivo por el cual hoy Manu está entre los primeros en porcentaje de tiros de tres puntos.


Manu nunca fue un goleador,
siempre fue de esos que llenan todos los casilleros: asistencias, robos, rebotes. Y esta nueva herramienta favorece su juego en general, ya que ahora los defensas tienen que estar pendientes tanto del juego interno como el externo.

Aunque él no hable ni piense en los Juegos Olímpicos, porque siempre se plantea objetivos a corto plazo, cuando juega en este nivel es inevitable ilusionarse. Beijing es la ocasión ideal para hacer un buen torneo y despedir a una generación, porque difícilmente vuelvan a jugar todos juntos. Va a ser difícil, porque los negritos del norte van air con toda la artillería, pero sé que lo de Atenas está marcado a fuego en él y quiere repetirlo. Sería una buena manera de seguir haciendo historia.

Pero no crean que son todos elogios para mi hermano, al fin y al cabo, soy periodista: cuando baja el rendimiento o juega mal, también lo critico. Y es ahí cuando Manu me dice: «Vos sos muy ácido». Y es cierto: venimos de una familia de basquetbolistas y no nos perdonamos una. Cuando nos juntamos, tratamos de no hablar de básquet porque él se satura. Pero al aire, soy capaz de liquidarlo, con humor desde luego.

Fuente: Critica Digital