Publicado en

La historia del cartero que se quedó con 19 mil cartas y está prófugo

Fue condenado en 2015 a un año de cárcel en suspenso, pero nunca se presentó. Durante años acumuló correspondencia hasta que cayó gracias a su suegra

El ex cartero del Correo Argentino de Puerto Madryn Manuel Marcelino Gutiérrez fue condenado en 2015 por la Justicia por no haber entregado más de 19 mil cartas. En aquel entonces, lo acusaron de «violar y ocultar correspondencia privada» y lo sentenciaron a un año de prisión en suspenso. Sin embargo, su caso estaría por dar un giro inesperado.

En julio de 2017, el Tribunal lo citó para labrar un acta compromiso de sus condiciones de la sentencia, pero como no compareció y fue imposible dar con su paradero, ordenaron que sea detenido inmediatamente y que su pena se haga efectiva en la Unidad 6 de Rawson, una cárcel de máxima seguridad, o en cualquier centro reclusión del Servicio Penitenciario Federal más cercano al lugar en el que sea encontrado. «Esa diligencia no pudo practicarse por la incomparecencia del nombrado», dijo el juez de ejecución Enrique Guanziroli.

Para entender esta historia hay que remontarse a varios años atrás. El 3 de noviembre de 2009, la Policía halló en su casa un total de 26 bolsas de consorcio, llenas con 19.302 cartas. Algunas estaban abiertas y otras incluso databan del 2007. Todo el material estaba repartido por varios ambientes de la casa, incluso dentro de un lavarropas en desuso. Gutiérrez fue condenado en febrero de 2015 a un año de prisión en suspenso.

A mediados del año pasado, como no fue hallado, ordenaron que se lo arreste. «El condenado, pese a los reiterados y sucesivos intentos de este Juzgado de Ejecución, no ha cumplido con la presentación requerida, ni tampoco informado un cambio de domicilio, ni pagado las costas, ni asumido ninguna otra de las obligaciones impuestas en la sentencia», dijo el magistrado en su fallo. Por eso decidió hacer efectiva la prisión.

Cayó por su suegra y una defensa insólita

El hallazgo de las cartas en su domicilio fue producto de la casualidad. Gutiérrez fue denunciado por su suegra porque presuntamente había golpeado a su hijo. Tras allanar su vivienda, los agentes no encontraron rastros de violencia familiar pero sí las bolsas con la correspondencia. Tras varias horas, se descubrió que eran cartas no entregadas por el empleado del Correro Argentino.

Para defenderse, lo primero que se le ocurrió decir al hombre es que en el Correo estaban «tapados de trabajo» y sin personal. Que llevaba las cartas a su casa para organizarlas por barrio y después entregarlas. «No le daban los tiempos para repartir ni sabía que fuera delito llevar la correspondencia al domicilio para adelantar trabajo; el propio sistema lo obligaba a eso», precisó la sentencia.

Arrepentido, reveló que pedían permiso para sacar cartas fuera del horario de trabajo y prepararlas para el otro día. La que revisaba las cartas era su suegra, advirtió ante el Tribunal. «Las empezó a guardar y después no las pudo entregar», agregó.

Cuando lo condenaron, los jueces consideraron que Gutiérrez «no cumplió con sus deberes laborales y quebrantó la confianza que la ciudadanía deposita en el servicio público de correos, encargado de la recepción y entrega de misivas, cuya inviolabilidad está garantizada por la Constitución». Sus explicaciones no bastaron, pues tenía las vías legales para devolver las piezas no repartidas.

Fue entonces que los magistrados Pedro de Diego –hoy jubilado– y Nora Cabrera de Monella consideraron que Gutiérrez «puso la correspondencia fuera del alcance del destinatario y de los que pueden hacérsela llegar, creando tal imposibilidad al colocar la pieza postal en un lugar desconocido». Llamativamente, Guanziroli, que ahora ordenó encarcelar al ex cartero, votó por su absolución.

Según la sentencia, el hombre «incurre en doloso abuso de su empleo cuando esconde piezas postales que le fueron dadas para entregar, intencionalmente y sin autorización, poniéndola fuera de la vista de terceros, y vulnera con su actuar la garantía de inviolabilidad». Ahora, como no se presentó, lo que era una condena de fácil cumplimiento lo llevará a un penal de máxima seguridad y compartirá celda –si lo encuentran– con delincuentes mucho más peligrosos.

Comentarios